La Iglesia y la Lucha de Clases

La Iglesia en nuestro país ha quedado al margen de todas las inquietudes y movimientos. En los últimos años ha sufrido una especie de parálisis o más exactamente dicho, cierta acentuada momificación. Esta momificación le ha permitido mantenerse lejos de todas las conmociones populares. Aunque en estas luchas no es posible guardar neutralidad la Iglesia ha podido mantenerla. Quizás, por respeto a su silencio, los elementos racionalistas de Chile, han suspendido sus críticas. El problema religioso no se ha resuelto y dentro del espíritu conciliador que repentinamente ha prendido en todos, la necesidad de saldarlo se hace cada día menor. En la Iglesia, como en todas las instituciones; existen espíritus combativos que no toleran el moho ni soportan la inercia. Un sacerdote de espíritu combativo es seguramente el Obispo de Dodona. Este señor encantado con las organizaciones católicas de Italia ha querido resumirlas en la Unión Social Católica, recientemente fundada. En el llamado a los católicos, el Obispo expresa que es para defender a la Iglesia y al orden social cristiano amenazados. Si no temiéramos equivocarnos, aseguraríamos que la Iglesia no está amenazada por la razón de que no es tomada en cuenta. En cuanto al orden social es cierto que sufre críticas y ataques; pero es precisamente porque nada tiene de cristiano ni tampoco de orden. Si la Iglesia no hubiese traicionado los principios cristianos lo que hoy se llama orden lo sería de verdad y su inspiradora sería objeto del respeto común; pero la iglesia comprendiendo sus (página siguiente) intereses prefirió agregarse a los fuertes y santificó la explotación de las mayoría. Gracias a la iglesia, la masa mayor de nuestros semejantes cree que es natural y todavía lógico, que unos cuantos caballeros ociosos sean dueños de las tierras, de las minas, las fábricas y todos los medios que se utilizan en la elaboración y fabricación de los objetos que necesitamos. La Iglesia grita desde sus mil púlpitos que es razonable la existencia de unos cuantos ricos porque sin estos los pobres no tendrían trabajo. Cuando las gentes encargadas de mantener al mundo, se percaten de que es posible vivir sin ricos ni sacerdotes; de que todo puede ser hecho, aunque no exista el ojo vigilante del capataz, entonces reaccionaran contra todo lo que obstaculiza el libre desenvolvimiento de la vida. Y de esta reacción la Iglesia no obtendrá la mejor parte porque además de ser un organismo inútil es un obstáculo activo.

ELIAS AGUIRRE.