INVIDUALIDAD

La noción de la responsabilidad es la virtud que distingue al hombre de conciencia libre de aquel otro que sólo actúa de un modo mecánico, como una máquina que encuentra en actividad a un movimiento de la manivela. Entre tales hombre, los emancipados, los de conciencia propia, y los que obran por extraña sugestión, hay diferencias substanciales, fáciles da notar para el observador atento. -“Yo creo que esto es así, porque lo dijo el filósofo o el sociólogo Fulano, tenido en sabiduría por la voz pública, por los que saben apartar el grano de la paja. Estoy pues. en buena compañía al opinar como opino”. Así habla e1 que, al afirmar o negar, usa de opiniones hechas, del mismo modo que alguien va a una casa de ropa confeccionada y adquiere un pantalón. En cambio, el hombre que para formar sus opiniones, pura crear su “verdad interior” recurre al libre análisis; aquel que para dar sus juicios pone a contribución la cultura adquirida y su personal observación de las cosas del mundo, dirá así: - “Yo creo qua esto es como es, porque así me lo dice mi conciencia, porque por tal lo tengo después de haber deducido las consecuencias de premisas que creo verdaderas. Si apesar de mi convicción, alguien llega a demostrarme que estoy equivocado, reconoceré honradamente mi error. Mientras tanto, mantendré mis opiniones contra todo el mundo, erróneas posiblemente, pero mías'. Así razonará un hombre de bien, un hombre que a través del estudio y de la experiencia ha logrado crear su propia individualidad, contra aquel otro que no puede opinar por si mismo, porque no ha tenido la fuerza volitiva o de observación que le hayan capacitado para construirse subjetivamente una personalidad que le distinga del montón. Este servirá siempre de bocina de lo que digan otros, en tanto que aquél expresará su propio pensamiento. Para los abúlicos y faltos de carácter, es muy cómodo el procedimiento de opinar con la opinión de los otros. E1 sistema releva a1 opinante de toda responsabilidad, pero al mismo tiempo le condena a no ser “un hombre”, a no ver más que una cosa, un número en el inmenso rebaño. -“Yo prefiero – dicen – ser cola de león, y no cabeza de ratón”, con lo cual denotan eludir las responsabilidades que resultan de opinar por sí mismos. Creemos que esta falta de hombría, esta carencia de individualidad, tienen la culpa ,de que no haya entre nosotros una noción justa de los valores morales, y de que un hombre que opina fuera de los dogmas consagrados, sea tenido por el gran vulgo como un sér peligro o como un deschavetado.

M. J. Montenegro