La premonición en el sueño

¿Cómo puede concebirse en el hombre la posibilidad de una facultad singular que le permita prever durante el sueño, los acontecimientos que tendrán lugar en el porvenir, si estos acontecimientos dependen de circunstancias fortuitas que no obedecen a ninguna ley y que están únicamente ligadas por el azar? Por muy preparado que se esté para considerar como incompletos los conocimientos actuales, a pesar de la disposición de elevarse contra el dogma científico y admitir que los problemas actualmente considerados como insolubles, serán un día resueltos, la credulidad tiene sus límites, motivo por el cual nosotros consideramos que la previsión de hechos que son el resultado de circunstancias puramente accidentales, debe atribuirse, la mayoría de las veces, a simples coincidencias más que a una facultad misteriosa del cerebro humano. Indudablemente la invocación de energías ocultas para explicar las premoniciones es mucho más simple que la investigación de las verdaderas causas. Las tendencias que tenemos de aceptar las soluciones que no exigen ningún esfuerzo, nos impulsan a atribuir estas manifestaciones a fuerzas desconocidas, por que, una vez admitidas, no es necesario fatigarse para comprender estos fenómenos. Parécenos imposible que espíritus científicos puedan tan fácilmente contentarse y es por esto que desde hace algunos años hemos intentado descubrir algunas de la razones de estas premoniciones en el sueño, a veces tan impresionantes. Sometiéndolas al análisis nos ha parecido que podían atribuirse a causas reales, o a coincidencias. Cuando se relacionan con hechos reales, no son, propiamente dicho, premoniciones, puesto que estos hechos son anteriores a los sueños que las conciernen; su mecanismo parece explicarse de esta manera: A pesar nuestro, por ejemplo, nuestros sentidos pueden ser impresionados por una conversación entre dos personas, que a nuestro lado, hablan de un asunto cualquiera al que nosotros no prestamos atención. El cerebro es susceptible de recibir la impresión duradera de estas sensaciones auditivas sin que la memoria conserve el recuerdo al estado despierto; durante el sueño este registro subconsciente, esta sub-memoria, es susceptible de manifestarse por sueños relativos a los acontecimientos que en nosotros habían dejado sus trazas sin que de ello nos hayamos dado cuenta. Cuando por primera vez se conocen estos acontecimientos, queda uno sorprendido de haberlos previsto en sueños. Personalmente he tenido la ocasión de observar por dos veces, hace de esto algunos años, estas seudo-premoniciones. Durante una comida en familia uno de mis parientes anuncia a la persona que se encontraba a su lado, el fallecimiento imprevisto de un personaje político conocido. En este momento mi atención, estando sin duda fija en otra cosa, hace que la noticia me sea inadvertida; a la noche siguiente veo en sueño, sobre un catafalco, el personaje en cuestión y cual no sería mi estupefacción al día siguiente ver en la prensa la confirmación de lo que había soñado. De esto a creer que se trataba de premonición o de una facultad telepática supra-normal, no había más que un paso. Yo no lo he franqueado. Inmediatamente he interrogado a las personas que me rodean y no me he sido difícil descubrir el encadenamiento de los hechos que no podían ser más naturales. Algún tiempo antes había soñado que me encontraba en África en donde había presenciado la devastación por la langosta, de regiones enteras, y cuarenta y ocho horas después encuentro en los periódicos la noticia de los estragos causados en Argelia por este insecto. Como en el caso precedente no se trataba de premonición; buscando la causa del sueño terminé por encontrarla. La víspera, uno de los periódicos de la noche había sucintamente anunciado la plaga y este suelto me había, con toda seguridad, pasado ante los ojos. Investigando he podido comprobar que efectivamente recordaba admirablemente bien los dos artículos entre los cuales se encontraba la noticia que sin dejar de impresionar mis sentidos, no me había dejado ningún recuerdo del estado despierto. Con otros autores, desde luego, he podido comprobar que los hechos que han, solamente rozado nuestro espíritu son más tarde objeto de un sueño, como reminiscencias inconscientes. No cabe duda que si se buscase la génesis de ciertas premoniciones, su carácter metafísico desaparecería por lo menos en la mayoría de ellas. En los otros casos, nosotros por lo menos, creemos que se trata de coincidencias. Las más sorprendentes premoniciones son las que conciernen a la muerte de seres queridos, pero es necesario examinar el valor de estas previsiones. Durante mi existencia he soñado por lo menos cincuenta veces con la muerte de uno de mis parientes, sueños que felizmente no fueron confirmados por la realidad; a este propósito he interrogado un cierto número de personas que me han asegurado haber soñado cosas análogas pero que jamás fueron realizadas: mi investigación que, por lo tanto, comprende un gran número de sueños de muertes no me ha revelado una sola premonición. Sí se considera el conjunto de los habitantes del globo, llegaremos evidentemente, durante una generación, a un número de sueños de esta índole que se contarán por millares; es así que, como todo el mundo muere en un momento dado, no cabe duda que entre la cantidad inmensa de sueños puede haber algunas coincidencias. Los metafísicos citan por cientos estas falsas premoniciones que deben todavía ser más numerosas si nos basamos sobre el sólo cálculo de las probabilidades; el azar es ampliamente suficiente para explicar las concordancias que fatalmente deben producirse. El argumento primordial de los autores que creen en las premoniciones consiste en la invocación de la precisión de los detalles que se comprueban en la realización ulterior de las moralejas de los sueños. Con este objeto, el Profesor Richet cita el ejemplo siguiente: una persona sueña que a media noche un incendio se declara en su