Palabras, palabras, palabras...

El señor ROJAS MERY. – Quiero concretar en cuatro palabras lo que he dicho del señor Molina. En mis mal hilvanadas frases de días pasados cité incidentalmente el caso y recordé a la Corte Suprema que hace años, un funcionario correctísimo y digno, renunció y lanzó a la faz del país esa renuncia, fundándola en que su dignidad no le permitía ser subordinado de un juez que no estaba revestido de las condiciones morales suficientes para ser su superior. Esto es sencillamente lo que he dicho. En nada me he referido a este caballero, porque deliberadamente no quiero personalizar mis observaciones. No me he referido a ninguno de los actos del señor Molina, como juez de Antofagasta ni de ninguna parte. Pero ya que el señor Mujica cree que es conveniente discutir aquí la situación personal de un juez, allá voy, porque yo no acostumbro rehuir el combate. Entre los cargos que se formularon a este juez en 1920 no viene ninguno relacionado con la administración de justicia en los cuantiosos juicios salitrales de que nos viene hablando el Honorable señor Mujica. Todos los cargos que allí se enumeran por el señor Bianchi, son los que constan de las visitas judiciales de los informes pasados por Ministros de Cortes que fueron a indagar lo que pasaba en el juzgado de Antofagasta. No he traído ningún cargo de aquella época; no he venido a echar lodo a la inmaculada túnica de ese magistrado. Lo que he dicho, lo dice la opinión pública y la prensa del país desde hace varios años, sobre este magistrado, que el señor Mujica considera inmaculado. ¿Qué hizo en aquel entonces el señor Molina? No hizo nada, absolutamente nada. Se calló, se envolvió en su caparazón y, siguió medrando dentro de su alto sitial de Ministro de Corte. El señor Mujica nos ha hablado mucho que el señor Molina libró muchos cientos de millones al Fisco en los juicios salitreros. Yo le agradecería al señor Mujica que nos dijera, ya que sabe tanto en estas cuestiones salitreras, cuántas pulgadas de terrenos salitreros libró al Fisco el señor Molina en la pampa de “El Boquete”. ¿Qué es lo que libró para el Fisco el señor Molina? ¿Y acaso libró esa cuantiosa fortuna que significa los yacimientos salitreros de El Boquete? No, señor. Para impedir que otros que se creían dueños vinieran a disputar a otros señores que también con buenas o malas artes se adueñaran de esos terrenos, el señor Molina los libró. Yo querría ver en qué se defendió aquí el interés fiscal, en dónde se salvó una pulgada de terreno fiscal de un zarpazo inaudito. Yo invito al señor Mujica a que me diga cuál es la pulgada de terreno qué el Fisco tiene en El Boquete. Más aún: yo querría recordar al señor Mujica que tienen que ver todas estas quejas con los falsificadores. Acaso por esos falsificadores del título de El Boquete, aquella pobre meretriz de un prostíbulo no fue mordida en su seno, hasta sacarle un pedazo, por el actual inmaculado Ministro de la Corte de Santiago? Aquí está el sumario. Más aún, querría recordar al Honorable señor Mujica, qué tienen que ver los falsificadores de salitreras de Antofagasta con este hecho que denunció el Sábado seis de Mayo “La Época”, en un artículo que dice así: “El Intendente de Colchagua don Ernesto Bianchi, hubo de querellarse criminalmente contra el actual Ministro don Luis A. Molina, ex-juez de aquella ciudad, para que este magistrado pudiera entregar dos mil pesos que correspondían a la Beneficencia. Sin esta querella criminal, tales dos mil pesos no tenían visos de ingresar a poder de sus legítimos dueños. Sin embargo, hoy el señor Molina, qué fue famoso como ex-juez de Antofagasta, es Ministro de la Corte de esta aristocrática capital... Aquí hay un error; el señor Molina no ha sido jamás juez de letras de San Fernando, sino juez partidor. Esto sucedió muchos años antes del asunto de “El Boquete”. Era juez de letras de San Fernando en aquel entonces, don Gabriel Rencoret, que en paz descanse, junto con el actual Ministro de la Corte Suprema, don Agustín Rojas. Sucedió entonces, que se presentó