El Capitalismo y las Guerras

I

Hemos tenido oportunidad de decir que el sistema político nos es dado por el régimen económico; hoy nos proponemos demostrar que los problemas políticos, tanto internos como internacionales que se presentan a nuestros gobernantes, están independientemente de toda otra consideración, en íntima correspondencia con el desarrollo del capitalismo del país. El capitalismo chileno tiende a pasar del periodo inicial, -dispersión y desorganización-, al periodo de los cartels y trusts, es decir: organización y concentración. Esta concentración tiene que provocar correspondientes transformaciones sociales y políticas: entre los cambios sociales puede anticiparse la desvalorización de la burguesía y dominación más perfecta del trabajo y la producción; entre los cambios políticos, concentración del poder político y grandes dificultades en las relaciones internacionales. La exactitud de estas afirmaciones se encuentra demostrada con el desarrollo de la historia europea en estos cincuenta últimos años. La historia de Europa será la historia de América por que todos estos países tienen cimentada su organización económica sobre la propiedad privada, esta identidad de principios exige una historia común. El carácter progresivamente alarmante de los problemas internacionales de nuestra actual sociedad, guarda directa relación con el desarrollo del capitalismo. Los momentos del capitalismo en sus relaciones internacionales son: primero, gran poder nacional para lo cual necesitan crear la unidad nacional y la democracia burguesa que le permite formarse a espensas de los productores de un país; después poder continental; y por último, poder mundial. En su faz inicial crea fronteras políticas, la nación y el Estado que con sus aduanas perturban en períodos posteriores la producción y son causas de conflictos internacionales. Las guerras no son otra cosa que irrupción de la producción a través de las fronteras nacionales y de los Estados realizadas en condiciones viciosas. La nación deja de existir como entidad económica ante el desarrollo de la producción. La necesaria transformación de la economía, de nacional en mundial, debería verificarse sin crisis por la organización internacional del trabajo y la socialización de los medios de producción; pero esto no es posible mientras exista el capitalismo. El capitalismo divide la sociedad en clases y con esto engendra al Estado. Por medio de este instrumento ha organizado de tal modo la economía del mundo, que este se encuentra dividido entre las oligarquías de las grandes potencias. Este reparto está en revisión permanente debido a las rivalidades por la prepotencia económica de estas mismas oligarquías. Esto nos conduce fatalmente a las guerras, porque dividida la tierra en zonas de influencias económicas, la mayor espansión de un gran centro económico tiene que menoscabar los otros. Para los países Sud-Americanos los conflictos internacionales no tienen existencia actual; todavía los capitalismos locales no llegan a su pleno desarrollo y organización; pero el capitalismo que sabe desde su infancia que la guerra se incuba en su propia naturaleza; aún en estos jóvenes países, sin necesidad alguna de espansión económica, la prepara y la cuida como el trance más inevitable. Hablan sus estadistas de paz continental, se hacen viejitas muy finas, mientras tanto en la vida real endeudan a los productores con los capitalistas por medio de empréstitos para comprar armamentos, y, proyectan aumentos del servicio militar obligatorio para defender las sagradas ambiciones de las oligarquías capitalistas lugareñas. La paz Sud-Americana no se garantiza resolviendo tal cual problema parcial, en donde no hay verdaderos conflictos capitalistas. Tanto los problemas nacionales como internacionales son en su fondo un problema de producción y repartición, Por esto, no podemos dar crédito a la paz internacional Sud-Americana, digan lo que digan los gobiernos chilenos, argentinos, peruanos, brasileros, mientras no se socialicen los medios de producción y se organice internacionalmente el trabajo. ¿Quién cree en la confraternidad Chileno-Argentina contadas por los gobernantes de ambos países después de los pactos de Mayo? Mientras dure el capitalismo la paz internacional será un mito. Aparte de su significación histórica -crisis de la organización capitalista de la producción y de la nación como entidad económica-, las guerras son destrucción de riqueza social y desprecio de la vida humanas. En estas aventuras, donde la suerte del proletariado es horrorosa, nadie gana. El mismo capitalismo pierde. Por esto las oligarquías capitalistas sin mayor visión humana ni más alto sentido de progreso, han proyectado su famosa Liga de las Naciones. El actual régimen encierra entre sí mismo tales contradicciones que fracasan y fracasarán cuantas veces lo intenten. Estos ensayos no tienen otra significación que tanteos que hace el capitalismo para llegar a su última faz de desarrollo, a su organización internacional y a la creación de organismos supranacionales que le permitan más comodamente que los estados nacionales explotar al hombre. No es esto lo que exige la historia; lo que ella pide es la independencia del trabajo y la producción de la esclavitud capitalista y de las fronteras políticas. Para esta magna obra sólo el proletariado está apto. Por lo que respecta a los países Americanos latinos, estos problemas no tienen como ya lo dijimos una existencia actual, sólo existen como problemas, generales de la economía mundial. Pero lo que no es hoy va a ser mañana, por esto, aconsejamos al proletariado nacional que no participe en el parlamento burgués haciendo políticos colaboracionista, y, que en su acción social tienda por cualquier medio a despedazar la máquina capitalista y su apoyo fundamental: la propiedad privada. Lo contrario será procrear y sufrir para que vuestros hijos enriquezcan al patrón o sean despedazadas en sus celos de explotadores.

PEDRO GOMEZ MARTINEZ Chillán, Julio 1921.