DE LA MEZQUINA ACTUALIDAD

La desocupación obrera

Como el año 21 y 22, volvemos a presenciar el espectáculo doloroso y depresivo de la desocupación obrera. Los feudales del salitre, amparados por abogados chilenos de gran influencia en las esferas gubernativas, han empezado a cerrar sus oficinas, dejando en la más completa pobreza a miles de trabajadores que hoy vagabundean por las calles sin saber en qué forma ganarse el pan cotidiano. Proceden de esta manera los industriales del norte, a fin de presionar al Gobierno y conseguir de este modo la rebaja del impuesto de exportación por quintal de salitre que reclaman desde hace tiempo con quejumbrosa insistencia. Hasta este momento, no sabemos, sin embargo, de ninguna agitación de los organismos obreros, encaminada siquiera a protestar por la acción criminal de los magnates del salitre, y por la complicidad del Gobierno y de las Cámaras Legislativas que toleran impasibles estas maniobras del capitalismo extranjero. No obstante, se habla por ahí de los miles de asociados de la Federación Obrera, del Partido Comunista, de la Unión Gremial, etc. Seguramente, estos fantasmas del obrerismo nacional, van a probar sus fuerzas y a despertar de su letargo después que hayan perecido de hambre todos los desocupados del norte. ¡Bien por ellos!

Contrastes

La España monárquica, taurina y clerical, no está por entero perdida para la causa de la revolución, a pesar que aún continúan en el poder esos dos chulos de la tiranía que se llaman Primo de Rivera y Alfonso XIII. Los escasos periódicos que tolera la censura o logran escapar a ella, nos informan que el espíritu del pueblo está cada día más animado del ímpetu renovador que dentro de poco cambiará radicalmente la fisonomía social y política de esa desventurada nación. Por su parte, el resto de las fuerzas espirituales del país, literatos, artistas, intelectuales, no descansan en su tarea de combatir por cualquier medio a la dictadura. Con motivo del cambio de rumbos impreso por el Directorio al Ateneo de Madrid, último reducto de los hombres de pensamiento libre, la totalidad de sus miembros se han retirado de este centro de cultura, quedando en él únicamente los sirvientes de Alfonso y los lacayos de Primo. La prensa nos acaba de informar de una altiva y digna renuncia, suscrita por uno de los verdaderos valores de la Península, que no está dispuesto a aceptar las imposiciones de la tiranía. Al querer comparar la actitud de estos hombres, con la de ciertos intelectuales chilenos cuando la fuerza armada se adueñó del poder, no hemos podido menos de sonrojarnos... Es, en efecto, harto sensible que nuestros intelectuales hayan tenido siempre tan poca entereza para afrontar situaciones que, por lo general, elevan el espíritu y embellecen el ideal. Han estado siempre a favor de los opresores y de la autoridad, defendiendo en todo instante, lo viejo, lo inútil, lo caduco. En el conflicto estudiantil no tuvieron una sola expresión de aliento para los muchachos o de queja formal contra el conservantismo perseguidor de los pedagogos policiales y universitarios. La separación de sus cátedras universitarias, de profesores como Pedro León Loyola y Amanda Labarca– sin duda alguna lo más honesto y progresista que hay en el profesorado del país– los ha dejado en la más completa marmota de las indiferencias. Para qué decir que han sido siempre reacios en comprender la importancia del problema que plantean las reivindicaciones proletarias, cuando algunos ni siquiera conocen la existencia de tal problema. Son, a pesar de todo, los más altos y positivos exponentes de nuestra cultura. Con razón se puede decir que este país es un paraíso.

Oposición justificada

De todas las leyes dictadas apresuradamente durante los días del movimiento militar, ninguna ha levantado mayores protestas que la 4054 de Seguro Obligatorio. A pesar de las medidas compulsivas que contempla en sus disposiciones y de la activa propaganda que se ha realizado a su favor, presentándola envuelta en los vistosos ropajes de una sabia y científica asistencia social, ha sido combatida enérgicamente por los trabajadores. Estimamos bien explicable y natural la actitud de los obreros que resisten el cumplimiento de esta ley. Hay varias causas que justifican plenamente dicha determinación. En primer lugar, el objeto preciso de esta panacea reformista no es otro que contribuir al prestigio del Estado y al descrédito de los organismos revolucionarios; y en segundo, lo que se refiere a los espléndidos beneficios que recibirán todos aquellos que se conformen con la ley, es sólo uno de tantos recursos que emplean con frecuencia los gobernantes para adormecer la inquietud de las masas populares. ¿Si en esta forma se manejan las cosas, no es justo, entonces, que los obreros organizados se nieguen a acogerse a una medida que va a atentar directamente contra sus propios intereses? Por otra parte, parece que no todo el dinero que por medio de presiones se le disminuye semanalmente a algunos obreros, está destinado al objeto señalado por la ley. Anticipamos esta suposición debido a que los fondos reunidos se encuentran entregados a la custodia de la Caja de Ahorros, cuya situación fue bastante precaria y difícil a fines del año último. Además, no hace mucho que el Consejo de la Caja de Seguro Obligatorio, acordó entregarle por el presente año $ 2.400.000 a la Caja de Ahorros por ciertos trabajos que dicen relación con el movimiento y control de los asegurados. Para el próximo año esta cuota será mucho más elevada. Sin embargo, cuando se defendían las bondades y excelencias de la ley, se ocultaba siempre que estuviera sujeta a gravámenes de ninguna especie.

Adriano Demarchi.