El fracaso de la Conferencia de Génova

Desde 1919 ningún acontecimiento ha tenido hasta la fecha la importancia que tiene la Conferencia que por estos días se celebra en Génova. Durante estos últimos tres años las Naciones han pasado el tiempo en pequeñas escaramuzas, e intentonas con las que se ha pretendido ocultar inútilmente la situación verdaderamente angustiosa porque atraviesan. La conferencia de Génova es el primer paso que se ha dado en el sentido de conseguir la reconstrucción europea. La prueba de ello, es que asisten delegados de naciones como Rusia y Alemania, que estaban hasta ahora último, excluidas del concierto de los Estados capitalistas de Europa.

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA La guerra europea, entre otros resultados, produjo la ruina económica de la mayoría de los Estados beligerantes, causando así un serio desequilibrio en la organización capitalista internacional. La política europea de estos últimos años, ha sido determinada –como ha sucedido en todas las épocas en la sociedad,– por la situación económica que ha planteado en cada uno de los países, problemas gravísimos, que exigen una resolución más o menos inmediata, so pena de poner en peligro la estabilidad de sus instituciones. De aquí resulta que examinando el estado económico y financiero de los gobiernos representados en Génova, se explica muy fácilmente la actitud que ha adoptado cada uno de ellos. Empecemos por Francia, que es la Nación que más se ha distinguido por su actuación militarista y ultra-reaccionaria. Francia, país que no tiene una gran capacidad industrial, ha sido uno de los más perjudicados con la guerra. Comarcas enteras han sido devastadas, y sumas enormes se han derrochado para poder mantener ejércitos de millones de hombres. Resultado; la economía francesa está hecha pedazos, de tal modo que no puede rehacerse sino con el concurso de otras Naciones. ¿Pero qué Nación, en las circunstancias actuales, estaría dispuesta a facilitar su ayuda a Francia? Inglaterra, tiene bastante que hacer consigo misma. Su situación financiera, es tal que se ve obligada a reducir sus presupuestos en cantidades harto apreciables. Y los Estados Unidos, dirá alguien. Los capitalistas yankees son acreedores de Francia en fuertes sumas que le prestaron en la guerra, y no darán un penique más hasta qué no se les haya cancelado estas deudas anteriores. Le queda a Francia sólo un recurso: exigir de Alemania el pago de las reparaciones consignadas en el Tratado de Versalles.

EL TRATADO DE PAZ DE VERSALLES Cuando terminaron las hostilidades, los aliados impusieron un Tratado de paz a los alemanes vencidos. Este Tratado, redactado en pleno período de la embriaguez guerrera, que produjo la victoria, es producto de la inteligencia patriótica y militarista de Mr. Clemenceau. Este Tratado contenía exigencias monstruosas para con los vencidos y autorizaba a los vencedores –léase a Francia– a tomar precauciones militares excesivas. En suma, es un Tratado de paz que ha mantenido a Europa en un estado de continua agitación guerrera. La política francesa, ha proclamado la intangibilidad del Tratado de Versalles y sus representantes se han negado a discutir cualesquiera de sus cláusulas, aunque en el hecho, dicho Tratado no ha sido respetado debido a la misma monstruosidad de sus condiciones. En el Parlamento francés se ha formado una fuerte corriente reaccionaria –el blok nacional, como lo llaman algunos– que, basándose en el Tratado del gran Clemenceau, es la que ha mantenido esa política militarista y agresiva que ha aislado a la Francia. Se pide desde París insistentemente reparaciones y garantías, porque Francia no puede rehacerse sin el concurso alemán. Pero Alemania, al aumentar su capacidad de pago, verá también incrementada su fuerza, y Francia pensaría en el Rhin una vez más. “Que Alemania nos pague las reparaciones de tal modo que se arruine totalmente y deje de ser un peligro más o menos cercano”. Esta ha sido la norma determinante de la política francesa.

