DE LA HORA QUE RUEDA

CROQUIS, DE ERIK

ARTURO SANFUENTES, SUICIDA

En los últimos días de Junio pasado, se partió el cráneo de un pistoletazo Arturo Sanfuentes Echazarreta, hijito de su papá, el ex-Presidente Juan Luis Sanfuentes Andonaegui, de cuyo progenitor dijo este en cierta ocasión que en lugar de tantos versos habría sido mejor que hubiera dejado más plata... El hecho no habría tenido nada de extraordinario si no se tratara del vástago de todo un ex-Presidente de la República, de un niñito bien, de un poderoso retoño de la oligarquía. Pero su triste fin ha servido para constatar hasta qué grado de abyección llega la buena prensa, la de ediciones de cuarenta páginas y espinazo flexible. La noche en que el mozalbete Sanfuentes se disparó el tiro, pues no murió inmediatamente, comisiones de caballeros de buena voluntad recorrieron las imprentas implorando que no se publicara la noticia. Comisiones de caballeros, de esos que cuando por algún extraño acaso llegan a publicar un remitido comienzan por declarar que se “ven obligados a descender” a las columnas de la prensa diaria, de esos mismos caballeros que ruegan con las lágrimas en los ojos la inserción de un párrafo de policía, y que dejan los talones porque se de a la estampa el más insignificante suelto que halague su vanidad. Los diarios, con notable unanimidad, ocultaron la noticia y sólo la registraron en sus columnas después que el pobre mozo había rendido la existencia. Pero que qué forma, ¡santo Dios! ¡Qué elogios, qué ponderaciones, qué panegíricos más estupendos! El talento, la probidad, la austeridad de su vida privada, la corrección de sus procedimientos, la santidad de sus costumbres, se le reconocían con unanimidad asqueante. Y ¡cuán lejos de la realidad estos hipócritas elogios! ¿Quién no sabía que Arturo Sanfuentes era un mozo aturdido y botarate, jugador y vicioso, vividor empedernido y tunante sin remedio? El pobrecito deja a su atribulado (?) padre una triste herencia en letras, cheques, etc., que no acusan, por cierto, una solvencia envidiable. Es indudablemente una crueldad remover estas tristes miserias, pero cuando la prensa miente con tanto descaro no hay más que gritar la verdad a los cuatro vientos y escupirla a la cara de los hipócritas. ¿Y esta es la juventud bien, la que pretende tener en un futuro cercano los destinos del país en sus manos? ¿Esta es la juventud que pretende arrebatar el poder al electorado? Dios tenga piedad de nosotros, y ojalá que nunca el desacreditado poder público llegue a manos tan indignas como las del pobre suicida que acaba de sucumbir al peso de su vida desenfrenada.

COSTOMIRIS PANAGIOTIS.

