Antología: Pierre Louys

Hasta ahora, los escritores modernos que se han dirigido a un público imbuido de una moral convencional, se han valido de una estratagema penosa cuya hipocresía me repugna: “He pintado la voluptuosidad tal cual es, dicen, a fin de exaltar la virtud”. A la cabeza de este libro, cuya acción se desarrolla en Grecia antigua, me niego absolutamente a cometer semejante anacronismo.

Para los griegos, el amor con todas sus consecuencias era el sentimiento más virtuoso y más fecundo en grandezas. Jamás le asociaron las ideas de indecencia y deshonestidad que, con la doctrina cristiana, introdujo la tradición israelita entre nosotros.

Si la moral antigua fue grande, si merece en efecto tomarse por modelo y sec obedecida, es precisamente porque ninguna ha sabido distinguir lo justo de lo injusto de acuerdo con un criterio de belleza, proclamar el derecho que todo el mundo tiene de buscar la felicidad individual dentro de los límites a que le reduce el derecho semejante de otro, y declarar que nada hay más sagrado bajo el sol que el amor físico, ni nada más hermoso que el cuerpo humano. Por mi parte, he escrito este libro con la misma sencillez que hubiera empleado un ateniense al relatar las mismas aventuras, y desearía que con igual intención fuese leído.

PIERRE LOUYS.

OFRENDA DE AMOR

Algunas mujeres se envuelven en lana blanca. Otras se visten de costosas sedas y pesadas joyas . Otras se cubren de flores, de hojas verdes y de verdes frutos. Yo prefiero mi desnudez. Aquí me tienes, amante mío. Tómame tal como soy: sin ropas, ni joyas, ni sandalias siquiera. Mis cabellos tienen su natural negrura y en mis labios la rojez es la rojez de mi sangre. En torno de mis sienes los cabellos se rizan libres y rebeldes. Tómame tal como mí madre me hizo en una noche de amor ya lejana. Tómame, y que tu boca me diga el placer que sientes.

EL VIAJERO

Una tarde estando sentada a la puerta de mi casa, cruzó por delante de mí un viajero. Me miró y yo volví la cabeza. Me habló y no le contesté. Entonces intentó acercarse a mí. Pero yo descolgué una hoz de la pared y le hubiera abierto la cabeza sí da un Paso más. El retrocedió sonriendo, y soplando hacia mí sobre la palma de la mano me dijo: “Recibe este beso”. Y yo grité y lloré de tal modo, que mi madre acudió asustada, temiendo que me hubiese picado algún escorpión. “Me ha besado, madre, me ha besado”. Mi madre también me besó, protegiéndome con un estrecho abrazo.

LA NOCHE

Ahora soy yo quien le busca. Todas las noches salgo silenciosamente de mi casa, sigo un largo y ancho sendero hasta llegar a su lecho y contemplarle un rato, dormido. Así permanezco largo tiempo, inmóvil, feliz con verle, y acerco mis labios a los suyos para no besar más que su aliento. Luego, de pronto, me echo sobre él, y despierta en mis brazos a la voluptuosidad. Y así gozamos hasta el amanecer. Ya viniste, ¡oh mañana cruel! ¿Dónde estará la cueva siempre llena de noche, donde podríamos amarnos tanto, tanto que llegáramos a olvidar tu recuerdo, aurora maldita?

LOS CONSEJOS

Entonces entró Syllkhmas, y al vernos en tan gozosos juegos se sentó a mi lado, y montando a Glotis sobre una de sus rodillas y a Kysé en la otra, me llamó:–Ven aquí, pequeña. Pero yo permanecí inmóvil.– ¿Es que tienes miedo de nosotras? Acércate. Estas niñas te aman y te enseñarán lo que ignoras: la miel de las caricias femeninas. “El hombre es violento y torpe, tú ya lo debes conocer y debes odiarle. Tiene el pecho liso, la piel áspera, corto el cabello y los brazos peludos. En cambio las mujeres poseemos todas las bellezas. “Únicamente la mujer sabe amar. Quédate con nosotros, Bilitis, y si tienes un alma ardiente verás tu belleza reflejada en nuestros cuerpos como en un espejo”.

