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LAS INSCRIPCIONES ELECTORALES

Desde el 1.o de Noviembre ha comenzado en todo el país el funcionamiento de las llamadas juntas inscriptoras que tiene como fin formar ciudadanos que voten en las elecciones generales de Marzo próximo. El rebaño democrático ha parecido preocuparse hondamente de la farsa: ha concurrido en masa a inscribirse, halagado con la idea de intervenir para darse “una parlamento que refleje las aspiraciones populares”… En medio de los ingenuos ciudadanos que van a inscribirse sabemos que se cuentan algunos jóvenes estudiantes y obreros que en repetidas oportunidades han hecho profesión de fe anarquista o sindicalista, o simplemente antipolíticos en general. Para que los que se interesan por estas cosas sepan a qué atenerse en el futuro, daremos pronto una lista completa de los dilettauti pseudo-revolucionarios a que hemos aludido, a pesar de que algunos de ellos parezcan marchar aún a nuestro lado.

LA VERDADERA CAUSA

Una breve noticia cablegráfica nos acaba de informar que un tal Andreoli, arzobispo de Recanati y Loreto, en Inglaterra, se cayó a un pozo de 40 pies de profundidad matándose instantáneamente. Algunos católicos fervientes han creído ver en esta desgraciada caída; la mano justa y bienhechora del altísimo; otros, la realización de un antiguo deseo que tenía el señor arzobispo por conocer las “entrañas de la tierra”, que diría un literato modernista. Sin embargo, la verdad de las cosas es muy otra. Según todos los rumores que circulan, parece que el señor Andreoli, en el momento de acercarse al pozo fatídico, no había cumplido ninguno de los preceptos antialcohólicos que aquí propaga—si bien jamás los pone en práctica —el “doctor” Fernández Peña. Y en estas condiciones, ¿cómo podía mantener el equilibrio al borde de un precipicio?

NO CONFUNDAMOS

En las informaciones políticas que publican los diarios se dan continuamente noticias alarmantes sobre las incidencias suscritas por los “estudiantes que desean inscribirse en los registros electorales”. Se relatan con lujo de detalles los incidentes que provocan los “aspirantes a ciudadanos”, como se afirma que no pequeña impudicia. La realidad, sin embargo de lo que la prensa asegura, es otra. No son los estudiantes los que anhelan inscribirse; no es la juventud ilustrada la que pretende incorporarse al rebaño ciudadano. Los que causan esas incidencias son algunos vagos que frecuentan los patios universitarios, dos o tres ociosos algo desquilibrados que se entregan al primer impulso venga de donde venga. Y en el caso particular de la Junta que funciona en la Escuela de Medicina, no han sido estudiantes los que se querían inscribir sino esos palomillas, picantes, pequeños rufianes y matones que abundan en el Barrio Independencia. Los estudiantes están en los laboratorios, en las clínicas, en los hospitales. Estudian, observan, practican su profesión. Un pequeño número también se se alista en el secreto seguro de su yo individual. Lo que no vemos en ninguna parte es el estudiante que quiere inscribirse, votar, “hacerse ciudadano” y demás zarandajas de que hoy se habla en todos los tonos.