LA HUELGA DE IQUIQUE

La huelga de Iquique, iniciada hace ya meses, aún no termina. No pasa día sin que nos traiga el telégrafo alguna nueva noticia de allí. De vez en cuanto llega también a nuestro poder alguna carta de los amigos del periódico en aquel puerto. Por una y otra fuente sabemos cuán angustiosa es la vida de los esforzados huelguistas Iquiqueños. Los compañeros de Santiago no sospechan lo que es mantener una huelga en un pueblo de provincia. En las provincias son amos y señores los pequeños caciques o las autoridades en que se delega el poder central. Un terrateniente, un capitán de ejército, un prefecto de policía, un gobernador, mientras más alejados de Santiago se encuentren y más espaldeados por sus amigos políticos en ésta, más despóticos e inconciliadores se muestran. Desprecian a todo el mundo y tienen la satisfacción de verse temidos y obedecidos de todos. Es lo que sucede en Iquique. En Iquique no hay un diario, no hay un órgano de prensa burgués en que cada día no aparezcan insultos a los huelguistas, amenazas a su porvenir, pretendidas soluciones estúpidas al problema que su caso plantea. Las autoridades del pueblo se sienten autónomas y sin control. Los obreros sometidos velis nolis a su férula, tienen que aguantarse y resistir. Pocos ejemplos semejantes se nos podrán ofrecer de resistencia como la que han opuesto los camaradas Iquiqueños. Han sido heroicos, son aún unos héroes. No han retrocedido ante nada. Recientemente el alarmismo burgués hacía gran alarde porque los huelguistas habían eliminado a un krumiro y maltratado a otros. ¿Y cuándo se mata a los que piden justicia, a los que se rebelan, quién protesta contra el crimen nefando y cobarde? Los burgueses tienen la fuerza a su arbitro. El gobierno hace causa común con ellos. Las autoridades les sirven llenas de interés sospechoso y vil. ¿Qué pueden oponer a todo esto los proletarios indefensos, pobres, desamparados de todo influjo y figuración? Sólo les pueden servir de escudo la justicia de su causa y el espíritu solidario. Y bien sabemos todos cuán poca cosa resultan ambos factores. A cada paso vemos negada la justicia y embotada, por una causa u otra, la ardiente apelación de su rebeldía. Los camaradas de Iquique dan actualmente ejemplo de una untón, de espíritu de lucha que no podremos olvidar. Su sacrificio no puede ser perdido. Cuando se sienta desfallecer la fe en la causa común, se volverá la mirada a su heroísmo tan sostenido, tan vigoroso y se sabrá vencer como ellos—estamos seguros—vencerán-

Eliodoro GONZALEZ.