MOTIVOS DE PRIMAVERA

Especial Para “Claridad”.

Una, doble y dulce venda de amor y de belleza cubre nuestros ojos de niños permanente aniquilados por el turbión de la vida. Eso somos nosotros: niños con caras de viejos, seres que vamos claudicando por causa de los hondos zarpazos de los infinitos enemigos.

Pero hoy volvemos a ser integramente puros; nos hemos diafanizado ante la albada de un día nuevo para. nuestras almas, y ante la maravilla de una nueva primavera nuestra voz es canto y no sollozo, nuestro grito es de júbilo y no de angustia. Así somos: nos luminamos rápidamente, construímos castillos aéreos llenos de soberbios prestigios y vamos de un lado a otro colocando en todo algo de lo que santifica y exalta.

La primavera. nos hace alegres, nos liberta de la cadena de galeotes que a diario portamos y ante el renovado prodigio de sus dones comprendemos con plenitud el mundo y quisiéramos enlazar a todos en un enorme abrazo candoroso. Inmateriales casi, nos parece estar en el primer día de nuestra conciencia. Deliberadamente o no hemos olvidado lo que fuimos y entregados a la corriente sutil de lo que somas, pensamos en que se abren nuevas rutas para nuestras almas.

Con as vida que vuelve a la tierra vuelve el regocijo al espíritu entenebrecido. Hoy tenemos junto a nosotros la. exaltación de una bondad que nos parece ultraterrena. Y querríamos ser siempre lo mismo: conciencias sin doblez que descubren a cada instante en todas las cosas una partícula maravillosa, sorprendente que ayer no se viera.

Perspectiva encantada que huye, la primavera se irá en el cortejo de los días, dejándonos el regusto de sus goces afiebrados y una inquietud en el alma que pide ser saciada con el mismo licor de puras virtudes. Añoraremos la pureza, y en el fragor del combate nuestro corazón herido alzará un peán a las deidades ignotas que marcaron nuestra ruta y han fijado el término de nuestro caminar.

De año en año nos podemos sentir, liviano el espíritu, liberados de angustiosas trabas, junto al Edén de los privilegiados que verán un día limpio el mundo de la maldad y la tristeza que hoy le agobian. Hay un día del regocijo, y es este que vivimos. Es la única fuente de aguas lustrales en medio del desierto. Purifiquémonos en ella y par ella acrecentemos los ímpetus heroicos y la voluntad que a ratos quiere sucumbir.

Amigos, hermanos, todos somos de todos cuando no nos distingue nada banal, nada artificial, nada que repugne nuestra alma o sea hostil a sus ensueños de gloria. ¿Cuándo podremos decir lo mismo de todos los días de nuestra mísera existencia de galeotes, de nuestro cobarde silencio de esclavos, de nuestra incesante angustia de condenados a la ignominia que es peor que la muerte?

Aurelio MIRANDA.