Manifiesto del Grupo Universitario LUX (adherido al S. E.) A los maestros de instrucción primaria

Profundamente alarmados nos dirigimos a vosotros, que sois verdaderos apóstoles en medio de este abominable régimen capitalista, porque hemos visto que vuestra enseñanza se orienta en el sentido de afianzar los instrumentos de opresión de un sistema irremediablemente condenado a perecer, bajo el peso de sus propias injusticias. Y os decimos esto en respuesta a las felicitaciones que muchos de vosotros habéis enviado a un maestro de escuela que obtuvo el premio de honor en un concurso de cuentos abiertos por un diario de esta capital. El trabajo premiado contenía una idea fundamental. Es esta: el comunismo es un régimen utópico que, entre otras aberraciones, arranca los hijos a sus madres cuando aún se nutren en el seno materno. Y para adornarlo y hacerlo sentimental, el autor nos pinta una mujer seducida y abandonada que, al oir la curiosísima definición de comunismo, estrechando a su hijo deforme y moribundo, esclama: “Yo no quiero que venga el comunismo”. El fondo del cuento es rotundamente falso. La forma no envuelve ninguna belleza literaria, y si no fuese por algunas faltas de ortografía –¡en un maestro!– el trabajo no llamaría la atención de nadie. Y, sin embargo, el cuento obtuvo el premio de honor. ¿Cuál es la razón de ello? Es muy sencilla de explicar. El jurado se componía de”personas distinguidísimas” que, automáticamente, actuaron en defensa de la clase a que pertenecen. Con una visión amplia se dieron cuenta del enorme valor que tenía premiar a un hombre del pueblo que sostenía una tésis anticomunista. No importaba que la tesis fuera falsa y, aún más, ridícula. Lo importante era combatir a esta ola que empieza a nacer entre los hambrientos y los miserables, y que amenaza arrasar con las agradables comodidades que el capitalismo proporciona a una minoría parasitaria. No hubiéramos mencionado este caso si el cuento premiado no hubiese llamado la atención de todos los chilenos y, lo que es más grave, si no hubiese recibido su autor los parabienes de gran número de maestros de escuela. Aquel hecho aislado, servirá para demostrar la forma hábil y sutil con que las clases poseedoras están tejiendo una red alrededor de elementos explotados por ellos, pero que son indispensables para el mantenimiento del capitalismo. Los maestros de instrucción primaria constituyen una falange en cuyas manos se está modelando el cerebro de las generaciones futuras. La burguesía sabe muy bien esto y trata de halagaros para que le forméis la carne de cañón, dócil, amorfa y obediente, que necesita para vivir cómodamente. Pero, los intereses mezquinos de las clases poseedoras van a conducir fatalmente al capitalismo a la ruina. En efecto, os mantienen a vosotros, los creadores de las almas juveniles, con una ración de hambre. Os quitan toda posibilidad de formar un hogar feliz, al que tenéis derecho más que nadie; porque en una sociedad justa –nó en el capitalismo, que es una sociedad de lobos– tenéis derecho a ocupar el primer lugar en la estimación de los hombres. ¡Se encuentran tan preocupados en sus mezquinos intereses personales, que ni siquiera ven que, hambreando a los maestros, se están cavando su propia tumba! Porque va a llegar el día en que el hambre y la angustia os van a aherrojar el pecho y a roer las entrañas. Entonces, un rayo de luz va a iluminar vuestras mentes y de vuestras gargantas brotarán palabras nuevas. Entonces diréis la verdad a esas cabecitas juveniles, ávidas de aprender. ¡La verdad! ¿Se ha inventado acaso arma más terrible contra el abominable sistema capitalista? Entonces hablaréis y vuestra voz semejará a la del dulce apóstol de Galilea. Ya no enseñaréis a los pequeñuelos el sofisma de que los nacidos más allá deben ser odiados. Ya no enseñaréis a los espíritus que han encomendado en vuestras manos, a permanecer indiferentes ante la explotación de una minoría. Ya no enseñaréis que las matanzas colectivas son útiles e indispensables, cada vez que se verifican entre pueblos vecinos. Ya no enseñaréis la Historia como una narración de asesinatos, de violencia, de despojos, de iniquidad, de infamias, sino como una sucesión de convulsiones de una sociedad que aspira a un mejoramiento infinito. Nada de eso enseñaréis, porque vuestra palabra será un himno a la verdad. Entonces, como al dulce apóstol de Nazareth, os calumniarán y os perseguirán. Y el día en que os calumnien y os persigan significará que habéis dejado de ser lo que sois en la actualidad –sacerdotes de la enseñanza– para transformaros en apóstoles de la verdad.