al Hospital de San Fernando un señor alegando preferencia de atenciones médicas, fundado en que un miembro cercano de su familia había hecho un legado al hospital, y por eso exigía que se le tratara mejor que a otros. Cuando el administrador del hospital vio la lista de benefactores del establecimiento, le dijo que estaba equivocado, porque en ella no figuraba ningún pariente del solicitante. Entonces se vinieron a concretar un poco más los hechos, y se pudo comprobar, que efectivamente, en una partición, de que había sido juez partidor el señor Molina, este se había reservado los dos mil pesos que eran para la Beneficencia. Esto ocurría muchos años antes de las quejas motivadas por la energía del juez de Antofagasta señor Molina. Entonces el Presidente de la Junta de Beneficencia hubo de querellarse criminalmente, y se querelló ante el juzgado del que hoy es Ministro de la Excma. Corte Suprema, don Agustín Rojas. Pues bien, solamente entonces vino el señor Molina a recordar que efectivamente se había echado los dos mil pesos al bolsillo, manifestando que como nadie se los había cobrado, se le habían olvidado... ¿Qué tiene que ver, pregunto yo a mi Honorable colega señor Mujica, este asunto con las falsificaciones de “El Boquete”? Yo no quería traer estos hechos a la Cámara; pero lo he hecho porque a ello me han provocado. ¿Qué tienen que ver estos hechos de las falsificaciones de “El Boquete” con el denuncio que hizo en meses pasados el señor Molina, cuando se tramitaba el proceso de los subversivos, de que lo habían asaltado en las puertas de su casa? ¿Qué resultó después en ese asunto? ¿Cuál era ese asalto? Se vino a comprobar en el sumario que se hizo, que el señor Molina llegaba a su casa a altas horas de la noche, no como conviene, sino como convino. El señor DE LA VEGA.– Como convino a sus intereses. El señor ROJAS MERY.–Como le convino en aquella época... señor Presidente; yo aclaro mí concepto, y nadie tiene el derecho de atribuirle otro sentido. Como le convino al señor Molina llegar a su casa aquella noche, es lo que quiero decir. El señor EDWARDS MATTE (don Guillermo) (Presidente accidental).– Ruego al Honorable Diputado que se sirva no emplear expresiones que puedan considerarse ofensivas para un miembro de nuestros Tribunales de Justicia. El señor ROJAS MERY.–Repito que el señor Molina llegó como le convino llegar a su casa esa noche, es decir, como le placía llegar. El señor NAVARRETE.–Haciendo uso de la libertad que hay en el país. El señor ROJAS MERY.–Después de andar en un auto toda la noche, quiso pagarle al chofer con un mísero peso; y cómo éste se negara a recibirlo y le increpara su conducta, el señor Molina, el inmaculado Ministro señor Molina le respondió lanzándole el peso al rostro. Y el chofer entonces le ajustó una bofetada y lo tiró al suelo. Ese fue el asalto. Y de ello quedó constancia en el sumario, por propia y espontánea declaración del aludido chofer. ¿Qué tiene que ver esto con la falsificación de “El Boquete”? Ruego a mi honorable colega por Tarapacá que se ponga primero al corriente de los hechos, que averigüe las cosas y que después venga a contradecir al Diputado por Traiguén. El señor MUJICA.–Lo averiguaré, Honorable Diputado. El señor ROJAS MERY.–Hace bien; averígüelo Su Señoría. Para terminar, quiero hacer una observación, de sicología barata posiblemente, pero de sicología al fin y al cabo. Siempre que veo a un hombre que anda documentado, trayendo certificados de Pedro, Juan o Diego, que acreditan su honorabilidad, yo tengo la convicción de que ese hombre no está muy seguro de su honorabilidad, cuando necesita andar con esos certificados. ¿Qué dirían Sus Señorías si acaso una mujer virtuosa anduviera exhibiendo a todo el mundo certificados de que no es una meretriz, de que no es una mujer de vida alegre? La virtud no necesita de estos certificados, y mucho menos de estas defensas, porque la virtud, la pureza, se imponen. Y como dice el refrán: “Herradura que cascabelea, clavo le falta”, por más que en este caso pueden sobrar los clavos.