EL CARTEL DE HOY

Tus músculos, tus fuerzas forman una sola armonía: con el viento que sopla libremente, con el pájaro que surca los espacios, con el árbol que brota de la diminuta semilla y que crece hasta ser grande y frondoso. Pero deja de sentirse esta armonía y se transforma en una nota discordante, cuando orgulloso y altanero, creyéndote libre, laboras los campos, extraes los tesoros de las entrañas de la tierra, manejas la electricidad, las fuerzas, el agua y las afinidades de los cuerpos. Cuando al terminar tus labores apoyado en la pala, con tus ojos pensativos miras hacia la línea del horizonte y ves como muere el día y piensas en el nuevo sol que ha de surgir por tus espaldas. ¡Es un sarcasmo tu fuerza! Porque igual que el buey de castas miradas pensativas, te retiras a descansar en un cuarto oscuro y mal oliente, mientras que en las rudas tareas dejas tu vida y tus fuerzas como todos tus antepasados. ¡Nunca dejas de vivir en un rancho! Nunca te alzas de la miseria y podredumbre, tú no aprovechas ni la fuerza de tus músculos ni la vida de tu cuerpo para levantarte y sentirte hombre. Son otros los que aprovechan tu sangre y llenan sus cajas de caudales con lo que produce tu vida misma. Y a ti, que en otra época diste vida con tu alma de acero al desierto del salitre, o al campo desolado, o a la fabrica; ahora se te arroja como a un perro en el rincón oscuro de una bodega, se te marca con el nombre de ALBERGADO; se te mata en las plazas públicas como a los antiguos excomulgados y eres obligado a llevar una vida de paria. Se organizan monopolios sin tomar en cuenta tus anhelos y tus derechos, y se juega y se especula con tu trabajo, y como esclavo tienes que bajar la cabeza ante la injusticia, y para poder conservar tu vida, tienes que soportar insultos, vejámenes y humillaciones. Infeliz de aquél que se rebela contra ELLOS, contra la voluntad de los grandes!... Y a ti que se te niega la justicia, la libertad, que se te tiran migajas de pan, que se te mata cuando alzas la voz para protestar de la voluntad de los grandes ; se te manda a la guerra para defender los intereses mezquinos de tus amos; para defender los intereses de otros tantos monopolios, que significan la miseria, la ruina, la esclavitud de otros tantos compañeros como tú. Obrero, sacude tus músculos, muestra la potencia de tus puños y cuando contemples el morir del día en la línea del horizonte y pienses en el nuevo sol que saldrá por tus espaldas, álzate con un gesto soberbio de rebeldía, reivindica tus derechos y has de tu fuerza, y de tus músculos y de tu vida una sola armonía, con el viento que sopla libremente, con el pájaro que canta en su nido, y con el árbol que crece y se agiganta desde la diminuta semilla.

J. Quiroga E.