EL DESEO

Mnasidika me abrazó apasionadamente, con los párpados semicaídos, unió sus labios a los míos y nuestras lenguas se conocieron, Nunca he recibido un beso semejante. Pegada a mi carne sentía la temblorosa ansiedad de su carne. Poco a poco una de mis rodillas fue entrando entre sus muslos cálidos, que cedían como para un amante. Mi mano buscó su piel bajo los pliegues de la túnica. Con la mirada extraviada me señaló el lecho próximo. Pero no teníamos el derecho de amarnos antes de la ceremonia nupcial y nos separamos bruscamente.

LOS SENOS DE MNASIDIKA

Abrió suavemente su túnica y me ofreció sus pechos cálidos y dulces, como a una diosa la ofrenda votiva de dos tórtolas. “Ámales –dijo– tanto como yo les amo. Cuando estoy sola son mi juguete y mis hijos. Juego con ellos y los hago gozar. “Los lavo con leche y con flores los perfumo. Y cuando los enjugo con el cabello se erizan sus botones rosados. Y tiemblo toda de amor... “Bésalos; sé tú como una hija mía, y ya que están lejos de mi boca, que la tuya les dé los besos y las caricias que yo quisiera darles”.

JUEGOS DE AMOR

Mnasidika pasa horas enteras y silenciosas contemplando mi cuerpo, extasiada ante sus secretos. Deshace la noche de mí cabellera y la trenza, y la anuda a mi cuello y la levanta en forma de casco guerrero. Le asombra la larga flexibilidad de mis pestañas y los rosados pliegues de mis codos. Por último me hace arrodillar, poniendo las manos sobre las almohadas. Entonces se desliza suavemente debajo de mí y juega a ser el cervatillo que mama del vientre de su madre.

EL BESO

Besaré las anchas alas negras de tu nuca ¡oh paloma esclava cuyo corazón late bajo mi mano! Cogeré tu boca con mí boca, como un niño el pecho de la madre, ¿Te estremeces? Lo creo. A veces un beso es tan penetrante, que sirve para el espasmo. Pasearé mi lengua sobre tus brazos y tu cuello y tus senos ... Mis uñas resbalarán a lo largo de tus muslos, tejiendo una red de voluptuosidad. ¡Mnasidika!... Tu mirada casi me hace daño. Dame tus pupilas para que yo cierre a besos los párpados ardientes como labios.

EL ABRAZO SUPREMO

Ámame con tu amor sencillo y desnudo, con todo tu corazón y tus lágrimas, como mi pecho y mis gemidos te aman. Cuando tus senos se alternan con los míos, cuando siento mezclarse nuestras vidas, cuando tus rodillas tiemblan bajo las mías, entonces mi boca no puede casi buscar tus besos. Abrázame como yo te abrazo. Mira: la lámpara se acaba de morir. Estamos a oscuras. ¡Qué importa! Tu cuerpo se une al mío y en mis labios mueren tus gemidos. Gime, llora, suplica, solloza de amor... Eros es casi cruel... tan cruel, que sufrirás menos dando a luz un hijo de tus entrañas, que ahora que sólo gozas sin concebirlo.

CELOS

–¿Dónde estabas?–En casa de la florista. Mira que flores tan lindas te he comprado.– ¿Y has tardado tanto tiempo para comprar cuatro flores?–Me ha entretenido mucho la florista. -Estás muy pálida y te brillan las pupilas como nunca. –Será el cansancio del camino.–Traes despeinado y húmedo el cabello.–Será el viento quien me lo haya deshecho. –¿Y el cinturón? Este no es el nudo que yo hice. El mío era mucho más flojo.–Tanto que se me desató en medio de la calle y un esclavo que pasaba me lo volvió a atar. –¿Y estas manchas de la túnica?–Serán de las flores...–¡Oh, Mnasidika, Mnasidika!...

