EL PELIGRO YANQUI

A PROPÓSITO DE LA PROXIMA CONFERENCIA PANAMERICANA

LA AMENAZA IMPERIALISTA

“Tienen ojos y no quieren ver”. A nadie talvez, pueda ser aplicada con más integra justeza esta frase del Evangelio que a los estadistas de Hispano-América. Un conocimiento, aun superficial, de la histories del Continente y la observación del complejo panorama político que ofrece en la actualidad, bastan para que, sin excesiva suspicacia, pueda asegurarse la presencia de una creciente amenaza imperialista y de parte del capitalismo estadounidense. Pueblo aquél tan admirable por su ruda tenacidad creadora y su religiosidad de la acción como despreciable por su obsesión1r utilitaria, ha conseguido en el breve decurso de su existencia libre forjarse una personalidad colectiva de rotundos lineamientos, y agrupar, en torno a un concepto bastardo del progreso, los elementos constructivos de una perseverancia genial y de un empuje exorbitante. El espíritu de Cartago, aventurero y comercial, parece haber renacido en esos hombres rubios, improvisadores y absorbentes. Sus propósitos de hegemonía, desde el alba de la emancipación americana se han manifestado en formas múltiples. Una codicia mercantil y una voracidad de conquista determinan a partir de su constitución, las actividades internacionales de la suntuosa democracia. Por solapados procedimientos, escudándose en el desarrollo turbulento de los precarios estados del Sur, ha realizado una infiltración, pasiva unas veces, conminatoria y violenta otras, de sui poder y de sus intereses. Después de la gran conflagración en la que participara pretexto de afianzar la libertad frente a las utopías del pangermanismo, ha reunido en sus manos la dirección financiera del mundo y ha pretendido también apoderarse de su dirección moral. Ha, demostrado que junto con poseer los factores económicos propiciadores de la conquista, es capaz de improvisar los elementos militares que la realizan: monstruosos ejércitos, escuadras formidables. Y su orgullo nacional, exacerbado por los acontecimientos, sueña con llevar a las naciones exangües y a los pueblos infantiles los dudosos beneficios de una cultura esporádica y el soplo rejuvenecedor de su rígida conciencia civil. El capitalismo norteamericano, desarrollado hasta limites fabulosos, necesita mercados nuevos y nuevos veneros de riqueza natural para su afiebrado acrecentamiento: Su objetivo neto es uno sólo: la expansión. Y el gobierno que representa, a los “trusts”; el dollar que dictamina desde los sillones del Parlamento Federal, dan las normas de una diplomacia altanera y sin escrúpulos. Los Estados Unidos tienden, hoy más que nunca, a sus confiados vecinos con discretas argucias las redes de un protectorado financiero pronto a convertirse en opresión política. Los sindicatos que monopolizan las industrias tórnanse desmesurados en sus exigencias de expansión. Y el Gobierno de Washington, concreción y representante de una burguesía plutocrática, levanta sobre la América Latina, riquísima a ingenua, la espada de un odioso imperialismo.