barrio, se levanta inmediatamente y se dirige al lugar del siniestro en donde encuentra al Prefecto de policía calzado con dos zapatos distintos: una zapatilla en un pie y una botina en el otro. Quince días después esta persona ve su sueño realizado en todos sus detalles; despertado por el ruido comprueba que una casa próxima está en llamas y se dirige al lugar del incendio en donde encuentra al Prefecto calzado de la manera que su premonición se lo había indicado. ¿Es posible que simples coincidencias puedan explicar las concordancias fortuitas de un acontecimiento? Los metafísicos responden negativamente y atribuyen estas concordancias a fuerzas ocultas. Esta afirmación constituye una opinión dada sin ninguna prueba. En lo que nos concierne, nuestra opinión es contraria por que, entre los hechos que en número incalculable sobrevienen cada día en el universo, es inevitable que algunos concuerden con los sueños por el simple juego del azar. En apoyo de nuestra opinión recordaremos que todo observador encontrará en su existencia coincidencias todavía más sorprendentes que las que han sido citadas y que, sin embargo, no comprenden ninguna intervención intelectual, ninguna fuerza desconocida, no son ni sueños ni premoniciones y dependen únicamente de una simple casualidad. Como ejemplo, citaremos dos casos comprobados por nosotros mismos. El Domingo 19 de Julio de 1921, habiendo entrado en un cinematógrafo de Lyon nos encontramos con una sala casi completamente llena, ocupada por lo menos por mil espectadores; en la fila de butacas que precede a la nuestra viene a sentarse un matrimonio. La señora que se coloca delante de nosotros tiene en la mejilla izquierda una cicatriz al nivel del lóbulo de la oreja; esta cicatriz forma un triángulo con una pequeña base vertical de cinco a seis milímetros de largo aproximadamente y una altura de dos centímetros. Cinco minutos después vemos llegar una familia de tres personas entre las cuales un joven de dieciséis años y que, entrando el primero en la misma fila por el lado opuesto, viene a sentarse en la butaca contigua, a la de la señora mencionada. Coincidencia, este joven tiene en la mejilla izquierda al nivel del lóbulo de la oreja una cicatriz triangular idéntica a la de la persona que se encuentra a su lado. Es así que, el mismo día, a la misma hora, en el mismo establecimiento, encontramos entre mil espectadores una al lado de la otra dos personas que presentan una lesión cutánea de una rareza excepcional, del mismo aspecto, de la misma forma y de la misma dimensión. Esto es una simple coincidencia cuya precisión y la multiplicidad de los detalles son más sorprendentes que los de la premonición citada por el Profesor Richet. En esta caso tratase de un simple azar y si parecidas coincidencias son ajenas a toda influencia misteriosa, ninguna razón se opone para que ellas no se produzcan entre los sueños y los fenómenos que de ellos pueden surgir. Hemos todavía tenido la ocasión de registrar un hecho curioso por la similitud de los detalles. Siendo agregado al Servicio de Sanidad durante la guerra, un día vemos entrar en la sala de San Luis del Hotel Dieu de Lyon, el cazador B... del 12.º batallón, herido el 3 de Noviembre de 1914 en la pierna derecha que presenta una llaga un poco más debajo de la rodilla: la lesión que era benigna cura rápidamente y el herido, después de una corta convalecencia, es nuevamente incorporado y enviado al campo de operaciones. Un año después, el 7 de Noviembre de 1915, vuelve a ser herido por casualidad en la misma pierna y la llaga es casi idéntica a la primera; el azar de las evacuaciones hace que sea dirigido a Lyon y entre los numerosos hospitales de esta población, lo dirigen al Hotel Dieu y en este hospital de 1200 camas es, por azar, recibido en la misma sala San Luis. El conjunto de estas remarcables coincidencias sorprende al personal de servicio que no cesaba de relatar el hecho, así y por este motivo recordamos la necesidad de ser circunspectos cuando por base de una argumentación, se toma el relato de hechos de esta índole. Un año más tarde hemos oído narrar este caso a una enfermera que afirmaba de buena fe, que el soldado había sido herido en el mismo pueblo y que las dos veces había sido hospitalizado en la misma cama. Por su propia autoridad y por una exageración muy humana, a los acontecimientos por sí solos singulares, ella añadía dos coincidencias más a las ya muy extraordinarias, que eran reales. Por estos motivos las narraciones de telepatía y premonición deben ser aceptadas con toda reserva, y esta reserva es tanto más necesaria ya que el narrador está preparado a causa de su credulidad a la deformación instintiva de los hechos en el sentido favorable a la tesis del misterio y de las fuerzas ocultas. Parécenos completamente inútil el recurrir a energías desconocidas para explicar estas seudo-premoniciones que el sólo hecho de las coincidencias y del azar es suficiente para hacerlas comprender de manera satisfactoria. Añadiremos que propagando la creencia en las premoniciones puede a veces cometerse una mala acción, como por ejemplo, en las circunstancias siguientes; En Octubre de 1917 he soñado que conduciendo un automóvil, entro en colisión con otro vehículo, mi coche se hace pedazos y dos parientes míos que se encontraban al interior son gravemente heridos. Algunos días después encuéntrome precisamente en una situación crítica, parecida a la que mi sueño me había mostrado y que necesitaba, para evitar un grave accidente, una decisión instantánea tomada con la mayor sangre fría. Si en este momento yo hubiese creído en las premoniciones, con toda seguridad me habría emocionado y no hubiese procedido con la imperturbable serenidad que exigía la situación peligrosa en que me encontraba. Mi premonición, puedo casi afirmar que sería realizada. La creencia en la premonición, puede, pues, en ciertos casos, ser la causa de su realización y esto es una razón más para no cultivarla.

M. AUGUSTE LUMIERE.