El Movimiento de Reacción en Italia

Publicamos a continuación algunos fragmentos de un extenso artículo escrito por Luigi Fabbri, sobre el origen y verdadero objetivo perseguido por el “Fascio Nazionale de Combattimento”. El hecho de que las hordas fascistas estén actualmente gobernando a Italia, dan a este artículo particular actualidad.

COMPONENTES DEL FASCIO

La clase capitalista, después de cerca de dos años de extravío y de hesitación –de lo que el proletariado no supo aprovecharse– inició hacia fines de 1920 su movimiento de defensa y de contra ofensiva, que asumió en seguida su específico carácter, sin sus viejos fingimientos liberales, democráticos, patrióticos y legalitarios.

Paralelamente al fenómeno de la unanimidad proletaria se ha ido produciendo el fenómeno opuesto, pero idéntico, de la fusión en block de la clase dirigente, que ha encontrado una especie de milicia y un centro de reunión en el “fascismo”. En la clase dirigente están comprendidas, y forman las categorías más reaccionarias, todas las castas que viven parasitariamente en torno del árbol del Estado o forman las ramificaciones de éste: los proveedores del gobierno y las industrias protegidas, la policía, que hoy ha crecido mastodónticamente, la alta burocracia y la magistratura, todas más o menos tendencialmente fascistas. Agréguese la burguesía rural, retardataria por su naturaleza y tradición, arrinconada por las pretensiones crecientes de los campesinos, a quienes, con el andar del tiempo, no podrán hacer frente sino renunciando a todo provecho, es decir, al mismo privilegio de la propiedad. A éstos sigue la pequeña burguesía, muchos empleados y maestros, ciertas especies de profesores, y así sucesivamente. En fin, engrosan las filas de éstos, todos los desocupados de la política y los periodistas de oficio, que quedaron desplazados por el desaparecimiento de los partidos medios, democráticos, radicales, etc, irritados contra la clase trabajadora que no quiere saber más de ellos.

OBJETIVO DEL FASCIO

Me he referido al fascismo. Y bien ¿qué es el fascismo? Es simplemente la organización y actuación de la defensa armada y violenta de la clase dirigente, capitalista y estatal, contra el proletariado que se hizo para ella demasiado compacto, exigente e invadente.

EL FASCIO, ORCANIZACION MILITAR

El fascismo, prosiguiendo la guerra civil con los métodos de la guerra propiamente dicha, ha roto todos los puentes de la legalidad, del respeto a las libertades cívicas, del derecho de todos a pensar, organizarse y vivir a su modo. Organizado militarmente, provisto de dinero, de armas, de materias incendiarias y de medios de transporte, compensa la inferioridad numérica, pues en todas las localidades es una minoría insuficiente, con la concentración rápida de los elementos de varios lugares en un solo punto, para efectuar su obra de destrucción. Esto es lo que en lenguaje actual se llama “expedición punitiva” con frase tomada a la jerga militarista austro-alemana.

EL FASCIO CONTRA TODA LA CLASE OBRERA

Metódicamente, el fascismo, en los sitios en que le es posible, toma como blanco las cámaras del trabajo, las cooperativas y las administraciones de las comunas socialistas. Las organizaciones de clase son asaltadas, sea cual fuere su orientación: socialista o católica, anarquista o republicana, comunista o sindicalista. Centenares de cámaras del trabajo y cooperativas han sido incendiadas por los fascistas, con un perjuicio de muchos millones de valor en objetos manufacturados, muebles, máquinas, instrumentos de trabajo y mercancías. A tiros y bastonazos, y con otros medios de intimidación, se obliga a dimitir en algunos pueblos, a las municipalidades socialistas. Las organizaciones obreras, especialmente en la campaña y en los pequeños centros, se disuelven por la fuerza, apaleando a los obreros que se atreven a resistir, invadiendo y destruyendo las sedes proletarias, obligando a los elementos más inteligentes y _dirigentes a huir de la población. Muchos de éstos han visto su domicilio privado violado e incendiado; y muchos han sido asesinados. En muchas localidades ya no se puede salir de noche después de cierta hora: el fascio lo prohíbe. A menudo son invadidos y destruidos locales públicos, cafés y hosterías, sólo porque son frecuentados por obreros y subversivos.

