Por las dos Americas Impresiones y reflexiones

De ENRIQUE MOLINA

Dijérase que los términos calidad y cantidad estuvieran reñidos; rara vez se encuentran en razón que no sea inversa. Esta misma relación puede constatarse en los libros que versan sobre impresiones de viaje: son tan abundantes como mediocres. Los viajeros que se aventuran por los caminos del mundo y que se descubren, así, como al azar, aptitudes literarias, forman una nutrida legión. Pero como nada escapa a la ley de las compensaciones, suele también el aficionado a lecturas toparse con obras de esta clase que pudieran, en caso que de escrutinio en biblioteca de algún don Quijote de nuestros tiempos se tratara, salir airosas de la prueba. En nuestro sentir una de ellas es la que ha dado a la estampa don Enrique Molina con el título “Por las dos Américas”. Observaciones recojidas en su último viaje de estudio a Estados Unidos en comisión que, enhorabuena, le fué conferida por nuestro Gobierno, es este libro el mejor argumento que pudiera aducirse en favor del envío periódico de nuestros profesores al extranjero. Comisiones análogas conferidas a don Claudio Matte, a Darío Salas, a Amanda Labarca, a Maximiliano Salas Marchant, entre otros, han rendido eminente provecho para nuestra enseñanza. Mediante ellos los pedagogos chilenos se han puesto en contacto con los progresos que día a día se alcanzan en centros de vida cultural más intensa y más ampliamente dotados de elementos esperienciales. Tal beneficio es de tanta mayor entidad hoy que nuestra enseñanza atraviesa por un período de renovación que, para ponerse a tono con las nuevas condiciones de la vida universal, necesita ser fundamental en sus finalidades y en sus métodos. Los progresos de nuestra pedagojía -obra refleja, en general- son, en parte considerable, descontada la obra de Bello, Barros Arana, Valentín Letelier, el fruto de la labor de los profesores alemanes, vasta y transcendental, o de la experiencia recogida fuera de Chile por nuestros pedagogos que, a su regreso a la patria, se traduce en reformas que, después de entusiasta y sostenido patrocinio, a menudo logran imponerse en los organismos directivos de nuestra enseñanza y luego en las esferas gubernativas. De esta naturaleza es, un ejemplo reciente, la campaña emprendida para conseguir la adopción de los métodos activos, reforma implantada en los Estados Unidos como consecuencia de la nueva orientación de la filosofía pragmatista. Las acotaciones al margen contenidas en este libro del profesor Molina, no son sólo las notas interesantes de un turista de mirada perspicaz que recoje observaciones justas sobre tópicos variados. No se conforma con darnos la impresión objetiva que hiere sus pupilas, sino que escudriña, desentraña en las cosas lo que en ellas hay de duradero. El paisaje, los seres, los hechos, lo estático y lo dinámico, tienen un alma que él se deleita en sorprender, y ese algo que queda más allá de la fugacidad del minuto vivido frívolamente a su alrededor lo aprisiona en palabras sencillas pero cargadas de pensamiento. El alba, el crepúsculo, la noche, le invitan a meditar, y sus reflexiones tienen el sello de la vasta cultura de su autor. Materias de política, de sociología, de educación, (1) de arte, de psicología, cosas de sentimiento, de moral, etc., le ofrecen ocasión para disertaciones en que apunta un espíritu de múltiples facetas: a veces, severo de filósofo; analista de crítico; burlón, amable, sin transcendentalismo, de humorista; y aún cálido, emotivo de artista. Leído su libro, en el que son tan varias las notas apuntadas sobre los más diversos temas, se ocurre pensar que el profesor Molina, así en su camarote, en cubierta, en los muelles, en los hoteles, en los establecimientos de instrucción; ya en la calle, en el salón, en el comedor, en todas partes y a todas horas, no hubiera hecho otra cosa que vivir para su carnet. ¡Y enhorabuena! Espíritu amplio, desprejuiciado, tiene ante las nuevas perspectivas que el vasto panorama de seres y de cosas que halla a su paso, le ofrece, una libertad de juicio que le permite espresarse sin recurrir a equilibrios verbales o dialécticos. Así, formula críticas al imperialismo yanqui que, so pretesto de monroismo o de panamericanismo, pretende ejercer humillantes tutorías internacionales, indignas de la patria de Wilson. Si rinde homenaje a las virtudes de esos voluntariosos facedores de rascacielos, no se deslumbra ante las portentosas epopeyas de esfuerzo de que halla muestras numerosas: ve lo que hay de hueco bajo esas apariencias de relumbrón. Constata que la evolución democrática yanqui ha sido política y no económica, ya que el fabuloso enriquecimiento allí operado, lejos de reportar un beneficio para la enorme masa obrera que ha labrado, a costa de ingentes energías vitales, esa riqueza, no ha hecho sino marcar, dar más relieve, al hondo abismo que media entre la ostentosa opulencia de los grandes, ¡tan pocos! y la suerte miserable de los parías ¡tantos! Y a modo de obligada síntesis, diremos que estas impresiones son dignas de su autor.

RUDECINDO ORTEGA.

(1) Este libro sólo contiene lijeras referencias a materias de esta índole; en una obra posterior, nos anuncia, dará a luz sus impresiones acerca de las Universidades norteamericanas, de lo que nos complacemos desde luego en tomar nota.