(Madera de Geo)

EL CARTEL DE HOY

BLANCO Y NEGRO

Chile, cuyos peñascos del Norte tiritan bajo los cielos, hasta hacerse luminosos, fluidos, se precipita en el sur a una llamarada humeante, espesa. Aquellas cimeras blancas, son aquí torrentes negros. Como, si en pasados siglos, un ejército friolento se lanzara a estas regiones buscaudo fuego en que calentarse. Y en ellas hubiera muerto carbonizado. Atravesado el Bío-bío, entráis en el reino negro. En la tormentosa región minera. Negra es el agua del puerto, el valle es negro, las cumbres calvas son negras. Y todavía, bajo de éstos, del suelo del mar, del monte, está el infierno más negro aún; está el carbón y el grisú: el oro negro y el viento negro. Hemos llegado a las minas de Lota y de Coronel; pero no bajamos a ellas. No lo permiten sus dueños; y no por pudor seguro, sino porque en este mundo de fuego opaco, de auroras sólidas, un anarquista es un peligro siempre. Es una llama desnuda—fósforo, antorcha—que bien puede despertar la furia negra que duerme en las galerías subterráneas. Y ¡ay! De los negreros entonces! “Oro negro”, llaman al carbón los amos. “Viento negro”, llaman al gas grisú los esclavos. Y he aquí que en estos dos nombres, como en dos polos, está contenida la vida de unos y de otros. La mina, que para aquellos es un áurco tintinco, torrente oscuro que se clarifica al aire y acaba por acuñare en monedas limpias, para estos es una acechanza eterna, lazo en la sombra, guadaña traicionera. Miseria negra. No nos dejaron pasar, pero los mineros vinieron hasta nosotros. A los toques del clarín, se congregaron en sus locales de resistencia. Y ahí les hablamos. Pero, no es lo que nosotros dijimos lo interesantes ahora, sino el mensaje que allí nos dieron al despedirnos. Nos lo dictó una muchacha, hija, hermana, camarada de los mineros huelguistas de Coronel. Lo transcribimos. Gaucho anarquista: decid a las mujeres de allá, de las pampas argentinas, que estamos en el infierno, pero no sin rebeliones que a miles de metros bajo la mar, soñamos con la justicia, esperamos su llamado para la batalla grande y definitiva. Y que aquel día, ya no será más carbón lo que saquen nuestros hombres por las bocas de los chiflones y de los piques, sino sus combos y sus barretas. ¡El viento negro de las reivindicaciones! Esto nos dijo. Y después de esto, nos puso una blanca cosa sobre el recuerdo —No olvidéis de besar en nuestro nombre a los hijitos de las compañeras…

R. GONZALEZ PACHECO.