Preparemos la reforma universitaria!

El problema de las Universidades gratuitas en Chile y en Estados Unidos

Entre los intelectuales chilenos que residen en Estados Unidos, la figura de Francisco Aguilera se destaca notablemente por su preparación sólida y por las cualidades de su inteligencia vigorosa. Desde aquellas tierras ha enviado para CLARIDAD el notable ensayo sobre Universidades gratuitas, que publicamos más abajo. Cuando en un país que mantiene la cifra vergonzosa de un 60% de analfabetos, se unen los elementos retrógrados –llámense clericales o masones— para atentar contra la enseñanza del Estado, es un deber imperioso de todo hombre libre el acudir en defensa de la educación. Por todo esto, la colaboración de Francisco Aguilera es doblemente valiosa.

Si una escuela para el rico y otra para el pobre es algo lamentable, es aún más lamentable una escuela para el rico y ninguna para el pobre.— F. A.

El debate pro-Universidad del Estado en Massachusetts Se debate en el estado de Massachussets la conveniencia de establecer una universidad del estado, esto es, una universidad que presente, entre otras características, la de ofrecer instrucción gratuita. Massachusetts es el asiento de la famosa Harvard, institución privada donde el estudiante ha de pagar la enseñanza que recibe. Aristocráticos caballeros de New England, con un cuidado enternecedor por la dignidad del pobre, se oponen a tal universidad gratuita, porque –dicen— prácticamente pasaría a ser la universidad del sin recursos, de tal manera que los títulos que confiriera serían un verdadero estigma sobre el agraciado (?). Aparte de que este razonamiento es errado, dado el democratismo de los yanquis, no cabe duda de que si una escuela para el pobre y otra para el rico es algo lamentable, es aún más lamentable una escuela para el rico y ninguna para el pobre. El rector de Harvard (“rector” es el vocablo castizo que traduce “president” cuando se trata de una universidad) ha declarado que él se resiste a creer que haya muchos jóvenes que se vean privados de instrucción superior únicamente por falta de dinero. La duda de este caballero se basa en el hecho de que el mozo pobre tiene múltiples oportunidades para ganarse su sustento, a la vez que está estudiando. (Muy diferente a lo que ocurre en Chile, donde la anémica vida económica no permite a un estudiante ganar un sueldo decente). Por ejemplo, en un “college” del Este, cuya vida conozco íntimamente, sé de alumnos que ganan la vida en la siguiente forma: como tocadores de algún instrumento, como chauffeurs, mozos, aplanchadores, o algo por el estilo. Pero, así mismo, sé de muchachos de ambos sexos en el pueblo donde vivo, que, una vez terminados sus estudios en el “high school” (liceo) no podrán ingresar a un “college” o “university”, pura y exclusivamente por falta de recursos. En todas partes la pobreza es pobreza, aún en los Estados Unidos. Y es ya un clamor que ha inundado los hogares este pro-universidad del estado en Massachusetts, por la sencilla razón de que la enseñanza superior gratuita sería un gran alivio para muchos, incluso para los que ahora tienen que actuar de mozos, de chauffeurs o de violinistas.

Ataques a la gratuidad de la enseñanza en Chile Muy a menudo el clero de levita, en Chile, las embiste en contra de la gratuidad de la enseñanza universitaria. Para dar autoridad a sus argumentos sacan a relucir a los Estados Unidos, pero en forma incompleta, pues sólo hablan de las universidades pagadas sin hacer mención de las vigorosas universidades del estado, cuyo número tiende cada día a aumentar. Siempre hemos de andar atrasados los chilenos en imitar: genios de segundo orden, pasados de moda, como Wilde o Tagore, todavía hacen escuela en Chile, así como el “presidencialismo” de Wilson, que ya pasó a la historia con el triunfo del senador Harding (eminente parlamentarista), va a ser, según cartas que recibo, imitado por Alessandri.

