El fundamento sociológico de la anarquía

Ante todo debo hacer una declaración. Y es esta: yo no soy anarquista ni a la manera individualista ni a la manera socialista. Soy simplemente socialista, y como tal, admito la evolución continua, indefinida e indetenible de la sociedad humana. Si el principio de la evolución domina en todas las esferas particulares que constituyen la universalidad del Cosmos, es un absurdo querer afirmar que dejará de verificarse en el mundo social tan pronto como se realice históricamente la época socialista. Como todo se transforma incesantemente en virtud de leyes mecánicas del desarrollo de toda realidad natural, de igual modo que hay una evolución del Socialismo, el que, lejos de ser un punto de llegada definitivo de la evolución social, no es más que el punto de partida para las ulteriores, más grandes y magníficas transformaciones humanas. En el proceso histórico no descubrimos puntos de parada y etapas definitivas, sino fases que se suceden unas tras otras y siglos que se desarrollan consecutivamente, los cuales, mirados en conjunto, nos dan la idea comprensiva de aquella inmensa espiral con que Wolfang Goethe simbolizó el devenir eterno de la humanidad. La afirmación de que el socialismo es el trámite para pasar al comunismo anarquista, es una verdad que no es extraña en boca de socialistas auténticos y de verdaderos anarquistas. Me place transcribir las palabras del anarquista E. Carpenter, palabras que no se apartan, antes plenamente están de acuerdo con los principios y con el convencimiento científico que acabo de exponer. Escribe Carpenter: “Cuando los pueblo hayan aprendido la lección del comercialismo y de la competencia, tan profundamente como los actuales han aprendido la del cada uno para sí, se necesitará algún tiempo para que la olviden. El sentimiento de la vida común, durante tantos siglos ahogado y reprimido, se creará y ampliará de nuevo, pero lentamente. Es necesario, pues, confesar que con objeto de que las nuevas ideas y los nuevos hábitos de vida tengan tiempo de desarrollarse, se necesitará pasar primero por la etapa intermedia del colectivismo”. (1) Para actuar el ideal de la libertad consistente en la anarquía, es necesaria una obra preliminar de educación social, tal como puede darla un régimen socialista. Esto es lo que quiere decir Carpenter. Por otra parte, si la anarquía, por medio de uno de sus representantes intelectuales hace estas concesiones al socialismo, éste último se va acostumbrando a mirar a aquella con ojos menos torvos y a considerarla más serenamente, y hasta agregaré, más seriamente de lo que ha hecho hasta el presente. Nadie niega ya que a veces la crítica que Carlos Marx ha hecho de la anarquía y de los anarquistas ha sido poco seria, demasiado acerba, insolente y apasionada. Pero las condiciones subjetivas en que se encontraba Marx, cuando criticaba el anarquismo, hallan una suficiente explicación y justificación en las condiciones históricas e intelectuales en que vivía. A esto propósito es justísima la advertencia de Benedetto Croce al decirnos que el liberalismo marxiano es una reacción legítima contra el excesivo y exagerado culto del individualismo de los siglos XVII y XVIII. “Su (del anarquismo) carácter metafísico, está en la convicción de la bondad de las leyes naturales y en aquel concepto de naturaleza (derecho de naturaleza, estado natural) que, hijo de la filosofía del siglo XVII, dominó en el siglo XVIII. No impidáis obrar a la naturaleza y todo se arreglará bien. Marx analizaba el concepto de naturaleza, y mostraba cómo éste era el complemento ideológico del desarrollo histórico de la burguesía, un arma poderosísima de que se valió contra los privilegios y las opresiones que quería derribar” (2). Y otro de los más fuertes y sapientes discípulos de Marx, Jorge Plekanof, en su libro Socialismo y Anarquismo, ataca la ideología anarquista como un edificio teórico inconsistente porque está basado sobre un absurdo: la bondad de la “naturaleza humana”. Demostrar cómo la anarquía se basa sobre el presupuesto de la sociedad y no sobre el individuo como entidad autónoma y aislada; derrocar la premisas sociológicas de la anarquía. tal será el objeto de este presente estudio objetivo y a-político, estudio que considera el ideal anarquista como parte exclusiva de un razonamiento científico (inductivo o deductivo) y parte de una interpretación histórica y sociológica. El “método positivo” que nos ha llevado al descubrimiento de tantas verdades en todo orden de lo real, que dio hasta del socialismo una concepción “realista” y una sistematización lógica casi científica, debe aplicarse, según mi modo de ver, al estudio de la anarquía para hacer desprender la verdad indiscutible de que en lugar de ser ésta un sueño de fantásticos, de enfermos y de visionarios, es un eslabón de la cadena de la evolución histórica de la humanidad, y hasta podría decirse que es el punto “teleológico” del porvenir social. Queremos aplicar en el estudio de la anarquía, los conceptos de evolución y de ley, para que todo aquél que tenga un poco de cerebro se forme introspectivamente la convicción de la necesidad de su realización a lo largo de los infinitos caminos de la Historia.

