Los Nuevos: María Villagran por O. Segura Castro

Ante el entusiasmo que ha despertado en mi la producción lírica de la poetisa cuyo nombre encabeza estas líneas y frente a la necesidad que siento de afirmar rotundamente su mérito -tanto por lo que significa como por lo que promete- voy a manifestar algunas impresiones acerca de las siguientes frases que el ingenio de las letras alemanas, Dr. Max Nordau, nos estampó en una carta, a propósito de nuestra obra “Selva Lírica”... “Pero el reproche que evitaréis difícilmente, consiste en haber pronunciado juicios imperiosos, definitivos, inapelables, sobre muchachos de dieciocho a veintidós años, como también de veinticinco. ¿Puede juzgarse a los principiantes de esta edad? ¿Se sabe lo que son y lo que serán? Debe evitarse diagnosticar o pronosticar un genio o una vanidad vacía, un talento o una lamentable impotencia”. Para el Dr. Nordau el juicio que me merece la alta y joven poetisa María Vallagrán, carecería de fundamento, porque es una principiante. Pero yo pregunto al sabio autor de “Degeneración”, cuándo principia en realidad la verdadera labor intelectual humana, si empieza con la madurez del espíritu o con la madurez del tiempo en el espíritu. Frente a ambos casos, estaríamos impedidos de emitir juicios rotundos, porque el intelectual (refirámonos sólo al poeta) individuo al fin y al cabo está en constante evolución, sometido a mil cambios imprevistos, muchas veces insospechables al cálculo aunque no a la razón. De aquí que sólo pueda razonarse bajo el conjunto de las impresiones que cada cual nos sugiera con su modo de ser, de vivir y de producir. Estimo que la crítica no debe ser meramente de análisis, sin otra trascendencia que la de hacer un frío estudio anatómico del organismo sometido a su examen. Debe ser patológica. Debe hablar no sólo para el presente, sino para el futuro. Debe decir: esto no es, por tales y cuales motivos; esto no podrá ser, por tales y cuales razones. No se puede invocar la juventud, la falta de años de vida, para justificar o salvar las mediocridades y nulidades. Estas trascienden desde ya en estado de latencia como también es un resplandor rosado de gloria el “quid divino” en el amanecer de la carne. Si Max-Nordau acepta esto último como una teoría artística propia ¿por qué resiste lo primero, la censura, la estirpación de lo malo en gestación? ¿Acaso patológicamente, lógicamente, un individuo que nació raquítico puede, a fuerza de masajes y jarabes, llegar a adquirir la misma consistencia de otro que se desarrolló en perfecta salud? ¿Acaso un versero cualquiera podrá, con largas disciplinas retóricas, llegar a formarse ese “quid divino” que tenía al nacer, esa esencia inherente al verdadero poeta? . El poeta nace poeta; no hay escuelas para fabricar poetas, ni hay fábricas para remendar malos poetas. Por estas razones creo que se puede anunciar rotundamente el advenimiento de un buen poeta, tanto para estimulo del mismo artista que siéndolo no lo necesita, como para bien del Arte a que está consagrado. Y por estas mismas razones creo también que es una obligación individual de interés colectivo, descabezar versificadores con pretensiones que, estimuladas en una otra forma más o menos pecaminosa, desprestigian a la sociedad, a sus familias y al país donde residen.

María Villagrán V., es una poetisa de diez y seis años, alumna distinguidísima del quinto año de humanidades en uno de los liceos de esta capital. Sus maestros no han sido los libros ni sus profesores de castellano: la vida misma parece haberle agrandado los ojos en una lírica y honda interrogación, cuya respuesta traducen sus versos, ingenuamente femeninos, pero sustanciosos de una emoción tan natural como los perfumes rudos y sanos de las florestas. No hay aditamentos o muletillas de retórica, en su poesía. Fluye dulcemente, a veces riscosa, pero siempre con un extraño rumor de espontaneidad musical y de hondor emotivo, que no tiene igual en nuestro parnaso. Gabriela Mistral, no ha podido producir a la edad de esta muchacha, poemas de tanto valor. Cuando María Villagrán esté madura para el Arte, Gabriela Mistral será una sombra de recuerdo ante el esplendor de esta nueva realidad. Y cuando esta adolescente, pese a Max Nordau, haya ahondado en las marañas de la vida y en las fuertes especulaciones espirituales, despojándose de los hábitos de la escuela y del hogar prejuiciados, llegará a ser superior a cualquiera de los poetas de mi tierra.

