La Asistencia Social y la Federación de Estudiantes

La salud pública depende de las condiciones fisiológicas y sociales en que se desarrolla la vida humana. De estas causas las que preponderan son las últimas. Podemos sostener, por la observación histórica de estos fenómenos, que la mayor parte de los vicios que destruyen la vida humana han sido inteligentemente desarrollados por aquellos que usufructúan de una situación de privilejio. Las armas más poderosas que utilizan los conquistadores son: el alcohol, la ignorancia, la habitación malsana, las pésimas condiciones de trabajo, el juego, la sífilis, etc. Estos mismos medios que sirven para conquistar o colonizar pueblos estranjeros sirven a las clases dirigentes para sojuzgar a las masas populares. Durante los siglos que duró en nuestro país la colonización española, los españoles, no usaron otros medios para deprimir la vida general y mantener sus situaciones de privilejio. En 1810, el capitalismo lugareño se sintió con fuerzas suficientes para proclamar y mantener la independencia nacional; pero una tiranía iba a reemplazar a otra, y, así vemos, que durante el primer siglo de nuestra independencia política, se mantienen las mismas condiciones deprimentes de la vida colonial. Tan cierto es, que todo privilejio no puede sostenerse sino por la depresión general de la vida. Antiguamente, -actualmente en muchos países,- durante el período de la manufactura, el individuo representaba la unidad económica en la producción y en ese momento los métodos de subordinación fueron los ya enumerados; pero hoy, que este valor de unidad económica nos lo representa la fábrica, el capitalismo ha remachado por esta transformación las cadenas del asalariado y los antiguos procedimientos de subordinación pasan a ser un legado peligroso para sus propias exigencias y desarrollo. Hoy, en todos los grandes países capitalistas del mundo, la política económica se desarrolla en el sentido de perfeccionar la máquina humana como instrumento de producción. Se predica la pureza de costumbres para aprovecharles sus energías totales y para disminuir sus exigencias en los jornales. Pero esto no es nada, mientras las clases obreras impulsadas por la necesidad, siguen desarrollándose en el casino de la sobriedad y la perfección, el desarrollo del capitalismo con su grande industria acentúa las contradicciones sociales y destruye las antiguas relaciones humanas. Con su competencia brutal y con la perversión de los fines de la producción enloquece la economía mundial. Las guerras y las grandes crisis económicas se suceden una tras otra; a cada rato las grandes masas industriales son espulsadas a la calle, los jornales se reducen, las madres tienen qué vestir el mameluco de asalariadas para ganar el pan que no puede proporcionar el padre, mientras tanto ¿en qué condiciones quedan los hijos? La familia individual se despedaza. Este es un problema que tiene atingencia con el porvenir mismo de la especie y que la humanidad debe resolver en su total actividad social. La Federación de Estudiantes de Chile que sigue con humano interés las contradicciones de nuestro régimen social, sostiene que la suprema obligación del hombre moderno es cooperar en la abolición de estas contradicciones y propiciar la instauración de nuevas relaciones, donde estas contradicciones se resuelvan. Mientras esto sucede nos encontramos con una situación de hecho que es necesario aligerar en cuanto sea posible; pero como ya hemos dicho, sin creer en la acción milagrosa de medidas que tienen por objeto remediar situaciones derivadas de fenómenos secundarios. En 1919, propiciamos la reorganización de la Beneficencia Pública. Los errores que vician estos servicios son los mismos que empañan todas las demás instituciones de nuestro régimen social; el dolo y la mistificación es su careta. Las juntas de Beneficencia no tienen, derecho por la naturaleza de sus funciones ni por el financiamiento de sus servicios a ubicarse en una situación que perturba la cooperación social y compromete la comprensión real de los problemas que están llamadas a resolver. Faltándoles clara finalidad social, no han comprendido que la Asistencia Preventiva, debiera haber constituido su mayor preocupación; en este sentido, mil veces más han