DE LA VIDA POLITICA

Ya se ha dicho en todos los tonos: la vida chilena, en las esferas públicas de su aspecto de relación, se encuentra en el punto máximo del relajamiento. Todo tiende a confirmar este juicio negativo. ¿Dóndo se puede encontrar hoy en día institución, núcleo social, grupo de figuración que no posea en mayor o menor grado el germen mortal que nos ocupa? Los partidos políticos han sido, afortunadamente, los primeros en caer. Dentro. de ellos todo es simple personalismo, caudillismo desenfrenado y ansiedades pancescas que hacen derivar hacía el abismo a dirigentes y dirigidos. Más tarde hemos visto que otros círculos de la existencia nacional también caían. El Parlamento—reflejó inmediato y meta de los esfuerzos de los partidos—se encuentra hoy por hoy convertido en una charca en que chapotean unos cuantos saurios de menor entidad que se sienten satisfechos de vivir en el barro y de saborear la inmundicia. Y dentro del Parlamento ya no hay categorías morales. Todos los que allí se sientan están hermanados en un credo único que coloca por encima de todo la granjería personal y consagra lo que nuestra buena fe puede reputar doloso, torcido o nefando. Naturalmente, dentro de la arena parlamentaria aparecen de cuando en cuando catones tonantes que se don ínfulas de redentores y aluden eternamente a lo inmaculado de su vestimenta ciudadana... Ya se sabe lo que encubre esta farsa. Los parlamentarios son como miembros de una familia numerosa que no tiene fuentes conocidas de recursos—la ley no consulta sueldo a sus funciones—pero que luce, como cualquier familia rica, trajes de moda y que da suntuosas fiestas. La inmortalidad de las funciones públicas gratuitas aparece aquí en todo su angustioso relieve. ¿Podremos creer a estos catones judaicos y fariseos? No, mil veces no. Blancos y negros son culpables de una situación de desenfreno que no sabemos en qué abismo va a tocar. Pero blancos y negros son también—no lo olvidemos—víctimas de una torpe organización humana que se asienta sobre la maldad y esgrime en su defensa la injusticia. La causa de este malestar que crece y se agudiza no la busquemos en esas manifestaciones que son apenas consecuencias del mismo. Están en el régimen y con él morirán, y mientras nada hagamos por reformar aquél, no nos jactemos vanamente de haber tratado con lealtad de cambiar el absurdo panorama del momento actual.

Romeo VARELA.