ANDROVAR

Como oir Oye estos pensamientos no como una enseñanza precisa, sino como un ejercicio o una danza. No los busques por lo que te dicen sino por lo que te hacen decir; piénsalos no por ellos sino por lo que te hagan pensar. Nada tienen de definitivos. Fueron un cauce por donde una vez pasó tumultuoso el espíritu. Recuérdalos no con tu mezquina memoria, sino con tu grande y confusa inquietud.

Los días inolvidables En estos años de madurez, en las mañanas acogedoras del verano, trepo a una pieza rústica construida sobre grandes bodegas abandonadas que deslindan con el campo. En ella un tranquilo silencio, tal invisible agua dormida, está siempre colmándola. Como en un baño reparador, penetro en su recinto, y por las amplias ventanas contemplo de un lado los campos, del otro, la ciudad. Sigo ascendiendo hasta una terraza que hay sobre la pieza, y desnudo y recostado recibe por largas horas, los rayos del sol. Mis ojos que miran el cielo sin nubes, al afinar más y más la potencia de su visión, perciben hasta las arañas pequeñitas llevadas por la brisa, adheridas a sedas brillantes. Cuando las arañitas pasan, mis ojos descubren unas finas culebrillas; al perseguirlas con la mirada, se alejan, y al volver a levantar la vista, retornan. Cada vez que miro el cielo límpido, distingo con claridad esas culebrillas que son impurezas de mi visión. Es allí, en ese alto y solitario refugio, donde amo meditar. A veces descubro viejos y pequeños pensamientos. Pero ha habido días inolvidables, de solitaria emoción, cuyas fechas, como un enamorado, grabadas con mi cuchillo en las maderas de la terraza, he buscado que queden allí por largos años!

El pecado original Mientras sentimos y pensamos, mientras vivimos, la vida nos parece un espectáculo, cuando en realidad ella siempre es un medio que nos rodea y penetra, y que no permite ser contemplada de una manera exterior.

La busca de la verdad ¿Cómo puede decirse que unas razones son más importantes que otras? Para poder aceptar hasta el último límite, y en todo caso, esa especie de jerarquía entre tales razones, menester fuese poseer previamente la única filosofía verdadera, con completo conocimiento previo. Es decir ser dueños de lo que vamos buscando.

El espectáculo filosófico Como casi todos los que merecen el nombre de verdaderos filósofos desarrollan el concepto base de su doctrina por procedimientos de una lógica especial, estricta, y a menudo, dentro de ella misma, inatacable, asistimos sin esfuerzos a una comprobación fatal que satisface nuestra conformidad siempre que a ella hayamos limitado nuestros deseos. La conformidad, el aplauso que vamos dando hoy a tal tendencia y mañana y los días siguientes a otras diversas, proviene de que por no hacer depender de tales doctrinas (bien lo sabemos) nuestro porvenir ni nuestra vida, las contemplamos de un modo exterior. Son para nosotros espectáculos ideológicos más o menos brillantes, más o menos profundos, más o menos transcendentes. En ningún caso nos embargan por completo. No comprenden, no abarcan toda nuestra vida que en su parte mayor más intima y potencial queda siempre fuera. Ante los discursos y sermones de los moralistas conmovido como suele quedar nuestro corazón, conmovido como a menudo resta nuestro discernimiento, nuestra conciencia profunda queda inmune, a semejanza del mar que si las tempestades agitan la superficie, en su seno las aguas más hondas prosiguen el curso de sus grandes y perennes corrientes.

Traduciendo la vida Siento que mi vida no se encuentra a sus anchas en cauce de palabras. Este fluir de unas palabras tras las otras como pequeños seres saliendo apretujados por una puerta estrecha, esta alianza demasiado esclavizada al tiempo, al tiempo que hace posible discursos y soliloquios, no responde a la necesidad ni al módulo de la vida. Yo siento mi vida con más anchura de presente no así hilada en débiles sonidos que fluyen como la seda de una araña que teje.

Una fuente de incomprensión Hay un gran peligro y una lamentable necesidad en la limitación de nuestras diferencias explicativas. Saber donde concluye un pensamiento he ahí un imposible. Si pudiéramos seguir explicando indefinidamente nuestro pensamiento, la inmensa mayoría de los hombres vería que está de acuerdo con él; pero como no lo podemos hacer, la inmensa mayoría cree que no lo está. La verdadera verdad es tan vasta y circular que nunca la vemos por completo y he aquí que, aunque nos asombre, sobre ella se puede vivir en los antípodas.

La razón superada Por mucho que desprecie tu razón, ve, tú, que sólo ella es la que te proporciona la llave para que puedas salir de su amurallado recinto. Hay un grado de razón lleno de vanidad que se cree a mil codos sobre todas las cosas del mundo. Hay un grado de razón aún más alto que permite, lleno de nobleza, comprender que hay cosas aún por encima de ella. Pero por lejos de ella que en adelante camines, si pretendes hablar de tus nuevos descubrimientos, te veras obligado a traducirlo al lenguaje de la razón. Que la razón es la única moneda que circula entre todos los hombres. Razonar lo que a la razón no le pertenece, he ahí un contrasentido y una necesidad. Razonar que la razón alcanza a servirnos hasta para dudar de ella misma es dar con la única puerta que conduce al infinito.