EL FASCIO DICTA Y ORDENA

Los periódicos y boletines fascistas se jactan abiertamente de estos actos y algunas veces amenazan y anuncian su realización por anticipado. A menudo se publican verdaderos bandos de ostracismo y de destierro. “Fulano y Zutano deben, dentro de tantos días, renunciar como alcaldes del pueblo”, o sino: “debe cesar toda actividad política y sindical”, o “debe abandonar la ciudad”, o “le está prohibido volver a la localidad”; y así sucesivamente. El diario fascista milanés llegó a jactarse como de una victoria porque durante el congreso fascista de Roma, en Noviembre de 1921 y en ocasión de los tumultos que lo siguieron, el número de muertos fue mayor entre los obreros que entre los fascistas.

El sistema del garrote, del “santo torniquete” como lo llaman con complacencia los periodistas reaccionarios, es aplicado en vasta escala por el fascismo, allí donde puede, contra los obreros y los subversivos. Algunas veces se busca a determinadas personas para apalearlas, otras veces se apalea al primer obrero o subversivo que cae bajo sus pies. Los apaleamientos los efectúan los fascistas en pandilla, casi siempre contra individuos aislados. Más de una vez el apaleamiento ha tenido por consecuencia dejar sobre el suelo un cadáver con el cráneo literalmente aplastado.

El fascismo, que apareció explotando el miedo de los burgueses ante el espectro bolcheviqui, precisamente cuando éste espectro empezaba a disiparse, en realidad toma como blanco a todo el proletariado en bloque, en su conjunto, y lo hiere con los hechos más impresionantes de destrucción y de violencia, de aquello, precisamente, con lo que el proletariado aminora la explotación capitalista, lesiona los intereses de los tenderos o representa una erosión o invasión del derecho propietario. Tan cierto es esto, que cuando el fascismo inició su ofensiva en el otoño de 1920, los primeros institutos que más rabiosamente atacó no fueron los círculos socialistas, las secciones del partido socialista, sino las cámaras del trabajo y las cooperativas, que en su mayoría tienen orientación socialista, pero a las que pertenecen obreros de distintos partidos, o indiferentes. Lo que fue asaltado, inmediatamente, desde el primer instante, no fue el bolcheviquismo sino la clase trabajadora en general en todas sus instituciones, hasta las más neutrales, apolíticas y moderadas. En todas partes, en las ciudades y en el campo, el fascismo, desde el principio, tomó como objetivo, siempre y precisamente, aquellas instituciones y partidos que, según las distintas localidades, reunían las mayores simpatías o adhesión de los obreros. En las regiones de Reggio y Módena fueron asaltadas las organizaciones reformistas: en las de Bolonia y Ferrara las organizaciones maximalistas y unitarias; en las de Carrara y Valdarno las organizaciones de tendencia anárquica; en Plasencia, Parma y Liguria las organizaciones sindicalistas, sin excluir las patrióticas y dannuncianas; en Treviso y en la Marisma Toscana las organizaciones republicanas; en Bergamasco y en otras partes de Venecia las organizaciones católicas. Algunas veces son también asaltadas y destruidas simples sociedades obreras de socorros mutuos y entidades cooperativas administradas por hombres de orden y de ideas netamente ortodoxas.

