Un precedente que no debe olvidarse

Todo acontecimiento importa una experiencia y por tanto una lección. Pero, para extraer de los acontecimientos el sumun de sabiduría es preciso dejar pasar el tiempo. Sólo la distancia valoriza exactamente los actos de los humanos; sólo la distancia aparta de ellos las nieblas desfiguradoras. Por eso nosotros, a la distancia, serenos, sin rencor, sin prejuicios, queremos valorizar en toda su transcendencia consecuencial el acuerdo de la Federación de Estudiantes que dió origen a su asalto y saqueo. Hasta ese día la palabra Gobierno, representaba entre nosotros algo abstracto, intangible, inabordable, algo divino y dogmático; algo que estaba más allá de nuestra comprensión y de nuestra crítica: cuyas decisiones serían siempre las mejores y más justas. El gobierno era una especie de Dios, cuyas leyes había que obedecer ciegamente, porque nuestra limitación jamás alcanzaría a comprender su alta e incontrovertible equidad. Pero he aquí que un grupo de muchachos se niega a creer en la infalibilidad del gobierno; he aquí que un grupo de muchachos se da cuenta de que el gobierno está formado por hombres, y que estos hombres distan mucho de ser los más sabios, los más justos y los más honrados; he aquí que los muchachos vislumbran que el gobierno adopta medidas y dicta leyes, que importan la ruina del país y el destrozo de los hogares, en beneficio de unos pocos hombres de determinada clase; he aquí que los muchachos descubren que el gobierno miente, que falsifica los hechos, que especula en la bolsa con las noticias, que pisotea los planes del Estado Mayor, que hace un juego trágico y ridículo con el prestigio del país, y con la vida de sus habitantes... Y la juventud se yergue frente al gobierno y le hace una pregunta clara y honda: «¿Por qué se moviliza el ejército?» Y el gobierno que no puede responder la verdad, no sabe qué responder, y descarga su furia violenta y la de los hombres de su clase sobre los ingénuos interrogadores. La juventud es calumniada. velipendiada, encarcelada, asesinada. Todos los Cristos en todas las épocas han corrido idéntica suerte. Pero todas las verdades, en todas las épocas han concluido por imponerse. Y es así como la verdad de la juventud se abre camino al fin, y queda definitivamente comprobada la farsa criminal del gobierno. Este acontecimiento único en nuestra historia involucra una alta lección que el proletariado está en la obligación de aprovechar. El gobierno se halla formado por hombres, y estos hombres son a veces verdaderos malhechores públicos. Dotados de un poder que bien puede llamarse absoluto, movidos por cien intereses mezquinos, (personales, de partido, de clase) ¿qué puede importarles la salud nacional? Para qué un grupo de capitalistas aumente su riqueza; para que un político escale el poder, todos los caminos parecen buenos a tales malhechores: todos los caminos, inclusive la guerra. ¿Por qué ha de importarles a ellos la sangría del país y su ruina material, si ni la una ni la otra han de afectarles? Todo el dolor, todo el hambre, toda la miseria recaerán sobre los proletarios. Por eso el proletariado debe fiscalizar la acción internacional de los gobernantes, tanto o más que la nacional; debe inquirir las últimas causas que determinan sus resoluciones; y debe oponerse a éstas por todos los medios, con todas las armas, cuando han sido motivados, como sucede siempre en el sistema capitalista, por el interés de un grupo. La actitud de la Federación de Estudiantes sienta un precedente que debe ser seguido. Sin el acuerdo del 21 de Julio del año pasado, quizás Sanfuentes y camarilla habrían llevado el país a la guerra; y esta guerra, como todas las anteriores, habría encontrado adjetivos hermosos con que ser glorificada, y razones más o menos aparentes con que ser justificada. Antes de ir a matar; antes de ir a sembrar dolor para recoger dolor, los pueblos deben saber por qué y para qué lo hacen; deben pedir razones a aquellos que se creen con derecho a disponer de la felicidad y de la vida de los demás. Cuando estas razones le sean negadas o cuando sean vagas y pomposas y vacías, el pueblo está en la obligación de rebelarse, de protestar y de vetar las resoluciones gubernamentales... Y así llegará un día en que no habrá más guerras.

CLAUDIO ROLLAND.