LOS ESTUDIANTES DE MUSICA QUIEREN INSTRUIRSE

Por una nota llegada a la Federación nos hemos enterado de que el «Centro de Alumnos del Conservatorio» ha formulado ante la Dirección del establecimiento una serie de peticiones que cristalizan necesidades evidentes. Después de leer sus considerandos clara y lógicamente fundamentados, salta a la vista la urgencia de remediar los males que señala y realizar la innovaciones que solicita. Y no es sólo esto. Una pregunta se impone inmediatamente en nuestro cerebro: ¿Cómo es que la Dirección del Conservatorio no se ha dado cuenta nunca del absurdo que supone la sola pretensión de formar intérpretes o profesores con individuos huérfanos de la más elemental base de cultura? Porque tal cual está organizada hoy día la enseñanza en el Conservatorio, la ignorancia es una obligación. La edad máxima para ingresar al establecimiento es de 12 años; y desde el momento en que el niño queda matriculado comienza la incompatibilidad entre la Escuela y el Conservatorio. Hay padres que se entregan a una verdadera jimnasia para conciliar horas de clase; consiguen una franquicia acá, un cambio de horas allí; y agotándose en una carrera hoy, faltando a un curso mañana, logran mantenerse en equilibrio durante cierto tiempo. Pero llega un día en que el dilema se hace terminante. «o el Liceo o el Conservatorio; la instrucción o la música»... Y es así como los músicos se quedan casi analfabetos; y es así como los que se deciden por las humanidades deben renunciar a la música... La existencia de tal incompatibilidad se explica solamente cuando se recuerda que en el propio Conservatorio hay quienes sostienen enfáticamente que el músico no necesita instruirse. Esta afirmación solo puede hacerse impunemente en el Conservatorio; en cualquier otro sitio quien sostuviera tan garrafal disparate sentaría plaza de infeliz. Ya es tiempo de reaccionar. Los beneficios generales de la instrucción son tan evidentes que hasta nuestro retrógrado gobierno se ha visto en la necesidad de establecer, la enseñanza primaria obligatoria. (Seria curioso saber cómo la van a cumplir los alumnos del Conservatorio). Ahora bien, si la cultura primaria es una obligación para todo el mundo cualquiera que vaya a ser su papel en la vida ¿no es evidente que quien echa sobre sí la responsabilidad de ser el intérprete de las almas profundas y más complejas que han pasado por el planeta requiere un cultivo especial del espíritu? Un músico sin cultura jamás pasará de ser una máquina. El Conservatorio ya ha producido un exceso de tipos de esta especie y es llegado el momento de poner punto final a la fabricación de autómatas. El culto de la intuición (que entre nosotros no es sino la capa con que disimulamos la ignorancia) debe ser reemplazado por el culto de la conciencia. Esto no es nuevo. Cuando Oldini lo dijo en el propio Conservatorio, al hacer la presentación de Claudio Arrau, no hizo sino repetir las opiniones concordantes de los más grandes pedagogos musicales modernos: Vincent d'Indy, L. Capet, J. Daleroze, etc. Queremos creer que la Dirección del Conservatorio tratará este asunto con la atención y hondura que merece; y aprovechamos la ocasión para hacer constar que la iniciativa de esta evolución en los estudios musicales, pertenece única y exclusivamente a los alumnos.

ENRIQUE H. GANA.