EL HOMENAJE A DOMINGO GOMEZ ROJAS

El 21 de Julio, aniversario de saqueo y destrucción del Club de Estudiantes, se llevó a cabo el anunciado homenaje a Gómez Rojas, víctima de la demencia reaccionaria que en 1920 se desencadenó en este seráfico país. No recordaremos los pormenores sombríos de aquella época de persecuciones, de crímenes, de atentados inauditos contra la libertad. ¿Para que? Grabada con los lineamientos intensos de un agua fuerte, está, en cada uno de nosotros, la memoria de aquellos días aciagos y turbulentos. Pero no seríamos leales con nuestro deseo si no repitiéramos una vez más, como un rito de castigo y de venganza viril, nuestra maldición de hombres libres, a todos los torvos promotores de esa tragedia cívica: A Sanfuentes, el hospiciano siniestro que dirigió, sonriente, los manejos homicidas de la oligarquía y del clericalismo; a Ladislao Errázuriz, el histérico fantoche que ordenó una movilización estrafalaria, extorsionando los caudales de la Nación que comprometiendo la paz del continente; a Enrique Zañartu, el “Huaso Raimundo” de política chilena que incitó a las turbas de la aristocracia contra la Federación de Estudiantes. Y vaya, también, nuestra maldición ardiente a todos aquellos que sintiendo la verdad no la mostraron en su aterradora desnudez: a los que en el Parlamento Nacional sancionaron, con su silencio de eunucos los crímenes que se cometían en nombre de la patria y del orden social (?); a los intelectuales que, olvidando los deberes de la cultura, enmudecieron ante el vandalismo oficial; a los grandes diarios de Chile que engañaron a la opinión pública y aplaudieron, con oficiosidad mercenaria, los vesánicos atropellos del Poder. Todo hizo crisis, entonces. La timidez mujeril, la indigencia moral de los políticos, de los intelectuales, de los periodistas, alcanzaron proporciones inverosímiles. Tan solo obreros y estudiantes, libres se mantuvieron erguidos, de pie, seguros en la grandeza de su ideal. Vilipendiados por los fariseos del Gobierno, mordidos por los paniagudos de todas las castas, enlodados por los traficantes de la pluma, esperaban, confiados, la hora próxima de la reivindicación y del castigo. Ella tenía que venir, y vino. Desaparecieron del escenario los actores de la farsa patriótica, llevando en el pantano de sus conciencias el remordimiento de varios asesinatos: Gómez Rojas, el poeta magnífico; los mártires de Punta Arenas, y tantas otras víctimas anónimas. Sanfuentes, señalado por el índice acusador de la conciencia pública, fue a hundirse, para siempre jamás, en la “muerte viviente” del abandono, del olvido y del desprecio. Pero los otros, lo que formaban la camarilla de ese rubicundo tiranuelo de “vaudeville”, ha tenido la suprema impudicia de seguir actuando en los negocios del Estado. Astorquiza, el cínico gestor del “proceso de los subversivos”, continúa, para vergüenza irredimible de la justicia, ejerciendo su ministerio en la Corte; Ladislao Errazuriz es, para burla del pueblo de Chile senador por Curico en virtud de sus millones, y candidato probable de la Unión Nacional a la Presidencia de la República; Enrique Zañartu, reconciliado a causa de su ambición insana, con sus enemigos de ayer, hace cabriolas para conquistarse el aplauso y los votos de la Alianza Liberal. ¿En qué país estamos? ¿Cómo puede relajarse tanto la memoria de los hombres? Y en estos días, en medio de esta vida mezquina y sin belleza que nos agobia, los estudiantes han celebrado un homenaje a Gómez Rojas. Deseos nos dieron de arrojar a la multitud de barbilindos y mocitos bien, las más duras, las más amargas palabras. Palabras que fuesen guijarros... Porque casi todos (hubo, entre los oradores, dos o tres hombres dignos...) los que tomaron al poeta muerto– símbolo de las más puras aspiraciones– como tema de su retórica de almanaque, eran los representantes de la mediocridad estrepitosa e insolente, declamadores sin decoro y sin sanción que arrastran sus pretensiones con una suntuosa vanidad de primates. Las aulas universitarias están en la actualidad rebosantes de una juventud inepta, inferior a su tradición, que sólo busca el éxito y el título profesional para acomodarse en la sociedad, y desempeñar en ella, con honesta tranquilidad burguesa, sus funciones nutritivas y reproductoras. Y esos mozalbetes sin voluntad, sin espíritu, sin nada, se atrevieron, para darse tono, a hablar de Gómez Rojas; rumiaron sobre la tumba de nuestro compañero sacrificado las frases lacrimeantes de una sensiblería beata y ocasional. Para darse tono...

JUAN CRISTOBAL.

UN DESTERRADO PERUANO.

Por breves días hemos tenido como huésped al señor Manuel A. Seaoane, presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, deportado– lo mismo que Haya de la Torre y tantos otros espíritus libres – por el Gobierno jesuita del dictador Leguía. En varias conferencias dictadas en los locales obreros y estudiantiles, dio a conocer los atropellos y persecuciones de que son víctimas cuantos se atreven a protestar de la política del dictador. Dijo que las garantías constitucionales estaban suspendidas, que el derecho de reunión era cosa muerta, y que las masacres de obreros y estudiantes eran el pan de cada día. Para impedir el conocimiento de estas noticias en el exterior, se ha implantado la más severa censura telegráfica. En una palabra, que en el Perú se vive hoy como aquí se vivió el año 20 bajo la tiranía asqueante de Sanfuentes, y como actualmente se vive en la España de Primo de Rivera y en la Italia de Benito Mussolini. El camarada Seoane se radicará en Buenos Aires, donde proseguirá sus estudios de Derecho. Hasta allá le acompaña nuestro saludo más cordial.

LA HUELGA DE LOS TIPOGRAFOS

Dos largos meses lleva ya la huelga declarada, por los tipógrafos a varios industriales que sistemáticamente se han negado a aceptar el pliego de condiciones que les fue presentado y por el cual pedían reconocimiento de la Federación, aumento de jornales, etc. Ardua y tesonera ha sido esta lucha, increíbles los esfuerzos realizados para mantenerla; pero ella ha venido a demostrar el verdadero concepto que estos camaradas tienen de lo que es un conflicto contra el patronaje usurpador e insolente. En ningún momento les ha faltado la energía y entereza necesarias para alcanzar el triunfo, como también para castigar al krumiraje que ha querido entorpecer el desenvolvimiento de la huelga. Últimamente la policía, con el objeto de desvirtuar el carácter de este movimiento, ha apresado – inventando no sabemos qué calumnias– a tres de los compañeros que más se distinguían por su actividad: Pedro Arratia, secretario general de la organización, Enrique Fort y Víctor Quesada. Ante este atropello incalificable han surgido por todas partes las más vivas protestas. Sabemos de varias instituciones que se apresten para efectuar una campaña encaminada a liberarlos, y a prestar todo el apoyo preciso para la pronta terminación de la huelga, en un sentido que de cumplida satisfacción a sus aspiraciones. Hacemos votos porque así sea.