DE LA RESPONSABILIDAD EN LAS IDEAS

Todo ideal entraña para el hombre que lo alienta, en hondo y claro sentido de responsabilidad. Es el nexo poderoso que lo lleva a las cálidas entrañas de él, para surgir transfigurado por la constitución de un nuevo sentido de la vida. La visión inequívoca de esta responsabilidad se traduce en una siempre ascendente integridad moral que hace destacarse al idealista del abyecto ambiente colectivo. Los repliegues más profundos y sutiles de la idea – nervio que lo lanza al horizonte vasto de las realizaciones audaces, se destacan nítidos e inconfundibles al conjuro de este factor preponderante. Y es que la responsabilidad implica un serio proceso de análisis, de ahondamiento en el filón riquísimo que atesora el metal preciado, hecho luego material básico de osadas verificaciones. Es el fuerte cordaje que mantiene unido al hombre y el ideal. El agigantamiento de esta fuerza de solidificación, levanta seres de altivez inabatible, deslumbrados ante la grandeza de la obra a realizar, prendidos al miraje del porvenir, combatientes infatigables de las miserias del presente. Al impulso de una responsabilidad depurada y lúcida, la siembra idealista adquiere contornos amplios, insospechados, siempre renovada por iniciativas meritorias. El hombre fuerte, pleno de ese valor moral tan insólito en esta negra hora de apostasías y común abulia, ese hombre grande por sus ideas de independencia, de libertad, de fuerte inclinación hacia una vida nueva, precisa poseer el aliciente de esta santa responsabilidad, de esta dinámica clarividencia frente a un mundo caduco, pleno de senderos falsos que conducen a una tácita renunciación de su personalidad naciente. Nuestros días se singularizan por una lamentable carencia de este bello espíritu. En el iluminado por una idea determinada hay a veces sólo la efímera sugestión que enciende el contacto con un ambiente reducido; otras es el entusiasmo fugaz nacido a la vista de un acontecimiento externo, simple efecto de causas profundas, necesarias de ser estudiadas. En estos planos superficiales pretenden laborar nuevos destinos para la humanidad, cuando en realidad sólo obtienen un prematuro cansancio o un hastío que los precipita al confortable terreno de un pesimismo negador. De aquí se infiere fatalmente el por qué son pocos los que logran mantener esa señera energía que se traduce en constancia, tenacidad, empuje bravío, dando vitalidad imponente a todo acto que caiga bajo la égida de esfuerzo, conservando la bullente viveza de la labor apenas iniciada. Precisa entonces crearse este sentido trascendental de la responsabilidad en las ideas. Poseer una plena conciencia de la máxima proyección por ellas descrita. Toda obra adquirirá indubitablemente la bella elevación de totalidad y el amplio radio de lo eternamente en movimiento, impulsado por la inagotable fuerza de una densa plenitud ideal.

VICTOR YAÑEZ.

San Bernardo.