EL HOMBRE INUTIL

En la última llamarada de su razón el hombre miró hacia atrás; vacío, sombra de lo vano, tristeza de haber alcanzado nada; las palabras inútiles, las protestas inútiles, el sacrificio inútil y a sus espaldas, como un fardo de aturdimientos, una alargada caravana de injusticias y el ruido férreo de la eterna, fosca cadena de amarguras. Así su vida. Entonces, un decaimiento agudo, físico, le desternilló los brazos que cayeron a lo largo de su cuerpo, le soltó los resortes de las mandíbulas, le desconchó los ojos y, como si una mano cerrase la llave de una luz, un último, fugaz esplendor de razón cerró la llave de su cerebro. Una racha violenta le arrastró para allá, le envolvió, le revolvió y le devolvió rígido, oscuro y despedazado, igual la ola arroja en la arena quemada el cuerpo de la gaviota caída de fatiga en la onda del mar.

Cifuentes Sepúlveda.