LA POSICIÓN DE INGLATERRA Por su parte, Inglaterra tiene también difíciles y graves problemas que resolver. Siendo como es, un país de una gran potencialidad industrial, necesita rehacer su industria que, debido a la falta de mercados, sufre una gran crisis. Como decía Lloyd George en el Parlamento, las exportaciones han disminuido en un año en 900 millones de libras esterlinas, y la producción de hierro es en 1921, 10 millones de toneladas menor que la de 1913. La producción de acero ha disminuido igualmente en 4 millones de toneladas. Hay millones de desocupados, Inglaterra necesita, pues, urgentemente consumidores. De otro modo está condenada a perecer, tarde o temprano. Los únicos países de Europa que pueden proporcionarle mercados son Alemania y Rusia, especialmente la última. Pero Inglaterra no puede entablar relaciones comerciales con Rusia, mientras se mantenga el bloqueo a este país. Es necesario, por lo tanto, darle facilidades para su reconstrucción, levantar el bloqueo, entrar en negociaciones directas y, finalmente, reconocer jurídicamente a su gobierno. De aquí nace la divergencia franco-inglesa, porque Francia no quiere oír nada que se refiera a dar facilidades a los rusos, mientras estos no paguen las deudas contraídas por los gobiernos anteriores con los capitalistas franceses. Es claro que, por detrás de esto, está la esperanza francesa de que el gobierno del Soviet se derrumbe el día menos pensado. En lo que respecta a Alemania, el capitalismo inglés no puede pensar en venderle nada, mientras el pueblo alemán no mejore de situación económica. Para esto es necesario que Francia abandone su política exigente. Pero el patriótico blok nacional es inflexible. Aquí salta una pregunta: ¿por qué Inglaterra no abandona a Francia, y sigue su camino del modo que más convenga a sus intereses? La cosa merece una explicación, Inglaterra es, además, una potencia insular que necesita asegurarse la supremacía naval para su desarrollo. Ahora bien, en la última conferencia de Washington, los norteamericanos, al aprobar la limitación de los armamentos navales, lo hicieron calculando quedar en un pie de igualdad con Gran Bretaña. Además, impidieron la unión de Inglaterra con el Japón. Resulta, entonces, que la única forma con que cuenta Inglaterra para mantener la supremacía naval es aliándose militarmente con otras Naciones europeas. Estas naciones no pueden ser otras que Francia o Italia. He aquí por qué Lloyd George no ha querido romper con Francia a pesar de las molestias que le ocasiona esta unión. ¿Por qué cayó Briand? Esto nos va a explicar también la intempestiva caída del ex-premier francés, M. Briand. La celebración de la actual Conferencia de Génova fue acordada en una reunión aliada efectuada en Cannes. M. Briand fue a Cannes con el objeto de tratar del crónico asunto de las reparaciones alemanas. Al menos esto era lo que pensaban los miembros del block nacional cuando aprobaban sus poderes. Pero, resultó algo imprevisto por los franceses: Mr. Briand en vez de tratar de las reparaciones, se dejó convencer por Lloyd George de la necesidad de una conferencia europea que discutiese la reconstrucción continental. M. Briand se ha olvidado de la patria, de Clemenceau y del Tratado de Versalles. Las bocas dicen: “Traición”. Se derribó a Briand y se echo a la palestra a M. Poincaré, quien viene a ser algo así como un salvador de la patria y del honor nacional amenazados.

EN LA CONFERENCIA DE GENOVA Al fin, y obedeciendo a una necesidad imperiosa, se acordó por los aliados la conferencia de Génova, a la cual han asistido delegados de todo el continente europeo, incluso de Rusia y Alemania. Lloyd George se aprovechó de la situación internacional para asegurar su situación política interna: al patrocinar la conferencia de Génova, al mismo tiempo que obedecía al capitalismo inglés, impedía la caída de su ministerio. Aparecía ante la opinión pública de su país como un salvador y hacía así imposible que sus enemigos políticos lo venciesen en el Parlamento. La política observada por las naciones en la conferencia de Génova no difiere gran cosa de su política anterior. Poincaré va a aceptar un plan de reconstrucción europea, siempre que no le toquen el famoso Tratado de Versalles. Lloyd Ceorge, convencido del anacronismo de dicho Tratado, quiere a toda costa llegar a un acuerdo positivo con los rusos y alemanes. Alemania va a la conferencia con la esperanza de que se discuta el asunto de las reparaciones, ya que no parece dispuesta a acceder a las exigencias francesas. Los rusos, dándose cuenta de la necesidad que de ellos tienen los capitalistas, están dispuestos a negociar en la forma que más le convenga. Manifiestan deseos de pagar las deudas francesas, pero siempre que se les haya facilitado un empréstito para su reconstrucción y se les reconozca de jure. Los Estados Unidos son sólo atentos espectadores, aunque implícitamente no apoyan la actitud francesa, por lo que han hecho varios llamados a la Francia. Los capitalistas yankees saben perfectamente que si sigue el gobierno francés gastando enormes sumas en el mantenimiento de un formidable ejército, ellos no tienen muchas probabilidades de recibir el pago de sus deudas.