EL FASCISMO CONTRA LA CULTURA

Especial carácter revisten las destrucciones de los instrumentos de difusión de las ideas, de la propaganda del pensamiento: imprentas privadas o cooperativas, bibliotecas, librerías, oficinas periodísticas, redacciones e imprentas de diarios, etc. Hay ciudades y provincias donde está interdicta la venta de determinados periódicos, porque son contrarios al fascismo; y la interdicción es hecha observar despiadadamente. Naturalmente, todo esto da lugar a conflictos sangrientos que se repiten casi todos los días. Innumerables han sido los muertos en este conflicto; y bajo la desnuda tierra la mortaja fúnebre envuelve a obreros de todos los partidos y de todas las creencias, católicos y anarquistas republicanos y socialistas, comunistas, reformistas e indiferentes. La única cualidad que los ha indicado al revólver homicida es la de obreros, de trabajadores. ¿Qué prueba más evidente de que la guerrilla fascista no se hace contra éste o aquél determinado partido, sino contra la clase obrera como clase? Se quiere desmantelar en todos los lugares el fortín, el centro de resistencia del proletariado contra el capitalismo, y se quiere abatir en todas partes a aquellos que defienden con más éxito a los obreros y les inspiran más confianza, cualesquiera sea el partido en que militan.

EL GOBIERNO ORGANIZO AL FASCIO

Se sabe, por lo demás, que el fascismo surgió, o por lo menos adquirió su primera fuerza, cuando Bonomi era Ministro de la Guerra en el Gabinete Giolitti. Hay circulares ministeriales de ese tiempo, que demuestran cómo el Gobierno contribuyó a formar y armar una milicia civil y política contra los partidos proletarios. Durante el desarrollo de las violencias fascistas anti-obreras, esta complicidad policial y militar apareció cada vez más evidente. Las comisarías y los cuarteles proveyeron muchas veces los camiones y las armas para las expediciones punitivas; y en estas expediciones muchas veces participaron oficiales en servicio activo, comisarios de P. S., carabineros y guardias. Es sabido que hay delegados, carabineros y guardias inscriptos en los fascio, y que la fuerza pública a menudo ha aceptado la ayuda de los fascistas para operaciones de policía. En estos últimos tiempos la connivencia de la policía y de la fuerza pública con el fascismo, al menos en las grandes ciudades, ya no es tan descarada como en los primero tiempos; a veces ciertas violencias fascistas encuentran en los guardias y carabineros cierta resistencia, que ha dado lugar aquí y allá a algunos conflictos esporádicos. Pero en cuanto a la magistratura, aparece siempre como la más fiel aliada del fascismo.

EL FASCISMO CONTRA LA CLASE MEDIA

Se ha dicho que el Partido fascista ha copiado su programa del nacionalismo. Esto es cierto en sus tres cuartas partes. Por lo demás, todos saben que en el Parlamento los diputados fascistas, nacionalistas y agrarios forman un grupo casi único: y en el país las cuadrillas nacionalistas cooperan con las fascistas en las “expediciones punitivas” anti-proletarias. Nacionalista e imperialista es la parte del programa que habla de una unidad nacional aún no alcanzada, del incremento del ejército y de la marina en concurrencia con las otras naciones etcétera. De acuerdo con los nacionalistas, el fascismo repudia la democracia, no para superarla en una más amplia libertad, sino para regresar hacia los regímenes absolutistas y militaristas. Con esto, el fascismo abandona implícitamente a las clases medias –que tuvieron y tienen aún la simpleza de ver en él un movimiento propio– y con su política centralizadora, estatal, militarista y antidemocrática forma el flanco de la gran propiedad industrial, territorial y bancaria, que constituye la verdadera “propiedad privada”: la propiedad que absorbe y roba las propiedades menores de los pequeños, justamente a través de la crisis como la actual, sea lentamente o por medio de los desastres clamorosos en que los peces grandes devoran a los pequeños.