Universidad de Concepcion A los enemigos de la intervención del estado en la universidad (los hay de dos clases: los que se oponen al laicismo y gratuidad, los que han leído cuentos de hadas hechos a brocha gorda por algunos propagandistas del yanquismo) he de adelantarme a decirles que el caso de la Universidad de Concepción no es síntoma de que la acción privada se haya hecho necesaria porque la tutela del estado sobre la Universidad de Santiago sea perjudicial, ¡no! de ninguna manera. La Universidad de Concepción es una Universidad de emergencia, que tenía que ser fundada tarde o temprano por el estado, o, en su defecto, por particulares. La Universidad de Concepción no es el fruto de hombres nuevos sino de tiempos nuevos. Hasta la inspección de casas de préstamos establecería una universidad diferente a nuestra Alma Mater santiaguina. Por lo demás, los directores de la Universidad pencona serán los primeros en decir que, excepto la generación de los fondos, la institución, en lo intrínsico, no tiene ventaja sobre la de Santiago, y ¿por qué la habría de tener? Las universidades son expresiones de cultura, de civilización, comprendiendo todo lo que estas palabras comprenden. Parecerá paradoja, pero es verdad, y algún día lo discutiremos ámpliamente: la escuela primaria, el liceo, pueden “hacer” a una nación; la universidad sólo puede ser “hecha” por una nación. Dime qué escuela primaria y qué escuela secundaria tienes y te dire qué clase de nación eres; dime qué clase de nación eres (esto es, cuáles son tus finanzas, tus hombres de ciencia y de letras, tus ocupaciones favoritas, tus vicios y virtudes más arraigados, etc.), y te diré qué universidad puedes tener.

La Universidad es el reflejo de un grado de cultura Una universidad chilena no puede (no es que no deba) ser como las yanquis, siendo la mayor razón la de que la vida económica chilena es anémica comparada con la de los Estados Unidos, en forma que en cuanto a condiciones materiales cualquier colegio yanqui nos dejará muy atrás. Y, digámoslo con franqueza, las “condiciones materiales” son casi lo único que hace digna, y muy digna de mención, a la universidad norteamericana. Además de esto, nuestro concepto de cultura es bastante diferente, y diferentes son nuestras tradiciones, y nuestro temperamento es diferente. Por lo tanto, la universidad, expresión de una civilización más bien que fábrica de civilizaciones nuevas, ha de ser, por la fuerza de los hechos, diferente en Chile de lo que es en los Estados Unidos. La Universidad de Concepción, de tal modo reconoce la razón de ser de sistema de la de Santiago, que lo ha adoptado al pie de la letra, en tal forma que es un conjunto de escuelas profesionales, con la excepción de que las escuelas profesionales de la capital son más completas y su profesorado es mas experimentado. En cuanto al curso de química industrial, la nueva Universidad muestra su notable buen juicio. Finalmente, los hombres de la nueva Universidad no son ni más modernos ni menos antimodernos que los de Santiago, y, ¿cómo lo habrían de ser, después de todo? Queda demostrado, pues, que la Universidad de Concepción, desde el punto de vista educacional, no significa un paso adelante respecto a la de Santiago, sino una ampliación. En cuanto a progreso cívico, sí, representa un paso adelante; me refiero al hecho de que sea sostenida casi exclusivamente por iniciativa privada. Y esta imitación del sistema mantenido por el estado en su única Universidad es, de parte de los propulsores de la nueva Universidad, un reconocimiento de que tal sistema no ha sido ni es un fracaso. ¿Y cómo ser un fracaso una Universidad que ha suministrado el noventa por ciento de la alta cultura chilena? Cuanto más se difunda la enseñanza, toda clase de enseñanza, desde la que se da en la escuela primaria hasta la que se da en la Universidad, tanto más digna se hace la vida colectiva, aunque esta valorización de la vida signifique la conmoción de los cimientos de la sociedad. Y gratuidad es sinónimo de difusión.

FRANCISCO AGUILERA.

Williamstown, Massachusetts, Abril de 1921.