II

Todo método positivo experimental en busca de una verdad, parte de datos reales y no de hipótesis absurdas; de presupuestos lógicos y no de dogmas filosóficos. Cuando el socialismo coloreóse con la luz del Materialismo histórico (que es precisamente el método experimental aplicado al estudio de la fenomenología social), perdió todo su carácter utópico e idealista, y de concepción mística y sentimental convirtióse en una concepción y en una doctrina crítica, completa y orgánica (3). Sucedió así porque en la formulación teórica del socialismo se perdió de vista el elemento trascendente y voluntario del hecho social y se tomo en consideración el elemento positivo e histórico de la evolución de las formas económicas y de las leyes dinámicas del porvenir social, en lo cual entran por poco la voluntad y la libertad del individuo, que antes resumía el exclusivo factor y se creía fuerza motriz del progreso humano. ¿De qué punto parte el ideal anarquista? La Premisa típica de la anarquía es la individualidad humana libre, independiente, anárquica, sin lazo con el tronco de la realidad social. Es natural que tomando por premisa del raciocinio un dato inexistente, todas las consecuencias que se deriven sean equivocadas, ilógicas, sin consistencia (4). Pero aquí entra en liza el método experimental que cambia de sitio las bases fundamentales del raciocinio anarquista y nos conduce a ver el verdadero y estable fundamento de la anarquía, que es y no puede ser otro que el “fundamento sociológico”. Si la individualidad anárquica vive sólo en el cerebro de unos pocos solitarios y vagabundos intelectuales; sí también, por excepción, por no decir por milagro, puede alguna vez pesar en la balanza de la escena social, es un mero dato o postulado lógico, una creencia idealista y metafísica que no halla su exacto equivalente en la historia. Derribado el castillo de naipes de la individualidad anárquica, recurramos a los datos incontrovertibles de la sociología evolutiva y de la ciencia. Veremos entonces que la anarquía, no se halla en contradicción ni con la una ni con la otra, sino que es el corolario más directo de ambas y su expresión más elevada, más ideal y más bella.

