EL CARTEL DE HOY

Por el hermano, que en la oscuridad malsana de la mina, fue, día a día, extrayendo la fuerza que mueve los dinamos de las fábricas, las locomotoras que jadean por los campos, y que un día cualquiera murió aplastado por un derrumbe o destrozado por el grisú; por el hermano que en el infierno vivo de la pampa, iba sobre su costra desolada, como hormiga febril, arrancando la sustancia que fecundaría lejanas tierras, y que cayó agobiado por la brutalidad del trabajo, por los rayos del sol, por las agudas garras del hambre; por aquel a quien pescó en su red la tuberculosis, inclinado sobre el plomo de las linotipias, divulgando leyes canallas o sofismas monstruosos; por aquel a quien trituraron los huesos las hostiles máquinas de la fábrica; por el que se murió de hambre mientras segaba las rubias gavillas en el mes de Diciembre; por todos los que han sucumbido bajo la guillotina de la miseria; por todos los que pasaron por la vida sin saber nada del hondo palpitar de las estrellas, enturbiado los ojos por la visión gris de la tierra; por todos los hombres de carne podrida, por todos los hombres malsanos, degenerados y deformes que fueron una carga inútil en la vida: sea hoy mi palabra, pura, y suave, y dulce, como las campanas del crepúsculo o como las palabras amorosas de una voz desconocida. Que nuestro recuerdo, hermanos, sea para los que fueron en la tierra y nunca supieron las bellezas de la vida, trémula oración infantil. Y para nosotros, savia joven, primaveral, que encienda más el fuego de nuestra rebeldía, que haga más fuerte nuestro espíritu, y más alta y vibrante nuestra protesta viril.

P. GERARDO