Un artículo de los Estudiantes de Córdoba

La Feria en la Plaza

Los estudiantes chilenos hemos sido acusados de revolucionarios. Sin mayores comentarios, reproducimos el editorial de “La Gaceta Universitaria”, órgano de la Federación Universitaria de Córdoba, del 13 de Diciembre último.

Damos por conocidas de nuestros lectores las incidencias a raíz de la actitud argentina en el seno del Congreso de la Liga de las Naciones. La prensa de los grandes rotativos se ha encargado de ahorrarnos espacio y tiempo, transmitiéndonos noticias mezcladas con la insidia, mas todas inspiradas y nacidas en el hogar donde se fraguan las nociones del “más alto patriotismo”. Ha olvidado la gente de los grandes rotativos el concepto de lo que hasta el presente tenían por patriotismo: era una moral, y esa moral era la del Estado. Defender todas las medidas que tiendan a asegurar la esclavitud del prógimo, ética y económica, que aseguraban para sí, aunque esta estabilidad surgiere con el sacrificio de la propia dignidad. Hoy atacan la actitud argentina, en el seno de la Liga y la atacan como una decisión del Estado frente a la vergüenza innoble. No es el Ejecutivo en persona, señores de los grandes rotativos, el que se ha comprometido con una resolución de esta clase: es el Estado, es la nación íntegra la que por medio de sus representantes ha dado uno de los pocos pasos dignos y altivos que se registran en la historia de las relaciones internacionales. Mas, vosotros seguís siendo patriotas; hoy vuestro patriotismo consiste en defender a los Estados que dictaron el pacto de la victoria, porque como buenos políticos, sois oportunistas y arribistas. Si el día de mañana el régimen soviético se impusiese en los Estados europeos, a pesar de la terquedad de sus mandatarios, vosotros seríais sovietistas por patriotismo. Vuestro patriotismo consiste en cobijaros bajo la sombra de los poderosos y en allegaros al sol que más calienta. Mientras la miseria, la esclavitud y el hambre hacen angustiosa la vida de los que trabajan, sufren y sueñan, vosotros proclamáis a todos los vientos que la felicidad del pueblo está asegurada con la más “liberal de las constituciones del orbe”; y vuestros discursos pomposos que hablan de las libertades conquistadas, terminan con aquel estribillo con que creeis ocultar las tragedias populares, de ¡viva la patria! Viva la patria, sí; la patria que se está gastando con la revolución. Hoy por hoy seremos antipatriotas, ya que para vosotros el patriotismo consiste en la moralidad de los canallas. En trances de producirse el parto, ya sabemos que vosotros preferiréis matar al hijo, aunque la madre esté muerta antes de nacer. Mas, pensad que el hijo tiene vida eterna, y que al tercer día resucitará de entre los muertos. La Liga de las Naciones significa hermandad de pueblos. Para nosotros, los rótulos valen bien poco, máxime cuando se trata de cubrir con apariencias todo el contenido de un plan político, sofístico y envolvente. Debió decirse Liga de los Estados, ya que todos concurrían al Congreso celosos de los intereses capitalistas y de las fronteras que son a manera de una valla entre Estado y Estado. Francia, –la Francia de Versalles, la que decretó el bloqueo a Rusia, la de la alianza con el Vaticano, la que persiguió y persigue a los espíritus de la revolución, etc., etc.,– tendrá necesidad del apoyo moral y económico que pudiera venir con una alianza europeoamericana. Mas, ¿seremos tan ingenuos para creer en la honradez de propósitos de esta manera expresados, que llegan hasta a ponerse al margen de lo que hasta hoy hemos conocido con el nombre de Derecho Internacional, hijo de la rapiña y de la astucia? Mientras Rusia no sea admitida en una Liga de Naciones, a donde ella pueda dictar las condiciones de su Constitución, estaremos con Rusia. Pero cuando llegue ese instante, será porque la revolución haya hecho pedazos el armazón de los actuales estados romanistas, y la humanidad se encuentre ligada por los previos impulsos de una cordial hermandad dentro del federalismo comunista, por el que bregamos. Mientras los símbolos y las argumentaciones leguleyistas estén por sobre los valores de la vida real; mientras la actitud del pacifismo no sea más que una treta de los que de las guerra internacionales hacen profesionalismo; mientras el Estado y la ley estén por encima del individuo y exijan de él una capitis máxima, para poder vivir; mientras el Estado, hijo de la beligerancia y hecho para la beligerancia, no cambie sus moldes y las teorías teológicas de su existencia, estamos con Rusia y más allá de Rusia, como un anhelo y una esperanza de renovación infinita.