LOS NUEVOS

 

La obra de este poeta -en su casi totalidad inédita- es el prolongado milagro ultraterreno de un hombre que viviera en comunicación con las estrellas, cultivando la humilde sapiencia de comprender a Dios. En la literatura de este país el poeta del «Miserere» es un valor único. Jamas poeta chileno había expresado con más vigor, con más lancinante insistencia, el horror dulce y arcano del no ser, la fiesta multicolor y bárbara del cuerpo entregado a las transfiguraciones gloriosas del gusano, que habrá de tornarse en mariposa, del corazón que ascenderá a la tierra en una resurrección fragante de rosas, de las manos que seguirán siendo pálidas en un batir de alas de paloma... Daniel Vásquez es frente a la naturaleza como un niño; un niño que ciego durante toda su vida recobrara de pronto la vista y se quedara encantado ante el espectáculo de maravilla y de quimera que ofrece la estrella, la luna, el cielo. A veces esa ingenuidad toma el sabor de las narraciones orientales, donde un príncipe azul y melancólico quiere robar una estrella que le ha pedido su amada. Tal este poeta que tiene reinos fabulosos en la luna y le habla a las estrellas como hermanas. Hay en esta concepción del paisaje algo del alma del «mínimo y dulce Francisco de Asis», y también algo del blando encanto que tienen esas tablas infantiles y elementales pintadas por los primitivos. Los versos compuestos en la cárcel son los versos de la rebeldía son los versos que la tiranía de un régimen estúpido hizo arrancar con girones del corazón de un hombre bueno y de un poeta grande. Leyéndolos un grito de rebelión se nos ahoga en la garganta, y una fuerza desconocida nos impulsa a acariciar bellas cosas absurdas y realizables. Los versos de la cárcel tienen la fiereza de los anatemas, pero nacidos de un poeta, tienen también la grandeza de un sentimiento inaudito de conmiseración y de perdón. Después vienen estrofas dislocadas y escalofriantes de la locura simulada...

R. Y . A.

 

J. DOMINGO GOMEZ ROJAS (DANIEL VASQUEZ)

 

ELEGIAS DE LA CARCEL

En esta carcel donde los hombres me trajeron en donde la injusticia de una ley nos encierra: He pensado en las tumbas en donde se pudrieron magistrados y jueces que hoy son polvo en la tierra. Magistrados v jueces y verdugos serviles que imitando, simiescos, la justicia suprema castraron sus instintos y sus signos viriles por jugar al axioma, a la norma, al dilema. Quisieron sobre el polvo que pisaron, villanos ayudar al Demonio que sanciona a los muertos por mandato divino en vez de ser humanos enredaron la urdiembre de todos los entuertos. Creyeron ser la mano de Dios sobre la tierra, la ira santa, la hoguera y el látigo encendido; hoy duermen olvidados bajo el sopor que aterra, silencio, polvo, sombra, ¡olvido! ¡olvido! ¡olvido!

II

Y pienso que algún día sobre la faz del mundo una justicia nueva romperá viejas normas y un futuro enefable, justiciero y profundo imprimirá a la vida nuevas rutas y formas. Desde esta cárcel sueño con el vasto futuro, con el tierno sollozo que hoy palpita en las cunas, con las voces divinas que vibran en el puro cielo bajo la luz de las vírgenes lunas. Sueño con los efestos que vendrán en cien años cantando himnos de gloria, resonantes, al viento; en las futuras madres cuyos vientres extraños daran a luz infantes de puros pensamientos. Sueño con las auroras, con cantos infantiles, con alborozos vírgenes, con bautismos lucientes: que los astros coronan a las testas viriles, y su claror es un chorro en las frentes...

III

Desde aquí sueño, madre, con el sol bondadoso que viste de oro diáfano al mendigo harapiento, con las vastas llanuras, con el cielo glorioso, con las aves errantes, con las aguas y el viento. La libertad del niño que juega sobre un prado, del ave que las brisas riza con grácil vuelo; del arrollo que canta corriendo alborozado; del astro pensativo bajo infinito cielo; La libertad que canta con las aves y es trino; con los niños, con la flor, es fragancia; con el agua, canción; con el viento divino véspero, errante aroma de lejana distancia. Todo es nostalgia, madre, y en esta cárcel fría mi amor de humanidad, prisionero, se expande y piensa y sueña y canta por el cercano día de la gran libertad sobre la tierra grande.

Viernes, 6 de Agosto de 1920.

MOMENTO

La belleza infinita que eterniza el momento pasa por el paisaje. Una sola garganta son las aves, el mar, el boscaje, y el viento. ¡Oíd, toda la tierra, divinamente, canta!

Hasta el silencio mismo tiene su voz que reza, cuánta forma invisible, cuánta campana muda¡ ¡El cielo se abre en astros de sagrada belleza¡ ¡Mirad cómo le noche se hace virgen desnuda!

Abrid, abrid los ojos; este instante que alienta, prolongando los tiempos con su timón profundo se hizo para nosotros, para que el hombre sienta que su alma fue forjada con el alma del mundo.

(Del volumen inédito «La Sonrisa Inmóvil»)

DESNUDO

Al morir, moriré con los brazos abiertos, porque he sufrido todos los dolores divinos, no llevaré mis manos juntas como los muertos: He sangrado en las cruces de mis propios caminos.

Mi carne la escarcharon todos los desalientos y mi cansancio enorme es hastiado y maldito mi fardo de martirio lo azotaron los vientos que vienen y que van de infinito a infinito...

El instante supremo por eso no me aterra y, quedaré solemne, en cruz, por siempre mudo bajo acre regazo de negra. húmeda tierra, sin harapos de gloria, sin vanidad, ¡desnudo!

 

ELEGíA

Mis versos viejos guardan mi alma antigua: alma de ensueño, corazón de estrella; en ellos tiembla la emoción lejana, y los cielos desnudos en belleza.

Versos antiguos, músicas antiguas... fue lirio azul mi corazón de niño... en plena juventud desencantado, siento morir la música conmigo.

Mi juventud es llanto sobre el mundo... Sobre mi corazón tiemblan los cielos... Hace tiempo estoy muerto, pues la muerte duerme en mis ansias hace mucho tiempo

No hay blanduras de almohadas en mi lecho ni caricias de manos en mi frente... Entre todos los hombres estoy solo.

 

HUMILDAD

Cuando duerma, en el hondo negror de la tierra profunda, el sueño del cual nunca se despierta; cuando duerma, en el hondo negror de la tierra profunda, y arriba ¡lejos de la tierra! sigan abriendo los cielos sus jardines eternos de estrellas; cuando duerma. en el hondo negror de la tierra profunda, cerrados los ojos y mudos los labios, grillos en la boca, grillos en las cuencas, cenizas mi cuerpo y polvo mi carne, muerto entre los muertos; entonces, cuando duerma, ante lo infinito del mundo y lo eterno seré un milagroso puñado de tierra, entonces, cuando duerma, bajo el hondo negror de le tierra profunda, olvidado de todos, Dios mío solo, solo y en la sombra eterna, olvidado de todos, seré como todos, ¡Dios míos un puñado de tierra.