ORACIÓN

Padre amado, he aquí el corazón que tú me has dado!

¡Lo han herido las almas! sin piedad, Padre querido!

Pedí amor para darle un poquito de calor,

y mis llantos, y todos mis sollozos fueron cantos!

Busqué, Padre, tibieza en el regazo de las madres,

y me han dicho, que allí sólo hay amor para sus hijos!

¡No hay caricias para mí, Padre amado! ¡no hay sonrisas,

ni ternuras! ¡Y todo tiene jacto de amarguras!

Pero ¡he de amar lo creado por Ti!... y al elevar,

Padre mío, este dulce y tristísimo gemido,

Te he de dar, ¡la vida que me has dado en un cantar!

 

SÚPLICA

¡Ciega estos ojos, Padre! Estos ojos perversos de pupilas oscuras, de miradas siniestras; que en sus largas vigilias de fieras en acecho, gozan con las visiones de agonías sangrientas.

Cierra esta boca, cuna de blasfemias futuras ¡Y estos labios que ríen provocando Maldad, hazlos besar el fango de inmunda sepultura! ¡quizás entre ese cieno aprenderán a orar!

Despedaza este cuerpo de sonrosadas carnes, que ha palpitado al ritmo de profana emoción. ¡Y aquella inmensa hoguera que ha de purificarle, enciéndela con sangre del propio corazón!

Al volverse cenizas este cuerpo profano, dejará en el ambiente sus hedores extraños; Y el alma incorruptible desde ese fango inmundo, para buscar tu Esencia, se alejará del mundo!

 

MI CANCION

¡Padre mío!, yo siento que esta carne -RETOÑO delicado de la tuya, y floración divina de mi madre-, vibra y palpita al soplo de la vida como una fronda espesa que se siente bajo el viento sonora, estremecida!

¡RETOÑO!. pero en mí nunca habrá FLORES y los profanos me dirán:-¡Maldita! porque sólo me doy en mis canciones!

¡FL0RES!... cuando yo sé que las pasiones con su racha infernal vendrán a herirlas y a desgarrar sus vírgenes pudores!

Y prefiero mil veces que este grito pese sobre mi sien como una espada, que llorar sobre pétalos marchitos!

¡Cantaré en Primavera y en Otoño; porque siempre ni canto irá hacia el cielo, ya lo eleve en la nieve o en el lodo.

¡Le cantaré a la Muerte, agradecida cuando hecha polvo por la tierra ruede para ser germen de una nueva vida!

Mi voz será un gorjeo en Primavera; será huracán en el invierno frío, pero ante el mundo siempre: será nuave!

Copihue, 17 de Febrero 1920.

 

ESTE AMBIENTE...

Este ambiente de vida es una gota que cae sobre mí día tras día, ¿Podrá esta gota modelar la roca de mi alma con su cruel monotonía?

¡Jamás! La esfinge cuyo fuego siento agitarse inmortal en mis entrañas, no saldrá nunca a luz bajo este lento roer insoportable que me daña.

Quiero emociones fuertes como el brusco golpe fatal que las arterias rompe; porque ha de ser sangriento mi crepúsculo para teñir las- sombras de mis noches.

Ha de ser fuerte el golpe que modele la entraña virgen de esta dura rocas porque cuando la vida se revele mi alma en su esfinge se alzara gloriosa.

 

JORNADA

¡VIVIR!

-Llevar el Alma aprisionada -como un tabernáculo profano- en carnes palpitantes, sonrosadas!

¡SER VIRGEN!

¡Ser mujer vuelta alborada sin sonrisas de sol, sin arreboles, porque al ardor de un beso está violada

¡SER MADRE!

-¡Florecer en Primavera! Darse a otro sér en comunión de fuego y renacer en otra vida nueva!

¡Y EN SEGUIDA MORIR!

Quedar dormida, y sin sentirlo transformarse en polvo, para ser germen de una nueva vida.

Santiago, 19 de Febrero, 1920