EL TRATADO DE RAPALLO Pero, he aquí que la conferencia de Génova es sorprendida con una ingrata nueva: los rusos y los alemanes, se unen en virtud de un tratado que si bien es vago, puede ser la base de futuras negociaciones. Los aliados se sobresaltan. Poincaré se imagina a Polonia invadida y a Alemania fuertemente reconstruida, y hace declaraciones furibundas en las que amenaza con ocupar militarmente una nueva región alemana. Lloyd George, inquieto, desea entablar a su vez relaciones directas con los rusos; pero estos, sintiéndose fuertes, ponen nuevas condiciones. No hablan ya de pagar las deudas contraídas por los gobiernos anteriores y hasta se permiten amenazar a Polonia, en cuyas fronteras tienen acampado un ejército numeroso. Por otra parte, el tratado ruso-alemán pone en serio peligro las relaciones franco-inglesas. La prensa francesa empieza a denunciar una supuesta traición de Lloyd George, acusándolo de mantener negociaciones secretas con Tchicherín. A su vez, el premier inglés protesta de la actitud divergente de Francia, la que pretende hacer fracasar la conferencia, y habla de la necesidad urgente de negociar con los rusos y alemanes porque, si se les abandona, desarrollarán una terrible amistad que causará daños enormes a Europa.

EL PETROLEO RUSO, LA SHELL TRANSPORT Y LOS MILLONARIOS YANKEES El problema que ha adquirido en estos días mayor importancia es referente a las propiedades de los extranjeros en Rusia. Como se sabe, los bolcheviques, al adueñarse del poder, nacionalizaron las grandes empresas industriales del país. Entre éstas están incluidos los yacimientos petrolíferos del Mar Negro. Sabido es, también, que desde 1919, se ha entablado entre Inglaterra y Estados Unidos una lucha tenaz por la conquista del petróleo mundial, base obligada de las escuadras modernas. Ahora bien, en el último memorando enviado por los aliados a Rusia, se propone solucionar el problema de las propiedades de un modo tal que favorece a los capitalistas ingleses. Estos están representados por la Shell Transport, trust poderosísimo que tiene bajo su control gran parte del petróleo que hay actualmente en el planeta. La prensa empezó a hablar de un contrato secreto entre los rusos y la Shell Transport. Pero Bélgica contaba con el petróleo ruso para su reconstrucción y no está dispuesta a dejar que se lo lleven los ingleses. Apoyada por Francia, se niega a firmar el memorando aliado, exigiendo la total devolución de las propiedades rusas a sus antiguos dueños. Esta es la situación en el momento en que escribimos. Los delegados rusos tienen en su poder un memorando firmado por algunas de las Naciones aliadas en el que se le hacen proposiciones cuya aceptación por parte del Soviet parece dudosa. Puede ser también que el objeto del memorando no sea otro que el de hacer aparecer a los rusos como los culpables del fracaso de la conferencia. Al efecto se les exige condiciones que de antemano se sabe van a ser rechazadas. En todo caso no es aventurado decir que los vencedores de la jornada han sido los rusos, quienes han dividido a los estados capitalistas: Se sabe de fijo que, en el caso que fracase la conferencia, los rusos negociarán por separado con los ingleses, los italianos y los yankees. Estos últimos, representados por los millonarios Vanderlips y Lervis, han llegado ya a Génova, con el mismo apresuramiento con que acuden las aves de rapiña a un sitio donde hay un cadáver descompuesto.

SANTIAGO URETA.