LA REVOLUCION MEXICANA

Fue Emiliano Zapata el que planteó el problema de la repartición de la tierra en México. Su “Plan de Ayala” es simple: todo está metido en esta frase: “LA TIERRA ES DE QUIEN LA TRABAJA”. Zapata– peón, presidiario– empezó repartiendo violentamente el rico Estado de Hidalgo. Después nació el Partido Agrarista. El rumbo más interesante de la Revolución Mexicana se lo dio este hombre. (Hoy tiene en el Palacio de la Secretaría de Educación un retrato mural, obra de Diego Rivera).

Dos criterios extremos traen dividido al agrarismo. Con Madero, la repartición de tierras no tuvo más que una presentación. Zapata se mantenía guerreando contra el gobierno y dividía las tierras a su antojo. El Congreso de ese tiempo dilató la discusión del asunto. Hubo descontento general entre los campesinos. Una traición militar trajo al tirano Huerta y otra vez México debió empezar la lucha. Carranza levantó la bandera agrarista. Le acompañaron Villa, Obregón, Zapata, Calles, Soto y Gama, etc. Después del triunfo, Carranza reunió la Constituyente del año 17. Ahí primó el criterio de los carrancistas. Los villistas y zapatistas fueron derrotados en las votaciones y en las discusiones. Contra la APROPIACION LISA Y LLANA de las tierras y su repartición por el Estado, triunfó el bando de la EXPROPIACION DE LAS TIERRAS BALDIAS, y la repartición proporcional, etc. Artículo 27 de la Constitución. Zapata desconoció a Carranza. Flores Magón incitó a los Obreros contra el gobierno. Villa no permaneció inactivo. Carranza derrotó a Villa; hizo huir a Flores Magón y le tendió una trampa a Zapata, asesinándolo en Cuautla.

El proceso posterior del agrarismo ha variado en un regreso al Plan de Ayala. Obregón ha hecho esfuerzos enormes por resolver el problema. No hay dinero para la deuda agraria. Los terratenientes encontraron la leguleyada de dividir en lotes sus tierras y pasarlas a sus parientes o les ponen arados dos veces al año. Así no quedan desocupadas sus tierras. Por otro lado, los agraristas andan a caza de las tierras y se las reparten como pueden; siempre se hacen dueños de ejidos y de cosechas. A veces se suscitan conflictos diplomáticos, como el de la señora inglesa Evans, en el que el Encargado de Negocios de Inglaterra reclamó del atropello de los campesinos, obligando al gobierno a entregarle sus pasaportes y aún amenazarle con la expulsión del país.

Lentamente se va llegando al cumplimiento del artículo 27. Son contados los Estados en donde el reparto se ha hecho. Pero en la lucha presidencial última, Plutarco Elías Calles incluyó en su programa el plan zapatista. Actualmente el Congreso discute la reforma pertinente de la Constitución. Calles había dicho en alguna ocasión: “Como del aire y del sol, los mexicanos deben gozar de la tierra y del agua”.

Cuando la lucha por la presidencia se hacia enconada, los candidatos Calles y Flores le tendieron la mano a la clase media. –Había ya terminado el movimiento subversivo de Huerta y los candidatos a Presidente– Alvarado, Zetina, Julia Alonso– se retiraban de la competencia. Flores levantaba la bandera de la patria frente a la bandera roja y negra de Calles. La burguesía se fue con Calles. La clase media mexicana– ambigua mezcla de gente culta y ambiciosa– inició una vigorosa campaña pro-Calles. Fijó sus principios sociales y adhirió enteramente (?) a los postulados bolcheviques de los obreros de la C. R. O. M. Calles– aguatero y maestro de escuela– revolucionario viejo, hábil, duro, culto– logró meter en su programa político, el anhelo de la burguesía: “La clase media sufre igual que la obrera. El capitalista la explota con mas cinismo. La clase media es canalla y no entiende: se atraca a la aristocracia y su papel está al otro lado. Yo le señalo un puesto al lado de mi bandera”. Entonces los padres de familia, los dueños de casa formaron la Federación de Sindicatos afiliados a la C. R. O. M. Algunas diputaciones fueron llenadas por esta gente. Lo que le interesaba a la clase media era la solución del pequeño problema grande: mejores sueldos, habitaciones baratas, educación intensiva, derecho como los de los obreros y el manoseado mejoramiento social. La clase aristocrática se asustó demasiado. También se federó... Pero la sangre no llegó al río. Se dio la batalla. Ganó Calles. Y los Sindicatos de los burgueses y de la plutocracia se hicieron muy fuertes. Antes– cuando Carranza organizaba a los obreros ayudado por Héron Proal, Dr. Atl y Flores Magón– en Veracruz se formó el Sindicato de Arrendatarios, que existe aún, y que se adueñó de las casas que arrendaban. Es la única actitud de valor que la clase media ha tenido en México. Aunque es verdad que desde Santa Ana, la clase media ha dado Presidentes y ministros, hasta Obregón. Ya en otra crónica deshilvanada dije la organización obrera. Aquí hablo de lo mismo, alargando un aspecto de la cuestión política o gobierno, para encerrar la situación obrera actual de México. El gobierno está en manos de los obreros y de los intelectuales. Las Cámaras tienen un 65% de obreros y un 35% de intelectuales, artistas o profesionales, más o menos. Los Secretarios de Estado, desde Carranza acá, han quedado en manos de los obreros (como Morones, zapatero) de maestros de escuela, como Calles; de intelectuales y artistas, como Pani, Puig y Vasconcelos. Los Sindicatos de la C. R O. M. hacen una labor política, que asombra. Los Sindicatos de Artistas– pintores, poetas, escultores– en donde actúan Diego Rivera, Dr. Atl, Revueltas, González, Maples Arce, Roberto Montenegro– hacen obra de vanguardia artística y de difusión de la cultura; sus acuerdos son acatados por el Ejecutivo Federal. Hay que agregar que los Sindicatos Blancos y los Sindicatos Rojos, no tienen representación en el gobierno. No hay en las Cámaras ni conservadores ni comunistas rojos. El partido cooperatista representa en el Congreso mexicano la derecha girondina. Indudablemente que en Chile las gentes se asustan cuando leen los telegramas de la Prensa Unida o Asociada– mal intencionados siempre– que dicen de peleas o que sé yo qué desprestigios y tonterías. Los mexicanos son agresivos y valientes; y hacen más caso que los chilenos, al lema: “por la razón o la fuerza”. Las discusiones casi no existen en el Congreso. No se pierde él tiempo en andar con comisiones anodinas para– por ejemplo– quitar un banco de un paseo público o para hacer una revolución. El pueblo mexicano puede cambiar la forma de su gobierno cuando le parezca. (Continuará)

RUBEN AZOCAR