CRONICA DEL AÑO

ACTIVIDADES LITERARIAS DE 1923

Los acontecimientos intelectuales y particularmente literarios ocurridos en el año que termina han sido escasos. También lo han sido los libros que han salido a la circulación y el número y calidad de las publicaciones periódicas que han recogido la obra dispersa de nuestros escritores y los primeros pesos de los “nuevos”. Una característica se puede señalar: el año no ha sido propicio para el verso. Fuera de “Desolación” y “Crepusculario” no se puede lealmente conservar memoria de otro volumen poético que merezca ser releído. La prosa en cambio, y la novelesca con exclusividad, se ha encontrado sumamente favorecida. Han faltado libros de otra índole—ensayos, critica, histories…—a pesar de! pre-dominio acusadísimo de la prosa sobro el verso, como ya lo hemos expresado. Aunque no son muy imaginativos, los escritores chilenos se dedican con fruición a la literatura que en inglés llaman “ficción”. Así sale ella. Durante 1923 no ha habido visitas literarias que merezcan mención fuera de los numerosísimos escritores que congregó en Santiago la Conferencia Pan Americana de Marzo. Habla de todo: talentos y grafómanos, y a unos y a otros se dedicó elogios más o menos semejantes, emparejados por la cortesía protocolar y por el desconocimiento estricto de sus obras o de sus intentos, pues los había que eran literatos inéditos a pesar de los años y a pesar de la fama. Pronunciaron conferencias literarias y se hicieran aplaudir; publicaron artículos que algunos leyeron. Y se fueron uno a uno pensando quién sabe qué cosas sobre la fauna chilena que les tocó conocer. ¿Sus nombres? Sin distinguir, por hoy, entre talentos y grafómanos, he aquí algunos: Manuel Márquez Sterling, Guillermo Valencia, Alberto Gerchunof, César Zumeta, Tulio M. Cestero, Máximo Soto Hall, Pedro César Dominici, etcétera. Estuvo también en Chile en 1923 el brillante profesor francés Abel Rey desarrollando un largo curso de filosofía en la Universidad. Excelente divulgador, Rey se hizo apreciar como maestro de las disciplinas que exigen dedicación y talento especial. Actualmente se encuentra, también dando conferencias en la Universidad, el sabio crítico y filólogo español Américo Castro, cuya obra dilatada comprende acertadísimos estudios sobre las más destacadas figuras literarias de los grandes siglos del arte peninsular. El curso que desarrolla Castro será de mucha a utilidad para nuestras profesores de castellano si, a pesar de la escasa duración del mismo, lograra desbrozar un poco la perfecta. ignorancia, que alcanzan con sus cuatro años de estudios en el Instituto Pedagógico. No somos tan optimistas para suponer efectos tan radicales.

DON RAFAEL EGAÑA.—A fines de Marzo de 1923 falleció el gran periodista conservador don Rafael Egaña. Escribimos entonces, en “El Mercurio”, un artículo, del cual entresecamos algunos fragmentos: “Con la muerte de don Rafael Egaña, desaparece uno de los últimos representantes de aquellos tiempos en que las polémicas conmovían con estremecimientos humanos las frías hojas del papel impreso, haciendo de la prensa no una industria implacablemente hostil a toda germinativa manifestación espiritual, como hoy sucede, sino la traducción de un credo sostenido vigorosamente, de una serie de ideas en que se ha puesto la vida entera.” “Desaparece con don Rafael Egaña un individuo a quien acaso no se identificara nunca con nuestro espíritu porque su vida entera estuvo orientada con tenaz consecuencia por principios antitéticos a los que nos han formado. Pero se encuentra en él un valor intelectual que así como en otros respectos basta para salvar las limitaciones y los partidismos, en este caso unifica las voluntades en el mundo del espíritu y de las concepciones ideales.”

DON PAULINO ALFONSO.—A mediados del año murió el publicista, político y literario, don Paulino Alfonso, cuya labor de lustros ha quedado dispersa en diarios y revistas de toda índole a la espera de una compilación necesaria. El señor Alfonso era un hombre profundamente amante de la belleza, de la gracia en el sentido helénico, formado en un ambiente de cultura purísima y conocedor minucioso de las mejores literaturas. Sus artículos pictóricos y literarios, su enconada defensa de la estética ciudadana, sus traducciones del francés y del inglés—idiomas que conocía con sin igual hondura—, son testimonios que restan de las actividades de su espíritu. Era un antiutilitario, un ser para quien valían más la hermosura artística y los tesoros del espíritu creador que cualquier grandeza o preeminencia bastardamente asentadas sobre lo material y grasero de la vida. Hondamente idealista, sufrió, como es natural, las consecuencias de creer que las ideas y la bondad pueden triunfar en un ambiente calcinado por la. ambición y dominado por las medidas insolentes. Su recuerdo merece una apología hecha por un alma de selección, como la suya, que permaneció siempre a mil codos por encima de la bajeza del medio en que vivimos.

BALDOMERO LILLO.—En Septiembre dejó de existir Baldomero Lillo, él vigorosísimo cuentista autor de “Sub-Sole” y “Sub-Terra”. En esa oportunidad escribimos en estas mismas columnas un breve artículo que en parte reproducimos: “Baldomero Lillo no sentía vanidad por el cultivo de las letras ni se había apegado a la sombra de gloria que él produce. Siempre ajeno a todo afán de figuración, creó en silencio, concienzudamente, sus cuentos maravillosos en que se agita tumultuosa y agigantada por su arte magnífico, la vida de nuestro pueblo.” “Ha muerto, un ser que fué bueno, grande y humilde. Nos queda su obra, espejo fiel de su alma magnánima, desilusionada de la vida por el dolor de la vida. Nos queda el testimonio de su rebeldía, el eco de su protesta, la constancia de su ardoroso convencimiento que no le llevó a ser profeta o propagandista sólo porque en su interior se albergaba un inextinguible horror a lo apariencia y común.” “Con Baldomero Lillo desaparece un maestro y un camarada: un humilde maestro y un camarada enaltecedor.”

CINCUENTENARIO DE PUBLICIONES DE DON JOSE TORIBIO MEDINA.—En Agosto el señor Medina cumplió cincuenta años de labor intelectual, sostenidos con tanto empeño, con tan renovado entusiasmo que en esos mismos días daba a la publicidad uno de los varios volúmenes que ha lanzado en el curso de 1923. Las actividades del señor Medina no son propia y exactamente literarias y quedan a mucha distancia del arte de escribir que por sobre todo nos preocupa. Sin embargo, hay aspectos de ellas que se acercan a la literatura, y hasta se hace, por ejemplo, imprescindible recurrir a sus recopilaciones para esbozar una historia general de las letras chilenas que él ha tratado con hondura especial en la parte que atañe a las primitivas figuras de nuestros escritores coloniales. Eruditísimo, el señor Medina ha dedicado cincuenta años de acción incesante, con una constancia que maravilla, a acumular materiales que hoy y mañana los historiadores y los críticos no podrán menospreciar. Su obra merece, Pues, elogios no por lo que en sí contiene de bello, que no se encontrará, sino por el esfuerzo ingente, por la labor obscura y silenciosa que representa. Es un instrumento, y por lo tanto, tiene sólo valor práctico para la confección de múltiples bellezas desinteresadas, o para la elaboración., en el futuro, de teorías que expliquen nuestro progreso intelectual y las características de nuestra literatura.

Raúl SILVA CASTRO.