IDEAS Y REFLEXIONES

PARA LOS EMPLEADOS

Rebelarse es afirmar la propia personalidad. (J. Ingenieros).

No sería tarea fácil señalar las demarcaciones de lo inverosímil. Apenas si osamos concebir o creer que haya quienes frente a una situación de eminente injusticia, tolerantes de todos los dolores o sometidos a una cotidiana humillación, no alienten un sólo germen de rebelión. Apenas si osamos creer o concebir que haya quienes– elementos constitutivos de toda una clase social, o, meramente, individuos sociales– a cuya situación podría encontrársele paralelo en la del esclavo antiguo, encuentren la solución a tal modus vivendi irritante en una pasividad bovina y, también, antihumana. Nos referimos con estas palabras a los empleados de Chile. Necesitados de toda necesidad, hambrientos de todas las hambres, sedientos de toda sed, siguen una huella común: la de la estulticia de los que les precedieron y pretenden dejar señalada la misma huella a los que vienen. Pero, de vez en vez, una queja se oye, una voz es más alta que las otras voces, un grito nuevo, desentonante, hiere el oído de los del paso cansino. Luego no hay más que murmullos: pueden venir de todas partes como pueden no venir de ninguna. Cuando esperamos las almas ardientes capaces de la afirmación, ya no hay almas. Sombras, solo sombras. Conocemos el gemido y el lamento– por fin algo– y nada más. El afán realizador, la afirmación de la personalidad, de todas las personalidades necesarias, falta siempre. Se quiere la conquista de lo inmediato, de lo que se siente como primordial, una victoria que llegará pronto: jornada de ocho horas, salarios proporcionales al costo de la vida, consideraciones de personas humanas, libertad de asociación, etc. Pero para esto nadie se da al sacrificio, no se afronta la lucha, no se tira la vida para el alcance del triunfo. Se quiere confiar más en las disposiciones convencionales de las leyes, en la cucaña de la política, en la mesura, en el esperar lentísimo, o en la acción de los demás. Cuando se observa que la clase obrera– urbi et orbi– ha ido realizando, a pesar de su lentitud, una serie de mejoras que sería audaz pretender destruir, debe pensarse que tales conquistas son el producto de esfuerzos grandiosos y de sangrientas y formidables luchas. Si hay beneficios, han sido arrancados sin cobardías y con máximas rebeldías a los capitalistas y gobiernos que moran en una misma madriguera. Si en los empleados no prende el espíritu de rebelión, no podrán alcanzar nunca altitudes magníficas y la manumisión no llegará hasta que las trompetas del juicio final no vengan a despertar a los muertos de su sueño de eternidad.

MOVIMIENTO SINDICAL

¿Podemos hablar, en la actualidad, de movimiento obrero, o, mejor, de movimiento sindical revolucionario en Chile? Francamente, no. Lo decimos así rotundamente y sin aspavientos. Desde el año 20, época en que la organización alcanzó un desarrollo apreciable que hacía esperar y concebir situaciones mejores en lo futuro, desde el año 20 acá, repetimos, solo jirones de organización, leves rastros de algo pasado vemos que queda por doquiera. ¿A qué causas podría atribuirse esta precaria y tristísima situación? Sin duda alguna que muchas son las que correspondería analizar; y en este esquema de la situación, trazado ligeramente, cabe marcar aquéllas más fáciles de comprobar y que acuden de inmediato a nuestra imaginación. Primeramente la ambición desmedida de aquellos a quienes podríamos llamar “dirigentes”. Después y en un aspecto menos general, la obra de las secretarías de las organizaciones, prestas para el arribismo de los que ostentaban el señuelo de la redención o de los gabinetes elaboradores de candidaturas políticas. Aquí el futuro senador, más allá el futuro diputado o el edil. Y la bandera de la lucha de clases olvidada, cubriéndose de polvo en un viejo estante, hasta que nuevas manos la empuñen para nuevos afanes. Engaño, ambición, mediocridad, en algunos. En otros, la falta más absoluta de sinceridad y de delicadeza; caudillos, sin siquiera el relieve de tales, empeñados en la labor mezquina de los grupos personalistas, y en hundir ajenas reputaciones que podrían traer consigo ideas, afanes generosos para una lucha bella y grande. Odiosidades perniciosas y barrera desarmonizadoras. A una falta total de una pura idealidad habría que agregar la desorientación más profunda en frente de todos los problemas que la arrolladora sucesión de los hechos ha ido presentando. Oscura y negativa concepción de las cosas sociales de parte de aquellos llamados a tenerla claramente definida en la hora precisa, y que da el fruto que vemos y que deploramos. El contubernio de habilidosos y osados políticos disfrazados de obreristas con algunos grupos proletarios, ayer numerosos, ha tenido perniciosa influencia. Y luego la era de las reformas legales, en procura de protección al asalariado debilitaron más aún la posición ya débil de las izquierdas revolucionarias. Y todo esto no ha constituido sino un engaño más. Quizás también si la crisis industrial que, desde hace tiempo, se manifiesta y que ya se ha agudizado y se ha de agudizar lo bastante aún, sea un factor que no podría desconocerse como influyente en esta crisis del sindicalismo. No es consolador el panorama que exponemos y sólo un afán de iniciar una reacción completa en lo sucesivo, nos tiene aquí de acuarelistas de pesimismos. Hagamos un rápido balance de lo que constituyen las entidades que se disputan, como órganos de centralismo, la supremacía en el seno de las masas trabajadoras para ver si estamos o no en razón. La Federación Obrera de Chile carece ya del prestigio necesario para desarrollar cualquier acción que tienda a destruir los cimientos mismos del régimen. El número de sus Consejos y dependencias, es nulo, y valen únicamente lo que importan varios timbres de goma y algunas planchas de bronce. Es indudable que no podría agrupar, malogrado cualquier esfuerzo, el núcleo mayor de las dispersas fuerzas obreras. ¿Un cambio completo de rumbos podría tener decisiva influencia? Quizás... Las fuerzas de la I. W. W., que movieran en otro tiempo, en el terreno de la acción directa, a una parte numerosa de militantes, debilitadas y desaparecidas totalmente ya, no señalan esperanza alguna de renacimiento. Y no creemos que realicen el milagro del ave fénix. Además, el espíritu estrechamente corporativista de sus principales componentes, les impide colaborar en una acción que fuera de más vitales alcances. La Federación Regional Chilena es una organización casi nueva, centralista; organización anarquista (al decir de sus voceros), con una media docena de anarquistas, si pudieran alcanzar a tantos. Falta más capacidad a sus elementos representativos y se resiente de vibración dinámica su acción. Con un trabajo serio y bien encaminado habría llegado a consolidar una expectante situación. Hoy no representa nada o muy poco. La proyectada Unión Gremial de Obreros y Empleados no ha dado tampoco mejores resultados. Sus actividades, que hasta ahora se desarrollan en el terreno de meros tanteos, han sido recibidas con desconfianzas en aquellos campos más extremos que su programa inicial proyectaba atraer. ¿Es justificada esta actitud? Lo veremos oportunamente.

P. GIACONI.