EL MITO DE PROMETEO

El mito de Prometeo, el más bello y profundo que haya creado jamás la intuición poética y filosófica, ha inspirado más de una obra maestra. No hemos de enumerarias haciendo gala de vasta erudición a expensas de cualquier diccionario enciclopédico. Nos atendremos a la magnifica creación de Esquilo, de la que se ha perdido el desenlace, y a la forma en que la amplia y profundizara el genio de Shelley en su poema dramático: Promedio libertado. La inferpretación de nuestro Andrade se aparta totalmente de la leyenda, que parece no haber conocido; su batalla de los titanes contra el Olimpo se inspira más bien en el “Paraíso Perdido” de Milton. Prometeo es el titán amigo de la humanidad. Júpiter usurpa el trono de Saturno, y el reino de la felicidad e inocencia primitivas es reemplazado por una tiranía de dioses ávidos y crueles. Prometeo enseña a los hombres las ciencias y las artes; contra la voluntad de úpiter, aviva su inteligencia y su voluntad; les hace don del fuego celeste. La humanidad, educada y enriquecida por Prometeo, amenaza hacerse tan poderoso como los dioses. Júpiter, alarmado, e indignado ante la obra redentora del titán revolucionario, le hace encadenar en una cumbre del Cáucaso. El titán es inmortal, y su enemigo sólo puede condenarle a eterno tormento que es un morir incesante: el buitre le devora sin cesar el corazón. Según la esposa de Sheley, la interpretación que éste ha dado en su poema, tan bello cuanto oscuro sería la siguiente: “Siguió a ciertos autores clásicos, representando a Saturno como el principio bueno, a Júpiter como principio malo usurpador, y a Prometeo como el regenerado, que, no pudiendo hacer volver a la humanidad a su primitiva inocencia, usó el conocimiento como arma para derrotar al mal, conduciendo a los hombres, más allá del estado en que están sin pecado gracias a la ignorancia, a aquél en que son virtuosos gracias a la sabiduría. Júpiter castigó la temeridad del titán”. En vano intenta Júpiter develar un secreto del destino que las Oceánidas compasivas confían a Prometeo encadenado: algún día, de los de Júpiter con Tetis – la diosa del mar– ha de nacer un dios más poderoso que él, y ha de precipitarle para siempre del Olimpo. Prometeo desafía el poder del enemigo y soporta siglos de tortura, hasta que llega la hora. El poder primordial del mundo, renacido de Tetis arroja a Júpiter del usurpado trono, “y la fuerza, en la persona de Hércules, liberta a la Humanidad personificada en Prometeo (debería decir más bien “el genio de la humanidad”) de las torturas engendradas por el mal causado o sufrido”... “Cuando el benefactor del hombre es libertado, la Naturaleza (Asía, la esposa de Prometeo), recupera su hermosura primordial y vuelve a su esposo... en perfecta y feliz unión”. En las últimas estrofas del cuarto acto, “Demogorgon”, el espíritu primordial del mundo –y del pueblo– que lo ha libertado de la tiranía del mal y permitido que Hércules arranque las cadenas de Prometeo, resume el sentido de la liberación en magníficos versos. Traducimos linealmente la última estrofa, en prosa más o menos rítmica que da muy pobre idea del vuelo lírico de los versos originales:

Sufrir dolor que la Esperanza ve infinito; Perdonar más oscuras ofensas que la muerte o la noche; Desafiar al poder que omnímodo parece; Amar, soportar; esperar hasta que la esperanza crea De entre sus propias ruinas aquello que contempla; Jamás cambiar, ni vacilar, ni arrepentirse; Esto es ser, cual tu gloria, Titán. Bueno, grande y alegre, bello y libre; Esto tan sólo es Vida, Alegría, Imperio y Victoria.

Es la libre comunidad de hermanos en el trabajo en lugar de la sociedad servil, en que la autoridad se impone desde arriba en nombre de un padre. Es la liberación del espíritu del hombre por la irresistible fuerza del trabajo, que se hace posible el día que renace entre los hombres el sentido primordial de la vida. Así entendemos la alegoría. ¿Y no vemos acercarse la hora del destino, por obra del inmenso fracaso de la guerra? La clase tutora y sus jefes se tambalean ante el nuevo principio, y Hérculos–Trabajo arranca una a una las cadenas seculares de la noble víctima, que se yergue en la cumbre, apercibida para instaurar el libre reinado de los titanes.