III

El fundamento positivo de todas las ciencias físicas, biológicas, históricas y sociales, consiste en esta simple verdad: que la realidad, en todas sus formas, no es una individualidad por sí misma, sino producto de un proceso de formación natural y una asociación de partes elementales, combinándose en diversas medidas definidas o especificadas para formar estructuras. De la combinación de las partes asociadas resultan diferentes estructuras que tienden progresivamente a individuarse, estructuras que son los diversos aspectos morfológicos de una única materia cósmica, que es el punto de partida de la filosofía natural, como el principio de substancia es el punto de partida de la gnoseología. Hay diversas estructuras: las estructuras químicas, las estructuras biológicas, las estructuras sociales y las estructuras superiores, las psíquicas, que sintetizan en la sublime unidad de la conciencia, la que a su vez no es una individualidad por sí misma, una substancia indivisible, sino una formación natural resultante –como expresa Roberto Ardigó –, de un proceso de composición y de asociación psíquica (5). En el ritmo indefinido de la vida cósmica hoy se tienen menos en cuenta las grandes fuerzas, que antes parecían unitarias, y se da mayor importancia, gracias a los medios más perfeccionados de investigación, a las pequeñísimas e infinitesimales fuerzas de cuya cooperación y solidaridad derivan las grandes. Esta concepción estructurística del mundo ha sido expuesta de modo insuperable con referencias a la astronomía, a la física, a la química, a la biología y a la sociología por Pedro Kropotkin, en su obra: La anarquía, su filosofía y su ideal. La vista humana parece tener por mira las pequeñas cantidades que se resuelven en un grandísimo número de cantidades pequeñísimas, que componiéndose después, en los diversos procesos naturales según leyes especiales, organizan los mundos distintos e individuados, animados por aquella sublime eterna “armonía de los opuestos”, que es la armonía de lo “infinitamente grande” y de lo “infinitamente pequeño” (Hegel). Cuando la astronomía demuestra que los mundos siderales no son colosos celestes formados de golpe y porrazo, sino que son el producto de la formación natural, el resultado de la composición de los átomos materiales circulantes en la corriente inconmensurable del cosmos; cuando la química demuestra que los cuerpos son edificios moleculares (Abogadro); cuando la biología, demuestra experimentalmente que los organismos más perfectos son el producto de una evolución zoológica anterior, que parte de las masas amorfas indistintas e indiferenciadas de los primeros vivientes; cuando la fisiología repone el secreto misterioso de la vida en el consensus de las partes y afirma el concepto de que es una serie de movimientos solitarios reducibles a su vez a células también solitarias (Alfredo Fouillée); cuando cae la concepción heroica o individualista de la Historia (Carlyle) ante esta concepción sociológica, que tiene en cuenta, no las grandes individualidades, no los grandes hombres sino los agregados humanos en lucha (6) y en cooperación mutua, y resultantes éstos también de la lucha y de la cooperación, y examina las fuerzas sociales de imitación y de sugestión; cuando la sociología evolutiva toma por punto de partida no el “homo solus” sino el “zoon politicon” (Aristóteles), el hombre viviente en sociedad; y cuando, en fin, la psicología evolutiva llega a afirmar que la “psicología social” precede a la “psicología individual”, se tiene entonces el derecho de afirmar que la única filosofía positiva es la de la solidaridad. Dadas estas premisas filosóficas tales como derivan del complejo de todas las ciencias modernas positivas, ¿no es por lo menos cómica la posición de los individualistas anarquistas a outrance? ¿Qué cosa es un “individuo” preformado, antecedente a toda evolución, sino un puro fantasma, un esquema filosófico, el mismo que miserablemente anduvieron persiguiendo como sombra, inaferrable los filósofos del siglo XVIII, hijos de J. J. Rousseau? “Es necesario – escribe Iciclio Vanni en la introducción a la Justicia, de Herbert Spencer, que es una crítica eficacísima de todo el sistema ético-jurídico a base individualista del gran filósofo inglés –, es necesario partir de una premisa que refleje la efectiva realidad de las cosas. Ahora bien; esta realidad nos da los individuos y el todo orgánico por ellos constituido.” Aquí el autor habla de los individuos como puras entidades biológicas, resultado de las leyes de la evolución de los vivientes, que para convertirse de individualidades físicas en individualidades morales, es decir, en personas conscientes, libres y de voluntad, han vivido integrándose sucesivamente en el todo de la organización social. Los individuos aislados constituyen la mera materia física, el componente “antropológico” de la humanidad colectiva; el todo orgánico por éstos formado, constituye su materia social, de la que se destacan nucleándose los diversos poderes, germinándose primero la “psicología social”, después la “individual” y consiguientemente el derecho, la moral, la religión, la estética y la ciencia. Y aquí nos parece oportuno confirmar los conceptos aproximativos de “individuo” y de “sociedad”, y establecer las dos supremas leyes de la realidad universal: la ley de la formación natural y de la individualización progresiva que tienen su respectiva comparación (sustancial y no analógica) en el campo de la realidad social y que tan magistralmente ha expuesto el inteligente jurista y sociólogo Iciclio Vanni.

G. PANUNZIO.

(1) E. Carpenter. – Étapes vers liberté.– “Humanité Nouvelle”. (2) Benedetto Croce.– Per la interpretazione e la critica di alcuni concetti del Marxismo. (3) Estamos de acuerdo con Antonio Labriola, In memoria del manifiesto del Comunisti, y con Eduardo Bernstein, Socialisme et Science, que el Socialismo no es ni puede ser científico, sino puramente crítico. (4) Decir que la perfecta individuación del yo y de la conciencia, tal como la concibieron Kant y todos los liberistas, no encontró en el pasado y en el presente, sino por excepción, su equivalente en la historia, no significa negar que no pueda encontrarlo en un porvenir más o menos lejano. Nosotros, al contrario, guiados por criterios evolucionistas, demostraremos que con el desarrollo social integral la individuación más completa y distinta del yo – es decir, la anarquía – no será ya un sueño, sino un factum empiricum, producto del dinamismo social, pero no del libre albedrío. (5) R. Ardigó. – La psicología come scienzia positiva. (6) Ludovico Gumplowicsz. – El concepto sociológico del Estado.

(Concluirá.)