21 DE JULIO

II. aniversario del saqueo y asalto de la Federación

Han transcurrido dos años desde el vergonzoso mediodía en que se saqueó y se quemó, con furor salvaje, nuestra casa y nuestra biblioteca. Y todavía se sigue amontonando papeles borroneados en un sumario cuyas actuaciones se resienten de la inmoralidad que dio origen a aquel crimen. Acaso se persiga atenuar, a lo largo del tiempo, la responsabilidad de los saqueadores.– Acaso, también, la dilación tenga por objeto mantener, en el espíritu de los ofendidos, una esperanza de justicia. Pero nosotros lo sabemos: !no se hará justicia! Hemos atravesado por todas las pruebas; seguimos todos los recursos; agotamos todos los es­fuerzos imaginables; y ya no nos queda sino una sola convicción, inc­onmovible, definitiva: ¡no se hará justicia! Los mismos hombres que aplaudieron, en Julio de 1920, la explosión de odios que persiguiendo a los culpables de pensar con limpieza, y de obtener de un Gobierno criminal o perturbado que expusiera públicamente las razones de un acto que casi nos llevó a la guerra con países vecinos; los mismos hombres para quienes era criminal que miembros de una democracia pretendieran conocer las determinaciones de actos injustificables del Gobierno, son los que tienen a su cargo la caricatura del proceso que, debiendo castigar a los asaltantes, se ha entretenido persiguiendo a los asaltados. ¿Podemos esperar de ellos justicia? ¿Y que justicia puede hacerse hoy, dos años después; qué justicia cuando los cobardes amparados por la autoridad de Gobierno y Policía han dispuesto de toda clase de elementos para llegar hasta a demostrar que ni fueron asaltantes, ni existió asalto, ni se destrozó nuestra casa, ni se quemó nuestra biblioteca? Un funcionario judicial que despojado de prevenciones y atravesando por sobre la trama de influencias vergonzantes, examinó el proceso, descubrió la inocencia de nuestros camaradas (que con entereza, empezaron a defender la casa de los estudiantes para tener luego que abandonar todo intento defensivo ante la avalancha enfurecida de santo patriotismo, y señaló la culpabilidad de tres caracterizados saqueadores. ¡¡Como sí nosotros, como si la conciencia pública no supiera que Gandulfo y Soto obraron en defensa propia; como si no fuera evidencia en todos los espíritus que una turba de tres mil inconscientes se dedicó rabiosamente a deshacer sillas, a romper muebles, a quemar libros, para evitar que en el futuro, otros jóvenes siguieran razonando, continuaran la tarea que se ha impuesto la Federación de Estudiantes de Chile, de llevar la verdad a todas las conciencias, criticando lo malo, señalando la inmoralidad, combatiendo todos los aspectos de la mentira!! Hoy, cinco meses después del dictamen del promotor fiscal suplente, señor Amenábar Ossa, la justicia de nuestro país ha declarado, ha reconocido la inocencia de Pedro Gandulfo y Rigoberto Soto. Para quién, con la más ingenua fe del mundo considere este acontecimiento, aparecerá desde hoy demostrando jurídicamente el saqueo, y tendrá que confiar en el castigo de los saqueadores. Porque si los asaltados no provocaron, (y en esto se funda el sobreseimiento expedido por el juez del crimen), no cabe otra conclusión sino que fueron provocados por los manifestantes de patriotismo... Pero nosotros no esperamos nada. Nos basta la conciencia de que cumplimos con un alto deber de hombres, al proclamar la verdad y defender la justicia. Cuando en 1918 se atacó por primera vez a la Federación de Estudiantes por sus iniciativas internacionales; todo lo que habíamos hecho era procurar una vinculación entre el pueblo del Perú y el nuestro; entre los universitarios de allá y los de aquí. Sin embargo, las manifestaciones de patriotas perseguían algo muy distinto, ahogar entre los histerismos de un patrioterismo ridículo, la ignominia de que en pueblos libres, democráticos, se robara y saqueara impunemente a los nacidos en otra tierra. Y lo decimos muy en alto: lo mismo en el Perú que en Chile, se robó, maltrató, saqueó y vejó a los ciudadanos del «enemigo». Y para paliar el crimen, fueron las procesiones “cívicas”, degeneraciones del patriotismo, la formación de “ligas patrióticas”, etc., etc.

En 1920, cuando Sanfuentes y Ladislao Errázuriz ingeniaron la solución del problema del hambre, (que hacía resaltar las injusticias de la organización social en que vivimos), por medio de una movilización de ejércitos, que era una agresión moral, una provocación a los países vecinos, la Federación de Estudiantes de Chile se alzó con serenidad en medio de la vesania patriótica, y preguntó: ¿para qué, por qué se movilizan tantas tropas? Entonces se respondió con el saqueo del Club de Estudiantes, y con el incendio; con el auto de fe de su biblioteca pura e inocente. El año pasado, con motivo del centenario del advenimiento de la libertad del Perú, el núcleo estudiantil se dirigió a sus camaradas del Rimac invitándolos a empeñarse por un acercamiento entre nuestros pueblos. También la incomprensión respondió con el insulto soez y la calumnia grosera a esta elevada manifestación de humanidad. Pero entre tanto, ¿qué ha pasado? El Gobierno, en Diciembre del año pasado, encaró el problema que divide a los gobernantes de Chile y el Perú desde 1883, con ánimo de solucionarlo. Quizás si se hubieran estimulado las iniciativas del selecto grupo que actúa en las corporaciones estudiantiles de ambos países, los dirigentes se habrían visto presionados por la fuerza moral de sus con-nacionales, que exigían la terminación del entredicho. Hoy, plenipotenciarios de Chile y el Perú procuran, bajo la tutela de Estados Unidos, arreglar para siempre el pleito internacional chileno-peruano. Y merced a nuestra prédica sostenida, entre nosotros ya casi no quedan chauvinistas que se cierren a toda posibilidad de avenimiento. El tiempo nos va dando razón. Los hechos con que se hará más tarde la historia se encargan de hacernos justicia. Pero nosotros no la deseamos sino así, fluyendo de los acontecimientos mismos. Una vez más podríamos reclamar, si las negociaciones de Washington llegaran a buen término, nuestra parte en el triunfo de la razón. Pero no queremos glorias. Aspirarnos a algo más puro, a una satisfacción más alta; la de que cada cual obre con conciencia, que así únicamente se puede esperar en la justicia. Entretanto, siga el proceso por el saqueo de nuestro hogar. Hombres que desde su cargo de jueces aspiran a ser tenidos por honrados, se dedicarán a lograr aplausos “haciendo todo lo mismo que los demás”. De esta suerte de honradez abominamos. Nos mancharía una justicia de represión particular para un crimen colectivo. No nos harán justicia. No nos la pueden hacer. LA JUSTICIA DEBE SER OBRA EXCLUSIVAMENTE NUESTRA, Y PARA LOGRARLA, CONTINUAREMOS EN ESTA PESADA LABOR DE LIMPIAR DE RUINDADES LOS ESPIRITUS. SEGUIREMOS MORALIZANDO A LA GENTE DE ESTA TIERRA; ACOSTUMBRANDOLA A DECIR SIEMPRE LA VERDAD, Y A OBRAR EN TODO CASO DE ACUERDO CON LA JUSTICIA.

Santiago, 21 de Julio de 1922.

DANIEL SCHWEITZER.