SEXO

Publicamos este artículo porque refleja un estado de ánimo fatal en todos los jóvenes y porque encierra una manifestación de protesta contra la moral cristiana:

Es fuerte. Y joven. La llamarada ardiente del sexo corre por sus arterias en sacudimientos eléctricos. El goce ya ha sido descubierto y lo atrae como la cosa más simple y maravillosa qua le hubieran mostrado. Antes le enseñaron a esconder la inmundicia del bajo vientre y su frente de niño se arrugó en una interrogación inconsciente. Después el primer amigo le reveló el secreto. Y el placer solitario fué corrompiendo la pureza del alma y abriéndole goces desconocidos hasta entonces. Pero ya pasó el tiempo aquel. Ahora, fuerte y joven, busca un objeto en quien vaciar su copa de salud. Es el animal qua busca sencillamente una salida a su potencia natural. Es un animal macho y la vida debe darle la hembra en quien se complete, aumentándose. Por eso busca. La hermana ha crecido como él; como él es fuerte y poderosa; la juventud hízole ya las ánforas del pecho y los ojos que guardan el deseo. Pero es su hermana. Y una ley castiga el amor entre ambos. Pero hay más mujeres. Las calles llevan cientos de hembras inquietas y vigorosas y el hombre busca de nuevo. Pero descubre que la entrega de una de esas mujeres trae una cosa divertida, y rara; la «deshonra» de la que quiso, como él, gozando un placer para el que la naturaleza le dió un órgano. Entonces el hombre joven, que es honrado, aprende a, conocer la moralidad hipócrita que inventaron para impedir la eclosión plena de sus inclinaciones físicas. Pero siempre busca. Y hay la casa de placer. Pero el hombre, que es puro, reduce su necesidad natural y desprecia compadeciendo, la máquina que ha de darle el placer a tanto la hora. Y entonces el hombre joven y fuerte siente una oleada de rabia contra los estúpidos que hicieron el marco cuadrado y tieso en que debe meter su vida. Desprecia y odia la ley que le va dando en la cara un latigazo por cada tentativa de su ser hacia lo que todos hacen como larvas obscuras en los rincones ocultos y siente deseo de volcar su rabia sobre los que le dieron el deseo ancestral que lo amarra como un gancho enorme, a la vida. Y deja de ser puro y quiere comprar amor. Pero es pobre. Y piensa que el placer y todo lo que han hecho sobre la tierra, con la tierra misma, es para los que todo lo tienen y lo obligan a él, fardo de deseos naturales, a ser un mueble pegado al oro de los otros.

PABLO NERUDA.