LA PROXIMA ELECCIÓN DE RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

LOS CANDIDATOS - IMPRESIONES

5.–DON ALCIBIADES ROLDAN

Otro que tampoco “ha cincelado las cuatro fases del alma”. Sin embargo –debido talvez más a la naturaleza de las disciplinas que cultiva, el Derecho Público, que a grandes sacrificios realizados en favor de las labores espirituales– aventaja a Dávila Izquierdo en cultura y en ideas generales. (Además no es bombero). Con todo, no se crea que el distinguido catedrático de derecho constitucional calza las botas de siete leguas en la materia. Cierto que no está, como otros, atascado todavía en Mostesquien. No. Alcanza hasta Spencer y Blunstchli. Pero es evidente que esto no basta. Más adelante, están León Duguit y Woodrow Wilson. Y sobre todo De Greef y Lenine. Las concepciones por que se rige la organización política de una sociedad han avanzado con demasiada rapidez en los últimos 50 años. Cierto que como estamos en Chile, en donde el pésimo servicio de aduanas retrasa enormemente no sólo las mercaderías sino también las ideas, cualquiera tardanza así es explicable... Militante el señor Roldán desde temprano, en las filas liberales no se puede negar, que ha sabido serlo. Buena prueba de ello es un tratado de Derecho Constitucional que sirve de texto a los universitarios, y que mal que mal puede dejar satisfechos a los espíritus de vanguardia que desean la reforma radical del actual orden de cosas –así en lo político como en lo social y económico–, desde que allí están generosamente expuestos los principios en que se asientan las libertades públicas, y en general, en Derecho público moderno: en una palabra., la política liberal misma (la genuina, la pura se entiende! ). Pero sobre todo, el doctrinarismo del Sr. Roldán quedó de manifiesto, cuando, hace pocos meses, la libertad de opinión del profesor Guerra, se vio amagada por la estúpida tentativa opresora del senador Rivera, cuyo liberalismo –el mismo que le permitió, otrora, hacerse una fuerte situación– no se puede negar que vaya camino de desaparecer definitivamente bajo una espesa capa de polvos de arroz y de cold cream. Entonces, el constitucionalista liberal saltó a la Polémica de prensa, y en dos o tres artículos, densos de pensamiento (y lo que es mejor, no exentos de leve ironía), puso las cosas en su lugar en materia sobre la que ya se estaba cometiendo tanto lamentable desmán entre nosotros. (Habría sido interesante conocer también su actitud en el caso de Carlos Vicuña. Desgraciadamente el señor Roldán se encontraba fuera del país. Creemos, con todo, que ella habría sido idéntica a éste, desde que, en buena lógica, no habiendo variación de causa, no tienen por qué variar los efectos. ¿Verdad?). Hay, sin embargo, en Roldán, un aspecto que no nos satisface, es su alejamiento de la masa estudiantil, o mejor su desamor por ésta. ¡A ninguno de los candidatos le viene, talvez, peor que a este el dictado de maestro o educador! ¡Si hasta en su. semblante de hombre en perpetuo trance de amargura parece ir como estereotipado el fastidio que debe arrancarle la alegría, el bullicio y ese nervioso y constante ir–y–venir sin finalidad de la muchachada! Y no se podrá negar que, en los tiempos que corren, el maestro Rector desea realizar obra de verdad en el viejo solar universitario, necesita imprescindiblemente de la simpatía y la cooperación de los muchachos, las cuales –también parece innecesario agregarlo– no las obtendría aquel halagando las pasiones o cediendo ante la flaqueza de la colectividad juvenil. Con saber mostrar una plena entereza viril de hombre le baste acaso! No se crea, finalmente, que por llamarse como se llama, tiene el Sr. Roldán alguna afición hacia el cultivo del gesto, o de la bizarría . Por el contrario, nada más extraño a su espíritu sencillo que las coqueterías de su homónimo ateniense. Lejos de pretender cortarle alguna vez la cola a su perro, el Sr. Roldán estaría más bien dispuesto a sumirse en un desierto, alejamiento de cenobita, a donde no llegarán ni siquiera los ecos de estas simpáticas, frívolas exterioridades mundanas! Más aún: acaso pueda afirmarse que cae el Sr. Roldán en el extremo opuesto. En efecto, parece llevar el olvido de sí mismo hasta tal punto que, sin pretender seguir las aguas de Diógenes –a quien talvez ni siquiera recuerde...– descuide como éste, no sólo la compostura de actitud o de la limpieza y pulcritud de sus vestidos, sino que también la corrección y el brillo de su expresión. Y esto –en el siglo que corre, en que la exterioridad teatral impera sin contrapeso– quita, si no méritos a un hombre, por lo menos interés. Véase a modo de ejemplo, el discurso con que el Sr. Roldán contribuyó, hace tres días, al homenaje tributado a Mac-Iver: nadie osará negar que desde el punto de vista del lugar común y de la frase hecha es una verdadera, pequeña obra maestra. Hacia tiempo, sin duda, que no se escribía en Chile, por un profesor universitario, algo que revelase menor novedad, menor frescura, menor gasto de energía creadora. Y todo esto es sensible.

