Actividades Internacionales

La crisis francesa se resolvió, más o menos, como lo preveíamos en nuestra crónica anterior. La grave complicación surgida a raíz de la constitución de una nueva mayoría parlamentaria fue solucionada con rapidez. Nos referimos a la imposibilidad en que las izquierdas colocaron a Millerand de seguir siendo Presidente de Francia. El rodaje institucional del país permitió resolver rápidamente una situación violenta y radical. Hoy Francia tiene un nuevo Presidente, elegido al mes justo de las elecciones parlamentarias. La trascendencia de estos hechos es suma. Las izquierdas nuevamente en el poder tienen como programa internacional reanudar relaciones con los países que el block nacional había excluido. Rusia y Alemania serán dentro de poco amigas y acaso aliadas de Francia. El problema de las reparaciones, si Alemania no plantea nuevas dificultades, tendrá igualmente un desenlace favorable para la armonía europea. Por lo menos el nuevo premier francés, M. Herriot, tomará la cuestión desde un punto de vista conciliador que Poincaré no tuvo en cuenta nunca. Sin embargo, el Presidente que se ha dado a Francia no es el desideratum de la mayoría parlamentaria actual. Votaciones recientes habidas en la Cámara de Diputados francesa prueban que M. Doumergue no cuenta con la mayoría que su Gobierno desearía para realizar íntegramente y sin sobresaltos un programa completo de acción pública. Se dijo que Poincaré maniobraba para hacer elegir a M. Doumergue como el menos teñido de izquierdismo, en contra de M. Painlevé, el más indicado candidato de las izquierdas. Y, en realidad, parece que el Presidente elegido no responde enteramente a las orientaciones más avanzadas de la mayoría radical-socialista del Parlamento. Desde el punto de vista de los intereses proletarios, esta renovación política no representa nada o casi nada. Sus condiciones de vida no mejorarán ni se podrá anunciar la asunción del poder por las izquierdas como un debilitamiento de las circunstancias apremiantes del régimen capitalista. Pero la política internacional sí será influida seguramente por los nuevos gobernantes. En este punto no caben discusiones ni distingos, y por más que se diga que el nuevo Gobierno seguirá las inspiraciones de los antiguos hombres de Francia que habían extorsionado a Alemania y llevándola a la desesperación se presenta como evidente que sus ideas socialistas les impedirán proceder con el frío e implacable criterio de Poincaré y compañía. Al menos el programa anunciado de Gobierno consulta la renovación de la política internacional de Francia en términos que hacen esperar la vuelta al equilibrio de Europa. Y si esto fuera poco, no olvidemos que al ver el giro que tomaban los acontecimientos en su vecina y aliada, Bélgica hizo un cambio de frente que es fundamental. Cuando se convenció de que el nuevo Presidente francés saldría de las filas de los radicales-socialistas anunció el retiro de sus tropas de la región del Ruhr, haciendo solemnes protestas de su espíritu siempre conciliador para con la nación vencida...

En Italia, entre tanto, se han sucedido graves hechos que demuestran hasta cierto punto un quebrantamiento del fascismo y tal vez hasta la destrucción del statu quo que existía en la clase obrera frente a la política de Mussolini. El desaparecimiento del diputado Matteoti, asesinado por unos cuantos destacados dirigentes fascistas y colaboradores de Mussolini en su Gobierno, ha sido el acto primordial de estos días. A estar a las informaciones que nos ha transmitido el cable, la agitación despertada por este acontecimiento sería inmensa. Sin embargo, hasta el momento en que escribimos estas líneas, ningún hecho de fuerza efectiva se ha hecho presente como protesta. Esto que en la misma Italia se ha hecho en el extranjero para protestar de la situación de fuerza impuesta por Mussolini. El asesinato de Matteoti ha provocado, por ejemplo, una reunión del Partido Laborista inglés, a la que asistió Mac Donald, el premier, dándole especial significación. La protesta de los laboristas ingleses tiene, por eso, un alcance que el Gobierno de Italia no podrá echar en olvido. Punto más o menos representa el criterio que la mayoría actual, formada por liberales y laboristas, puede en un caso dado oponer frente a las necesidades o peticiones del Gobierno de Mussolini. Creemos que éste no podrá mantenerse indefinidamente en el poder. Su política dictatorial ha repugnado a la mayoría de la población por haber negado libertades que el pueblo ama profundamente. Siempre pensamos que Mussolini regiría poco tiempo los destinos de Italia. Hoy la conciencia de que sucederá a su tiranía solapada una reacción avanzada de importantísimas proyecciones, se afirma en nosotros. El asesinato de Matteoti puede ser el origen de este despertar popular. Si él no se produce ahora, podrá tener lugar dentro de poco. Esperemos.

La medida tomada por los Estados Unidos contra los japoneses que abandonan su país para establecerse en la Unión, ha causado, con justicia, gran alarma internacional. Pocas veces un pueblo se ha visto más claramente menospreciado que el japonés por esta ley que, en forma oficial, impide la inmigración nipona en los Estados Unidos. Sin embargo, el imperio del Sol Naciente no ha podido responder con un ultimátum como lo habrían insinuado las prácticas internacionales más socorridas. Recién azotado por el mayor fenómeno sísmico de que hay constancia histórica, ha tenido que confesarse reducido a una semi-impotencia dolorosa.

Tal vez la medida adoptada por los Estados Unidos pueda ser considerada como perjudicial para el desarrollo de las relaciones entre ambos países. En efecto, lo es, y constituye un enorme peligro que quedará latente, hasta que llegue el instante de una colosal guerra para la cual Japón se prepara hace ya tiempo. Pero había razones internas que impulsaron al Gobierno de la Casa Blanca a tomar esta determinación única. El japonés es en el país al cual se dirige como inmigrante un hombre inasimilable que mantiene su religión, sus costumbres, su idioma y en general, todas las vinculaciones posibles con el país de su nacimiento. Estados Unidos ha procedido como nación intensamente nacionalista, empeñada convertir en elementos de su propio progreso a todos cuantos llegan a sus playas en busca de trabajo. Puede acusársele de haber escogido un momento de indefensión real del Japón para proceder como lo hizo; también puede corresponderle en día no lejano una grave responsabilidad por la corriente de odio que ha desencadenado entre los nipones contra la nación que oficialmente los desprecia. En todo caso la situación producida es gravísima y tendrá consecuencias que el Japón, entregado a una intensa labor reconstructiva, se ha visto en la necesidad de eludir por el momento.

Entre tanto Rusia, según todas las probabilidades, ha firmado compromisos secretos con el Japón, en cambio de compensaciones comerciales. De un lado y de otro se organizan las fuerzas para futuras grandes conflagraciones que desgraciadamente nada podrá impedir, dado el enorme peso de los intereses que a ellas darán base y los positivos rencores que naciones como Estados Unidos no temen dirigir contra sí.

ESPECTADOR.