LA UNIFICACION ESTUDIANTIL

EL RESTABLECIMIENTO DE LA VERDAD

Hace mucho tiempo se estaba manteniendo una situación falsa. Los estudiantes disfrutaban de un gran prestigio de idealismo, de entereza combativa, de independencia en la crítica social y en la acción. Eran considerados por machos crédulos y cortos de vista pequeños héroes de Carlyle en lucha constante contra un medio hostil, maleado y utilitario. Todo esto a causa de la obra de la federación. La Federación, actuando a nombre de todos los universitarios de Chile, daba un pensamiento común a los que no lo tuvieron nunca, de especie alguna; voz, a los que habitualmente, por indiferencia o por temor, permanecían callados; ideales a los que vivían aferrados al sentido práctico del ambiente. El error se había generalizado, amplificado. No sólo en el exterior—fácil miraje de la distancia—se estimaba a los estudiantes por la obra de la Federación. Aquí, entre nosotros, también se identificaba a los unos con la otra. El anatema de la opinión pública caía sobre el conjunto indiferenciado. No se atinaba a comprender el vacío que la multitud universitaria hacia en torno a los renovadores hirsutos y falaces que, a su nombre, declamaban en las plazas públicas, o pontificaban en los periódicos de vanguardia. Así, el estudiante, llegó a ser considerado un ente peligroso para la estabilidad social y el decoro nacional, un disolvente de instituciones divinizadas por el polvo del tiempo. Imitadores de los rusos—se decía—, portadores de doctrinas malsanas, de anhelos inexplicables en nuestro ambiente democrático y republicano. Pera la verdad tenía que imponerse. Los estudiantes no eran como se decía y como se temía. Los desquiciadores, los alucinados, eran unos pocos, nada más. Un primer estallido fué la separación del grupo que pasó a formar la Federación Nacional. Hoy con la unificación, la verdad ha triunfado definitivamente. Los ideales de unos pocos han sido, como tenía que suceder, aplastados por el número, La democracia, en marcha, abomina de las minorías selectas, ya lo sean de manera positiva o de manera negativa. Y es posible que la democracia tenga razón. Nosotros nos congratulamos de que la unificación estudiantil se haya verificado bajo auspicios tan prometedores de cordialidad. Algunos censores recalcitrantes hablarán de retroceso, de vuelta atrás. No vemos nada de eso. Lo que vemos es algo simple, necesario, honrado: el restablecimiento de la verdad. La minoría elocuente y habilidosa que dominó la Convención del año 20, o bien sus descendientes autorizados no podían gobernar por una eternidad. Ahora si bien se juzga, no hubo ni siquiera continuidad y coherencia en la obra de la Federación durante el apojeo de esa minoría. El organismo federal tuvo la ideología de los que transitoriamente ocupaban sus puestos directivos. La abigarrada Declaración de Principios no se tomaba en cuenta si no para violarla. Así, la Federación fué bolshevista con un presidente, positivista con otro, más o menos estudiantil durante el período del “laissez faire, laissez passer” que fué la presidencia mía. Hoy tiene, por fin, un carácter fijo: es estudiantil, es decir, no es nada, no tiene principios, no sustenta doctrinas. Esto nos parece bien, muy bien. Los estudiantes, a la inversa de lo que acontece con los partidos políticos, no tienen ni necesidades, ni anhelos, ni intereses comunes. Sería, pues, un absurdo pretender encauzarlos a, todos dentro de ideales y principios únicos. Sin embargo, fueron necesarias muchas discusiones azarosas, muchos conciliábulos solemnes, para que este imperativo de evidencia se impusiera en la realidad, frente a la mueca de los viejos haritonos estudiantiles que ven desmoronarse las bambalinas y los telones del tinglado, en el cual, durante más de tres años representaron con éxito variable la comedia del idealismo.

UNA ESPECIE DE INVENTARIO

Se discute muchísimo la unificación. Se aducen infinitas razones en su contra a infinitas a su favor. Nosotros creemos que, con ella, ganan todos los que creían, engañados, en los estudiantes y los que los atacaban, también engañados. Ganan todos porque ganan la verdad. En la nueva organización universitaria no habrá principios ni doctrinas. No escucharemos ya largas disquisiciones sobre la, manera de adquirir un par de zapatos en el régimen comunista, ni líricas divagaciones sobre la conjunción: de los sexos en la Arcadia feliz. No se conmoverá la, curiosidad americana con notas plenas de humanismo y de sinceridad fraterna, ni se buscará a los “humillados y ofendidos”, por la vida y por la sociedad, para encenderles la esperanza con palabras admirativas y aurorales. Todo eso pertenece al pasado, al antiguo régimen. Queda atrás. Los estudiantes vuelven a ser estudiantes. De sociólogos adustos quieren transformarse, de nuevo, en buenas personas, de criterio liviano y ecuánime. El intelectualismo libresco será reemplazado por aficiones sencillas: el sport, la danza. Un bonhomía parlera y filarmónica, ocupará el sitio de los caducos hábitos de intolerancia revolucionaria. ¿Se pierde o se gana con este cambio? Dejemos la respuesta cabal y profunda a los que opinan en estos asuntos con gravedad doctoral. Estas líneas son un comentario esporádico, inconsistente, volandero. Después, acaso, nosotros, también, digamos algo. Por lo pronto nos alegramos de la vuelta de los tiempos propicios a la conversación tranquila, al descanso sabroso en un buen club, entre gente bien educada. Porque, indudablemente, en materia de educación, se va a adelantar mucho. Se perderán, es posible, virtudes cívicas, se amenguarán, talvez, cualidades morales; pero adquirirán soberanía nueva las buenas maneras, el correcto decir, el ingenio de salón, los juegos de ideas, todo lo que contribuye a hacer más llevadera y amable la vida de relación. Además, se aprenderá a alternar con las damas en bailes discretos. Los poetas, que hoy forman legión lucirán sus voces, sus melenas y sus versos en fiestas de íntima cordialidad; y, para los que no sosientan a gusto en esas actividades sobrias y armoniosas habrá es casi seguro, una serie de departamentos donde—por parcelas y siguiendo una rigurosa progresión lógica—pueden ir cultivando su incipiente personalidad para provecho futuro de la patria, de la humanidad Y de la Federación Universitaria de Chile, según la escala positiva de valores.

Eugenio GONZALEZ.