SOLEDAD

¿Para quién pintaré mis labios? ¿Para qué pulirme las uñas? ¿Por qué he de perfumar mis cabellos? ¿De qué sirve la pintura de mis senos si ya no han de enardecer su carne? ¿Para qué lavar con leche mis brazos si no han de abrazarla? Es bien alta la noche y aún no he querido acostarme. ¡Ay! Que las sábanas ya no tienen el calor de su cuerpo... Tengo miedo de estar sola y no me atrevo a abrir la puerta ni a mirar en torno mío a la soledad.

LA VIOLACION

Te engañas si crees que has de conseguirme por la fuerza, Lamprias. Aunque hayas oído decir que violaron a Parthemis, ten la seguridad de que ella no quiso resistirse. ¡Ah! ¿Vuelves a intentarlo?... ¿Ves? Tampoco. Y eso que yo apenas me defiendo... Ni quiero molestarme en pedir socorro. ¿Ves, pobre amigo mío? Otra vez derrotado. Sigue, sigue... Me divierte este juego tanto como estoy segura de vencer. Prueba una vez más, y quedarás en situación de no volver a intentarlo. ;Ay! ¿Qué haces, verdugo? ¿No ves que me rompes los puños? Saca esa rodilla... ¡me estás destrozando! ¡Vaya una gracia! Triunfar de una pobre muchacha indefensa.

LA NIÑA DE LAS ROSAS

Ayer, en medio de la plaza., había una niña con una cesta de rosas y, en torno de ella, un grupo de jóvenes. Yo me detuve y escuché lo siguiente: –Compradme algo. –¿Pero qué es lo que vendes? ¿las rosas o tu cuerpo? ¿o ambas cosas a la vez? –Si me compráis todas estas flores tendréis la mía casi de balde. –¿Y cuánto queréis por todo? –Tengo que llevarle seis óbolos a mi madre, o si no me pegará como a un perro. –Síguenos entonces. Te daremos un dracma. –¿Queréis que avise también a mi hermana? Vuelvo enseguida. Y las vi marchar detrás de los jóvenes. No tenían pechos, y apenas si sabían sonreír.

A MIS SENOS

¡Oh, pechos míos, carnes floridas!... Sois amplios, suaves y oléis a todos los perfumes de la voluptuosidad. Antes erais fríos y duros, como de una estatua insensible. Pero ahora que os ablandáis bajo el peso de tantas caricias, os amo con más amor. Vosotros sois mi orgullo, y ya estéis presos en la redecilla de oro, ya os deje desnudos y libres, me envanezco de poseeros. Esta noche seréis felices. Tendréis la sabia caricia de mis dedos. Porque esta noche Bilitis ha comprado a Bilitis.

CONSEJOS A UN AMANTE

Si quieres que una mujer te ame, ¡oh, joven amigo!, no le digas que la quieres; pero procura verla todos los días..Luego desapareces para volver al poco tiempo.

Si te solicita, muéstrate rendido sin apasionamiento, que ella. irá a ti, y entonces has de fingir que te toma a la fuerza. Cuando estéis acostados, no te preocupes de gozar tú. Las manos de la. mujer nunca deben ser las iniciadoras.

Tu no debes descansar. Prolonga los besos hasta perder el sentido. No la dejes dormir aunque ella te lo pida. Y finalmente, pon siempre tus labios en la parte de su cuerpo donde ella ponga la mirada.

LA VERDADERA MUERTE

¡Oh Afrodita! ¡Diosa implacable! Tú has dispuesto que sobreviva a la muerte de mi belleza. Ayer me miré en el espejo y no supe sonreír ni encontré las lágrimas. Y, sin embargo, no he vivido cuarenta años y ya no podré saborear el placer de verme deseada. He cortado mi cabellera, y envuelta en el ceñidor te la ofrendo, diosa implacable y siempre joven. Ella será la última canción de Bilitis.