LA MASCARA DEL IMPERIALISMO

El Panamericanismo— tendencia a la unificación de ideales e intereses dentro del Continente—tiene su expresión formal: la Doctrina Monroe. Sintetiza esta doctrina, en su origen, la desconfianza americana, ante las pretensiones de las graudes potencia europeas, pero establece asimismo, la. existencia de un vago anhelo de predominio y la conciencia de una superioridad por parte: de los Estados Unidos. El fondo de las declaraciones de Menroe se reduce a dos cosas: la negación del derecho a intervenir en los asuntos de América, a los estados extraños al continente; y el hecho de que los Estados Unidos considerarán como una provocación cualquier atentado contra la integridad de las naciones emancipadas. Un velado tutelaje quedó, pues, establecido con la enunciación de la histórica doctrina. Y el tiempo no ha hecho sino demostrarnos que la realización efectiva de ella sólo tiene come finalidad el afianzamiento de una hegemonía lamentable. A los que aún sueñan lo contrario, podemos preguntar: ¿Cuál ha sido en 1o pasado la eficacia de la doctrina enaltecida? Algunos hechos escogidos al azar bastan para responder. En 1866 España bombardeó los puertos del Pacífico, con la esperanza postrera de reasumir su desvanecido poderío. En 1864 los ejércitos franceses del 2.0 imperio, impusieron en México a Maximiliano de Austria, ahogando en sangre las protestas del espíritu republicano. Y así, en cien ocasiones la avidez europea ha pretendido clavar su garra en ale debilidad de la América Latina, sin que los continuadores de Monroe, se hayan alzado en su resguardo. En cambio la Gran ,Federación ha ejercitado y ejercita con orgullosa impudicia el derecho de intervención. Como lo ha señalado sagazmente José ingenieros, “la Doctrina Monroe que pudo parecer en el pasado una garantía para el principio de las nacionalidades, contra el derecho de intervención, expresa en su interpretación actual, el derecho de intervención de los Estados Unidos contra el principio de las nacionalidades latino americanas. De hipotética garantía se ha convertido en peligro efectivo”. Esta es la inquietante verdad. Testigos: Cuba convertida en factoría del capitalismo yanqui, bajo los ornamentos de una irrisoria libertad; Colombia despojada de una provincia de incalculable valor; la dignidad de Haití y Santo Domingo pisoteada por ejércitos de ocupación; México sufriendo la mancilla de un desembarco militar; y hoy mismo casi la incipiente Federación Centro Americana, disuelta por los manejos de la Cancillería de Washington y el servilismo mercenario de sus organizadores. Aparte de estos hechos resaltantes cuya significación trascendental a nadie se oculta, es notoria y decisiva la influencia que los Estados Unidos ejercen en la política de Centro América. Basándose y justificándose en los empréstitos que hacen a los pequeños estados empobrecido por las asonadas y el caudillaje se apoderan del control aduanero y preparan el camino a una ulterior Dominación. En México—“la frontera de la raza”—sus insinuaciones se han estrellado con un viejo rencor nacional y la videncia de algunos hombres incorruptibles. Y en vista de que el imperialismo capitalista no encuentra ahí asidero para. sus pretensiones de privilegio, el Gobierno de Washington, su representante, se niega a reconocer el Gobierno de Obregón. En el Golfo la agitación es constante. Más al Sur en cambio, las naciones reposan en la ilusoria defensa de la distancia. Y contemplan con indiferencia risueña a los pueblos insignificantes que se debaten en las doradas garras del águila. Sin embargo, el peligro está cerca. La búsqueda de los empréstitos, la imitación de sus métodos políticos, la copia de sus instituciones educacionales indican que existe una admiración colectiva hacia los Estados Unidos. Y esa admiración puede ser el primer eslabón de la cadena y la cruz de nuestra libertad.

UNA ALIANZA ESPIRITUAL

Urge intensificar en los espíritus libres la inquietud del futuro. Urge que frente al interrogativo del norte, se forme una conciencia latino americana. Urge que afirmemos una vez más nuestro espíritu libertario, nuestra oposición a todo lo que signifique tiranía ya sea del capitalismo nacional ya sea del capitalismo extranjero. Y urge, para ello también, descubrir el verdadero alcance de esa doctrina que ha servido de antifaz a la voracidad de los traficantes sin moral. El Panamericanismo es algo artificial, sin raigambre en la historia ni en la realidad política de América. La hipocresía adulona de los gobiernos y la ignorancia de los pueblos le rinden acatamiento, temerosos los unos de las iras tutelares de la Unión, deslumbrados los otros por una ficticia solidaridad continental. Sin embargo recias voces disonantes se han elevado para condenar la peligrosa mentira, y dar e1 anuncio salvador y la norma de la defensa necesaria. Y todos converjen a afirmar que el inconsistente panamericanismo debe ser sustituido por una sólida alianza hispano-americana. ¿Alianza de Estados? No. Alianza de los pueblos dispersos que son un sólo pueblo. Unión,. unión, unión—dijo al morir el hombre representativo de la independencia— Unión, unión, unión, repiten a través de toda nuestra historia los pensadores ilustres, los poetas videntes, los austeros con ductores de las democracias incipientes y tumultuarias. Y hoy día, con noble obstinación los más altos talentos del Continente reafirman el pensamiento de Bolívar y laboran en la formación de una opinión latino-americana, que sea como una barrera moral, alzada frente a los avances del imperialismo capitalista. Puede hablarse ya de una convicción colectiva adversa al Panamericanismo y propicia a una cordial vinculación de ideales entre las fuerzas nuevas de Hispano América. Los gobiernos corrompidos por los empréstitos y la alta prensa servilizada por el oro de los sindicatos norteamericanos pueden continuar quemando incienso a la Liga Panamericana y al protectorado subrepticio de los Estados Unidos, que ella significa. Diseminados en todas partes existen grupos de acción espiritual, que aspiran a su destrucción. Y muchos son los que recordando a Rodó imaginan la América Latina, “como una grande e imperecedera hermandad—con sus héroes, sus poetas, sus educadores, sus tribunos—desde el Golfo de México hasta los hielos sempiternos del Sur”.

Eugenio GONZALEZ R.