CRONICA MUSICAL

Bach y el Clavecín bien Temperado

SALA DE TRABAJO DE BACH

La Alemania muy feudal del siglo XVII, políticamente desorganizada dentro de las humanas ambiciones de sus príncipes, florecía a pesar de todo, en un haz luminoso de manifestaciones artísticas, impelida por la competencia de ostentación de sus grandes o pequeños mandatarios, quienes se disputaban la adquisición de una obra maestra o de un artista de fama, con el empeño que bien desearíamos en un dirigente de nuestros días, para bien del arte y de la cultura general; porque, en verdad, dentro de nuestra alardeada democracia, la libertad artística no es mas que una humilde esclava del más odioso abandono. Así se explica que gracias a la protección del príncipe Leopoldo de Anhalt-Costen; del duque de Neissenfels y de Federico el Grande, pidiera Bach educar con esmero sus veinte hijos y ser a la vez el autor de 1.016 composiciones de alto mérito, que han llegado a nuestros días, fuera de una infinidad de composiciones que por desgracia se han perdido. Desde el hondo y soñador preludio para laúd, que compuso en su juventud, hasta la potente fuga, que escribió en su ancianidad, sobre un tema de Federico II, se ve actuar a la misma altura: en el plano de la nobleza artística, donde posiblemente arribara gracias a su técnica definitiva y a la santidad de su corazón. Es tan noble la música de este viejo cantor alemán (cuya obra no envejece) que si la Humanidad de los elegidos deseara expresar en un himno todo lo más puro, digno y santo que su alma esconde, elegiría, seguramente, por unánime encuesta, el aria de Bach como himno universal; paliativo de toda vieja herida, cantar de los cantares, que nos reconcilia con la vida y con la muerte, más allá de la razón y el mundo para diluirnos imperceptiblemente en el Todo sin dolor. Sí; es el aria de este viejo cantor alemán, que antes de escribir su música acostumbraba tomarse las pulsaciones de sus venas para copiar en esta forma el ritmo de su propio corazón y entregarlo así, por entero al arte de las vibraciones, en un andante pleno de majestad o en un Presto regocijado, según fuera el correr de su sangre. Bach fue un hombre sano, pero tenía esta curiosa arritmia tal vez, por este hábito tan original de escribir su música, su obra asombre por la sinceridad de su expresión. “El clavecín bien temperado” es una colección de veinticuatro fugas con sus preludios respectivos. Posteriormente se le ha agregado a esta obra otra colección de 24 preludios con fugas, también en orden cromático. El contrapunto de estas fugas es libre y expresivo, su análisis técnico no nos conduce a un campo de visiones muy severo; tal vez la armonía que se escurre entre sus voces nos obliga a cerrar los ojos para convencernos con la emotividad de sus sones lo que no hiciera con la razón de su ciencia. ¿Para qué analizar? Todo músico de verdad posee su fe y sabe que las fugas del Clavecín bien temperado son las Tablas de la ley de Bach.

ICH GROLLE NICHT.