En Favor del Alcoholismo

El presidente de la Liga de Defensa Vinícola de Concepción publica en forma de Remitido una carta dirigida al Ministro del Interior, manifestándole la grave amenaza que para la industria del vino; significa la actual comisión que conoce del proyecto de reforma de la Ley de Alcoholes. Esta carta, dirigida al senador y al correligionario, es uno de los tantos desahogos que los envenenadores del país lanzan contra los que tienen una perfecta visión del negro destino que aguarda a la raza, de continuar la libertad de la borrachera sin correctivo ni freno alguno. En la comunicación dirigida al Ministro del Interior por medio de la prensa, se llama agitadores de oficio al Dr. Fernández Peña y al secretario de la Junta Ejecutiva de la Federación Obrera. No podían faltar los agitadores. Todo cuanto hiere, en una u otra forma, los intereses de la oligarquía, creados a la sombra del vicio o de añejas y corruptoras prácticas políticas, es obra de los agitadores. La Liga contra el Cohecho, la organización de los inquilinos, la campaña contra el negociado de la Tracción Eléctrica, la huelga del carbón; todo aquello que ha significado una limitación de abusos inveterados, de torpe e inicua explotación contra sencillos labriegos o rudos mineros; todo aquello que ha ido a barrenar el poder político de la oligarquía, basado en la compra del voto o en la sumisión del electorado del latifundio, todo es y ha sido subversivo y obra de agitadores de oficio... La campaña contra el tráfico del licor que tan estupendas ganancias procura a los explotadores del vicio, no podía escapar a la regla general. Es la obra de los agitadores...

En donde quiera que se tenga exacta noción de los daños, así morales como físicos, que causa el abuso del alcohol como bebida, allí se ha puesto restricciones a su expendio. Los mismos productores de vinos y cervezas convienen en que debe hacerse de ellos un consumo moderado, en que debe educarse a los bebedores para que no abusen del licor. Esto demuestra que existe verdadero peligro en dejar su venta sin control. No están, pues en lo cierto, ni en lo justo, ni en lo conveniente, los que sostienen la libertad de comercio respecto del alcohol. Los emborrachadores alegan la libertad de comercio y pretenden equiparar la venta de vino con el expendio de cualquier otro artículo del comercio. Que el tráfico del alcohol no puede ser libre, lo está demostrando lo poco, lo poquísimo que en Chile se ha hecho para limitar la embriaguez. Si hasta aquí no se ha hecho más, es porque las leyes y las ordenanzas dictadas, antes que encarar una cuestión moral, antes que resolver una cuestión social, ellas han sido una cuestión rentística, se han inspirado en crear recursos al Estado y a las Municipalidades. Esta circunstancia explica la facilidad con que el cantinero ha burlado la ley, que no ha surtido, que no ha podido surtir los efectos estampados en su letra. Si a esto se agrega que las Municipalidades han aprovechado sus disposiciones para procurar a sus empleados rentas indebidas, y si se tiene en cuenta que los jefes de policía han explotado la coima al garito, al prostíbulo y a la cantina, a cambio de su lenidad, tendremos que la ley ha sido perfectamente inútil como correctivo de la embriaguez. Pero donde mejor se vió la intención preconcebida de proceder con criterio favorable al productor de vinos y su intermediario el cantinero, fué en la última reforma que trájo como resultado la transformación en restaurants de casi todas las cantinas de barrio. Para expender licor los domingos —días de mayor venta— los cantineros hacen un simulacro de comida, que se reduce a un sandwích o a un lunch caliente, y con tan sencillo procedimiento burlan la ley, y la borrachera toma cada día mayor extensión. Como decíamos, la libertad del tráfico alcohólico no puede equipararse con el comercio de las cosas necesarias a la vida; y así se ha comprendido en todos los países en donde se tiene una verdadera noción de las funestas proyecciones que para el individuo, la familia y la sociedad tiene el vicio del licor. Aparte de la Miseria y el Crimen, los dos hijos mayores del Alcohol, tenemos la multitud de lunáticos, contrahechos, locos, degenerados, misántropos, hipocondríacos, todos productos de una causa única: el trago. Y lo tremendo del caso es que el daño no se circunscribe únicamente al sujeto alcohólico. El demoníaco vicio lleva el estigma y las taras de la degeneración a los que todavía no son! En efecto, en los hijos de los alcohólicos la herencia morbosa es congénita y es recibida desde el momento de la concepción en el claustro materno. Cualquier profano en medicina puede constatar estos hechos con sólo poner a contribución el sentido de la observación estudiando someramente los tipos con quienes topa cada día. Los deformes, los contrahechos, los sujetos con invencible inclinación hacia el licor, el juego y el robo, forman legión.

Y cuando todo esto es perfectamente cierto; cuando todo esto lo ve quienquiera que tenga ojos para ver; cuando las consecuencias las palpan la sociedad, la familia y el mismo sujeto alcohólico; cuando el crimen y la miseria marchan paralelamente al desarrollo de los viñedos productores del veneno que engendra la locura y la degeneración, cuando esto se ve y se palpa, es altamente vergonzoso que se levanten voces para pedir amparo en favor de una industria que tan inmensos daños ocasiona a la vitalidad de la raza, a la economía nacional y a la moralidad del país.

M. J. MONTENEGRO.