 

6.–DON LUIS BARROS BORGOÑO

Si alguien, fastidiado por la desmedida extensión que damos a estas siluetas –que sólo debieran ser fugaces apuntes al carbón– nos exigiera una definición en dos palabras del Sr. Barros Borgoño, nosotros, sin vacilar, responderíamos: “Un insaciable”. En efecto, examínese, aunque sea a la carrera, la vida de este gran señor a quien Maltrana –ese zumbón inimitable– calificó de “hombre de siete pisos”, y habrá de convenirse con nosotros en que tal juicio se aproxima bastante a la realidad. ¿Qué le ha faltado, en verdad, al señor Barros Borgoño en su ya dilatada existencia? Nada, absolutamente nada, de lo que constituye el núcleo de aspiraciones de los hombres de su circulo: rango social, fortuna, honores políticos, triunfos diplomáticos, mujeres (no se tome a error del cajista este plural... ), etc., etc. Hoy mismo –bajo un régimen político nuevo– el Sr. Barros continua disfrutando de la mayor canonjía que ofrece nuestro Presupuesto Fiscal: la Caja de Crédito, cuyo sueldo, y sobre todo, cuyas ventajas anexas redondean una suma de pesos fabulosa.–Esto por lo que toca a su bolsillo; que en cuanto a su estupenda vanidad de ególatra de raza –una de cuyas exteriorizaciones ha sido el sinnúmero de palacios babilónicos que se ha hecho construir– queda satisfecha, en parte, con el Decanato de la Facultad de Humanidades de que goza. Más aún: por si todo esto no fuera poco, siendo como es, desde hace años, el Sr. Barros B. presidente del Club de la Unión, le corresponde, por ello, dirigir, cómodamente repantigado en su mullido sillón del Salón Colorado, nada menos que el grandioso proceso de la evolución cósmica... Sin embargo, el Sr. Barros Borgoño, como aquel simpático granuja del cuplet, “quiere siempre más y más”. Diríase que en su enfático amor por todo lo deslumbrante, anhela ahora para la majestuosa construcción arquitectónica de su existencia –anacrónicamente decorada por lo demás, con estilo rococó...– una llamativa cúpula de oro, que vendría a ser, como se comprende, la Rectoría de la Universidad. ¿Sus títulos? Haber sido pariente intimo de dos grandes ex-rectores, Don Manuel Barros Borgoño, su hermano, y Don Diego Barros Arana, su tío. Nada más. (Conste que voluntariamente no mencionamos sus libros didácticos de Historia, inverosímilmente recargados de materias y de nombres y prodigiosamente cursis en su redacción –aunque, con todo, declarados textos oficiales por el Consejo de Instrucción Pública (1)–, y las cátedras de Derecho Civil que sirvió en nuestra Escuela de Leyes y de Historia de América, en el Pedagógico, seguros como estamos de que él sabrá agradecernos esta fina discreción). En cambio, como valor humano, es fuerza declarar, que el Sr. Barros B. lo es, y de verdad, en cuanto encarna maravillosamente bien al Chile viejo, presto a desaparecer con su catolicismo triste, sus glorias bárbaras y sus graves señores solemnes y vacuos, “que sólo chanceaban en casos extremos” (Iris). Pero si se reconoce como verdadero esto, fuerza es también agregar que el Sr. Barros, en vez de ir a la Universidad, debiera pasar, embalsamado y rígido, a un museo de antigüedades, a servir de motivo de observaciones a los turistas ingleses y de espléndido estimulante al generoso apetito de las polillas. Nosotros, por lo menos, estaríamos en cualquier momento llanos a votar tal solución, aún cuando para ello hubiere necesidad de construirle a esta momia de excepción, con grandes sacrificios, un palacio ad-hoc, cursilón y fastuoso.

A. V. C.

Nov. 6-1922. (1) “En el movimiento de las ideas, no representa el Sr. Barros a la Universidad sino en lo que ésta tiene de textomanía”.

Maltrana.