hecho las masas trabajadoras en su incultura. En 1920 los trabajadores marítimos de Punta Arenas se negaban a desembarcar cargamentos de alcohol que se les enviaba en contestación a una petición de alimentos frescos que hacían al Gobierno. Igual cosa han hecho los marítimos de Antofagasta. El Gobierno sabe de la oportunidad de esta petición y de estas actitudes de los obreros. En el Ministerio de lo Interior hay informaciones sanitarias que dan a conocer el estado de la salud pública de esas poblaciones: en Punta Arenas, el 98% de la población escolar es tuberculosa y el 80% de los niños sufren de raquitismo. En Antofagasta, ¿quién no sabe que se amortaja a la raza? Las juntas de Beneficencia no han sabido ni siquiera estimular este despertar de la conciencia popular, y lo que es más triste, un señor Bulnes, representante del Ejecutivo en Punta Arenas, justificaba las matanzas de obreros realizadas en julio de 1920 por haber asumido los obreros, en relación con la salud pública, la actitud ya mencionada. Los problemas sanitarios relacionados con la sífilis, la prostitución, el alcoholismo, la tuberculosis, los derechos del niño y de la madre embarazada, no han existido para las Juntas. El abandono de estos problemas ha dado nacimiento a una institución privada, “La Liga de Higiene Social”, que ha sabido aprovechar la cooperación social sin necesidad de recurrir al juego, y que espera aumentar esta cooperación por medio de la educación popular. También han carecido de amplitud para comprender la “Asistencia Preventiva o inmediata”. Se quejan de insuficiencia de locales para satisfacer la demanda de camas; esto es verdad, pero no solo en la cama de los hospitales se puede proporcionar los recursos médicos. Las “Hermanas de los Pobres” son una elocuente lección de lo que es y puede ser la “Asistencia social domiciliaria'”. Esta falta de comprensión del sus funciones no les ha permitido darse cuenta que los problemas de la salud pública solo pueden resolverse dentro de un proceso de cooperación general: social, técnica y administrativa, que urje acoger desarrollar y organizar. De estos errores se han derivado consecuencias fatales para las mismas Juntas. Los fundamentos subjetivos y personales de “estas instituciones, distancia a la cooperación obrera, que se organiza en sociedades mutuales para satisfacer estas mismas necesidades desde mediados del siglo pasado. Las inversiones de estas instituciones alcanzan a tres millones de pesos ($ 3.000,000) anuales; ¿han sido oportunas las juntas al mantenerse en una actitud que, según ellas, les permite por medios de donaciones y legados aumentar los bienes públicos que ellas administran? No lo creemos: 1.° porque nadie está autorizado a sostener que estas donaciones solo se las pueda obtener manteniéndose en esta situación; y 2.° porque no es un posible aceptar que más le representan a las juntas el millón y medio que obtiene como fruto de los bienes públicos ya enumerados, que la asimilación y desarrollo de las iniciativas proletarias, cuyo valor financiero alcanza ahora, en las actuales circunstancias, a tres millones de pesos. Por último debemos mencionar que, en nuestra flamante república democrática, instituciones como las juntas de Beneficencia, contradicen nuestro espíritu público nacional. Este es otro absurdo tan grande como los demás; los 5/6 de los gastos de la Beneficencia Pública se finanzan con los presupuestos de la nación, y, el sexto restante, lo obtienen del juego y de los frutos de los bienes públicos que ellas administran. Teniendo en cuenta esto, la Federación de Estudiantes acordó en 1919 peticionar. 1.° Que los problemas sociales de naturaleza biológica se resuelvan con todo su carácter e importancia colectiva, declarando que la Asistencia Social es una de las funciones del Estado; 2.° Que se creen los servicios de Asistencia preventiva y; 3.° Que se relacione la Asistencia Social con la cooperación obrera que gasta cerca de 3 millones de pesos con este mismo objeto sin conseguir resultados apreciables. En esta forma la Federación de Estudiantes coopera en el tratamiento sintomático de una situación que, como ya hemos dicho, depende esencialmente de las relaciones sociales de los hombres.

OSCAR ORTEGA. Presidente del Centro de Medicina