UN AÑO MAS

Otro año. De cara al mañana, con el regocijado cansancio de una jornada cumplida sobre el surco oscuro, henos aquí afirmando nuestros propósitos ante la perspectiva ilimitada. Nuestro gesto ha sido el mismo: gesto de siembra, rotundo; heridor, a veces; siempre lleno de confianza en el destino humano. Somos de los que creen con Romain Rolland que “es preciso devolver al hombre la fe en la vida y en el hombre.” Y a esta labor, vasta, necesaria como nunca en esta hora inquieta y menguada, nos consagramos sin esclusivismos ni limitaciones. Toda voz de libertad, toda iniciativa de belleza pura, toda palabra de verdad justiciera, han encontrado en nuestras columnas cabal aceptación, generosidad de estímulo, simpatía fraterna. Pero revisando la obra realizada, ella no nos satisface ampliamente. Hay algo que intentamos y no conseguimos. ¿Cuántos caminas que quisimos iluminar de verdad permanecen todavía anegados en la noche? Son incontables, amigo. Pero no es nuestra la culpa entera. Es tuya también, tuya. Porque pudiendo sumar tu ímpetu al nuestro no lo hiciste. Porque callaste debiendo esparcir hacia todos los horizontes la semilla ardiente de tu convicción y de su protesta. Esa es la verdad, amigo. Tu bien conoces la fuerza y las artimañas de los enemigos—¡tantos!—que nos hostilizan desde las almenas de esta sociedad católica y democrática.

Hay que agitar, hay que negar y afirmar, crear, vivir. Esa es nuestra consigna. El escéptico podrá decir que esto—nuestro trabajo—es romperse las manos contra murallas de piedra, arrojar ideales a la demente resignación de las multitudes. Contra todo, contra todos, a despecho muchas veces de nosotros mismos, hemos conseguido llegar hasta aquí. Y henos aquí, descansando sobre este nuevo jalón de nuestra obra humilde, con la mirada hundida en esa lejanía llena de todas las cosas posibles. Y, también, de la victoria.