EXCESIVA MODERACION OBRERA

Las directivas fascistas, ya lo decía, son en sustancia las directivas de todos los privilegiados en el campo económico y político. Es la clase dominante la que cree defenderse mejor, dando contravapor a toda fuerza al carro del progreso, del cual se encuentra siendo el árbitro. Desde el otoño de 1920 hasta hoy, el retroceso ha ido acentuándose cada vez más; y ha empezado precisamente en el momento culminante de la ascensión proletaria, cuando la clase obrera dejó pasar, sin aprovecharlo, el instante fugitivo en que habría podido, con un sacrificio relativo, coronar el afortunado avance hecho hasta entonces, con una victoria definitiva. Pero no se supo, no se quiso seguir avanzando, y fue fatal por consiguiente –en un momento tan dinámico en el cual el éxtasis era inconcebible– que de la detención del avance proletario sacase partido el capitalismo para atacar a su vez. Grave es la responsabilidad que frente a la historia del proletariado y del progreso civil tienen aquellos que tenían en aquel instante el honor y el cargo de estar en la dirección de las más fuertes y numerosas organizaciones proletarias italianas, especialmente del Partido Socialista y de la Confederación General del Trabajo, tanto más cuanto que el instante fugitivo a que hemos aludido más arriba fue bastante largo, de casi dos años, como para dejar un margen de tiempo suficiente para decidirse y preparar una acción resolutiva. Italia era en 1919-20, después de Rusia, el país más revolucionario de Europa; y mientras ésta en casi todas partes era presa de la peor reacción militarista y plutocrática, sólo Italia parecía ser una excepción. El impulso de avance del movimiento proletario era impresionante; todos los partidos revolucionarios se engrosaban por adherencias a ellos ganadas por los perjuicios y los resultados de una guerra que se había hecho contra la absoluta voluntad de las masas populares y con su enorme sacrificio. La revolución tenia el consenso del mayor número, y hasta una parte de las clases dirigentes parecían resignarse. ¿Quien no recuerda los motines por la carestía de los víveres de Mayo y Junio de 1919, que se propagaron, como el fuego en un reguero de pólvora, por toda Italia, en algunos lugares con participación de elementos militares? Aún no se había instituido la Guardia Regia, las milicias estaban cansadas de estar bajo las armas y el Estado no tenía ninguna fuerza seria para oponerla a una sublevación un poco grande. Los anarquistas y otros revolucionarios propusieron la acción; pero no se quiso hacer nada., para no perjudicar a una manifestación internacional rusófila, de la que los socialistas esperaban quién sabe qué cosa, para el 20-21 de Julio sucesivo, que resultó una cosa mezquina internacionalmente, y en Italia se desarrolló sin ningún resultado de eficacia. Por segunda vez se presentó la ocasión hacia fines de Junio de 1920, durante la sublevación militar de Ancona contra la guerra en Albania, que trastornó al gobierno; un gesto audaz habría bastado para hacer proclamar la república, para la que entonces también estaba favorablemente dispuesta una parte de la burguesía. Pues bien; los comunistas que entonces dirigían el partido socialista rechazaron toda idea de motín republicano, porque éste habría conducido a una república social-democrática moderada, y ellos querían la dictadura comunista: todo o nada. No comprendieron, no recordaron que todas las revoluciones hasta las más radicales, como la rusa, empezaron de este modo, con el simple derribamiento del gobierno, pero que sin embargo precipitan tras él todas las otras instituciones políticas y económicas odiadas por el pueblo. ¡Y así no obtuvieron absolutamente nada! La tercera vez, la última, fue durante la ocupación de las fábricas, en Agosto-Septiembre de 1920, que si se hubiera extendido a todas las otras categorías de oficios y hubiese sido apoyada por los partidos y organizaciones proletarias habría podido generar una de las revoluciones más radicales y memos sangrientas que recuerde la historia. En aquel momento la clase obrera estaba llena de entusiasmo y bien armada. El mismo gobierno confesó más tarde que no tenía entonces fuerzas suficientes para debelar tantas fortalezas como establecimientos en que los obreros se habían atrincherado. Pero también la ocupación de las fábricas acabó en nada, con la burla giolittiana, tomada en serio por la Confederación General del Trabajo, del prometido proyecto de control sobre las fábricas.

Luis Fabbri.