Plática Matinal

Esta mañanita, con este cielo tan puro, con este sol tan tibio, con esta nieblita azul, he salido a vagar por las calles, liviano el corazón y ligero el pensar. ¡Cuántas mañanas han pasado y han naufragado inútilmente! ¡A cuántas mujeres he sonreído creyendo que era la novia! El amor nunca nos visitó, corazón. Las mujeres nos miraron un momento, como éstas que pasan ahora a nuestro lado, y después se fueron. En esta mañana todo es ligero y ágil. Las muchachas arropadas entre sus pieles, pasan rápidas con sus pasos breves e impacientes. Los muchachos gritan y se corretean como pequeños gorriones. Obreros desocupados, serenos y apacibles, dejan que el sol cosquillee con su calorcito sus cuerpos maltratados por el hambre y el frío de la noche anterior. Todas estas gentes tienen el rostro firme y los ademanes elásticos, de los que dejan emplearse sus energías libremente, de los que tienen seguro un hogar y un pan para su mesa. Cómo se alboroza y expande mi corazón con esta gente, que no es la gente indolente y cansada de la tarde, que entra a los bares y que bosteza y se aburre frente a las mesas desiertas. En esta mañanita con este sol y con este cielo, yo he sentido unos dulces deseos de andar. De andar por campesinos caminos, sin ninguna preocupación en el espíritu, sólo con mi pena y mi alegría. Pero estos, no son más que deseos, invencibles lazos, preocupaciones extrañas a mí, me envuelven: Ya nada nos va quedando de nuestros sueños y esperanzas antiguos. La vida se ha encargado de ahuyentarlos como el sol de medio día se encargará de disipar esta niebla azul qué cubre la lejanía. Ahora está frente a nosotros la realidad fría e inexorable. ¿Cómo es que ha pasado tan pronto la vida?. Nosotros, corazón, parece que todavía no hemos andado nada y sin embargo... ¡Cuánta esperanza nueva y cuanto joven corazón han venido llegando mientras sufríamos vanamente! Talvez, en algún tiempo fuimos claros y hermosos como esta mañana tibia, arropada en niebla azul como una novia en el velo nupcial. Pero ya vendrá el medio día, corazón, y esta mañana clara con esta niebla azul será nada más que un recuerdo. Talvez vengan otras mañanas. Pero nosotros, corazón, ya hemos perdido la niebla azul del ensueño y estamos frente a la realidad fría e inexorable.

RENATO MONESTIER.