LAS AGRUPACIONES DE AFINIDAD

Entre las diversas modalidades de asociación para fines de perfeccionamiento espiritual y de combate hacia las actuales formas de convivencia colectiva que han adoptado los anarquistas, está la de la agrupación por los lazos de afinidad, vale decir, por ideas y propósitos comunes, iniciativas únicamente sentidas, selladas por una simpatía reciproca y espontánea entre sus componentes. Su enorme importancia como medio eficaz para la propaganda de los nuevos conceptos libertarios no ha sido lo suficientemente valorada y comprendida, mediante su practicabilidad, en esta región. Tal omisión resulta grandemente lamentable precisándose un recalcamiento sereno y exacto de los méritos que tal tendencia posee. Las agrupaciones de afinidad son el terreno positivamente propició para el desenvolvimiento moral de la personalidad humana; la carencia absoluta de cánones y moldes reglamentarios que cohiben y deforman el libre juego de las propias iniciativas, es un hecho elocuente que robustece el aserto de la superaei6n individual. El ejercicio saludable y constante de la mentalidad en el estudio de los sugerentes problemas contemporáneos, unido al desarrollo de la voluntad y el carácter en la lucha ardua por la innovación de todo un denso ambiente rutinario y perverso, son factores relevantes que procuran energías vitalizadoras y crean condiciones morales fibrosas y eminentemente sensibles a todos los requerimientos de los nuevos ideales redentores. Estos núcleos combativos, tribunas glamorosas de condenación y crítica acerbas para todo cuanto signifique infamia y perversión, entrañan todo un peligro para un régimen capitalista, desgarran las entrañas mismas del monstruo autoritario, pues su acción desprovista de todo estruendo vacuo y carnavalesco, trabaja valores positivos y ricos en el cerebro del hombre, exaltando y abonando con ideas sus fuerzas morales, erigiendo frente al contubernio horroroso del estado y el capital, seres de mirada penetrativa, soberanos de su mundo interior, bregadores incansables del nuevo verbo de justicia social. El campo elegido hasta aquí por los anarquistas para divulgar sus principios ha sido el sindicato; han considerado más factible inquietar y purificar con sus ideas las masas organizadas. El sindicato no es siempre el terreno más apto para una lozana fructificación de la semilla que se exparce. Hay factores seriamente negativos que truncan la siembra idelógica de los anarquistas dentro de los sindicatos. El miraje esencialmente económico, centavista, que se abre ante la masa ante su arrebañamiento, la torna sorda, insensible a toda insinuación ideológica: las energías se astillan contra esta muralla china de las preocupaciones materiales creadas por un sindicalismo meramente económico. Se logra a veces abrir una brecha, llenar de claridad un cuadro sindical brumoso, ¡pero a trueque de cuantas energías, de qué enormes corrientes de actividades cuyos resultados hubiesen sido mayores al desenvolverse fuera de la organización! La personalidad es algo sagrado para el anarquista; nada justifica su estancamiento ni su deformación, a nada pospone su augusta integridad. El sindicato posee una red sutil, vedada, integrada por esos necios programas que señalan normas amplias, pero normas siempre, a la actuación de cada cual naufragando en ella la independencia y el ardor ideológico de los espíritus selectos. Por último, las decisiones, los veredictos emanados de las mayorías, estúpidos y atrabiliarios muchas veces, y que deben ser acatados por el disconforme, por el que ha penetrado necedad, pues la disciplina sindical así lo exige, por que la opinión del núcleo gordo—vehículo muchas veces de las ambiciones y las pasiones de vulgares caudillejos—así lo dictamina. El grupo de afinidad no significa la unilateralidad en la apreciación de los problemas proyectados en el anchuroso telón de la vida. No, nunca. La discusión amplia, armónica, provechosa, debe ser y es característica esencial de los grupos. Pero todo ello realizado con libertad, sin el encontrón brutal e instintivo de los temperamentos en pugna, sin la pecha bastarda por el asalto a posiciones figuraticias y de burocrático utilitarismo. La juventud revolucionaria debe meditar con dilección acerca de esta faz brillante que ofrece al desarrollo de su acción ardorosa la agrupación de afinidad, tierra firme y alta, desde la cual pueda arrojarse la semilla magnifica a lejanías no sospechadas, sobre el llano tenebroso de la maldad social. La Argentina es un exponente altísimo de ala obra meritoria que realizan los grupos constituidos sobre la base de una espontánea y efectiva afinidad. En los pueblos más pequeñas los hay; son índices severos que señalan a los hombres la ruta que se extiende hacia el porvenir; son árboles verdegueantes de esperanza que ofrecen: al viajero abatido y amargado la miel de sus bellos frutos y la sombra acogedora de su follaje triunfal. Toca pues a la juventud—savia potente injertada en el árbol del pesimismo ambiente—cristalizar y dar tonos vigorosos a las agrupaciones afines: ellas son oasis incrustados en el candente desierto de las grandes urbes, y ellas van aficionando de bondad y de saber el alma de las ignaras muchedumbres.

Víctor YÁNEZ