LA LUCHA DE CLASES

La lucha de clases, momentáneamente perturbada en Chile por el predominio incontestable de la política de “armonía entre el capital y el trabajo” ha de reaparecer pronto, siguiendo el ritmo del vigoroso impulso que viene desde Oriente. Nada ni nadie podrá detenerla; porque ella obedecerá, rigurosamente al determinismo histórico que echará por tierra el régimen capitalista, con toda su injusticia. En el artículo que publicamos a continuación, P. Harris Drake estudia la lucha de clases que, fatalmente, se intensificará en Chile, como está ocurriendo en los países en que el capitalismo está más desarrollado.

Muchas, si no todas las dificultades que impiden la solución de los actuales problemas sociales y económicos, proceden de erróneas nociones y deficientes definiciones del capital. Si los que estudian la cuestión social quieren ir al fondo de la cuestión, tienen que buscar y hallar una definición mejor del capital que las suministradas por los antiguos tratadistas de economía. En el ánimo de un creciente número de cuidadosos observadores el capital ya no se ajusta a su vieja definición de “trabajo acumulado”, resultado del ahorro” o “aquella parte de los productos del trabajo que se destina a hallarle empleo al trabajo futuro”. En nuestra generación hemos presenciado demasiados casos de acumulación de grandes caudales, sin el gasto de ningún esfuerzo por parte de los propietarios de dicho caudal y, por exactas que hayan sido las definiciones dadas al capital en los días en que el capital estaba en su infancia y cuando la riqueza acumulada era el resultado directo de años de rudas faenas y vivir abtenio, la hora ha llegado de que las antiguas definiciones ya no sirvan, porque muchas fortunas se hacen en sólo una noche, sin ninguna labor apreciable de sus nuevos poseedores. De aquí, que los observadores modernos no puedan aceptar las gastadas definiciones del capital que fueron suficientes durante un orden económico más primitivo y menos complejo. La más leve inspección de la historia de las grandes fortunas indica que el capital moderno comenzó en muchos casos –en muy numerosos casos- por el fraude y la opresión (1), y no tenía absolutamente nada que ver con la Economía, ni con un gran esfuerzo físico de sus primitivos poseedores. Esmeradas investigaciones han demostrado hasta la saciedad que la historia del capital está inseparablemente asociada a la vieja práctica de los más débiles por los más fuertes y menos escrupulosos. No existe una sola fortuna hoy día en la cual no se pueda descubrir la riqueza amasada a expensas de la salud de la inteligencia y del vigor de varias generaciones de trabajadores (2). El capital moderno, -representando por las maquinarias, los muelles, ferrocarriles, acueducto y millares de establecimientos más,- cuando se le mira en su verdadera luz, representa siglos de trabajo no remunerado. El capital moderno es la aglomeración del trabajo no pagado de Innumerables millones de seres, que han laborado y sufrido y muerto, desde los comienzos de la sociedad humana, bajo el látigo de la necesidad y la garra cruel de los más astutos y brutales miembros de la sociedad. (1) Recuérdese la constitución de la propiedad privada de la tierra en Chile (N. del T.) (2) El ejemplo más notable lo tenemos en las pampas salitreras. Esa parte de la producción que el trabajador ganó, pero no percibió, puede considerarse legítimamente como la base del capital moderno. Vista a la luz de la verdad ¿quién puede reclamar la propiedad de algo cuando sólo tiene una partícula de justicia de su parte? La historia del capital, desde sus oscuros y remotos orígenes ¿no está empapada en la sangre, el sudor y las lágrimas de innumerables millones de humildes trabajadores que nunca recibieron nada más que una ración para sostener la vida, en tanto que sus amos reventaban de gordos con la paga que le arrebataban a los trabajadores por la astucia? Aún hoy se descubre por todas partes la misma explotación. Los propietarios del capital moderno alquilan el trabajo al precio corriente con la idea de explotar el trabajo ajeno en su beneficio. Como todo el mundo sabe, el capital por sí mismo es una cosa muerta, estática e inerte, incapaz de producir nada. La maquinaria y la materia prima que el capital posee, puede producir sólo cuando las maneja el trabajo humano. El trabajo, y nada más que el trabajo, labora, gana y produce. El capital nunca produjo nada, y por simismo nunca producirá. En realidad el capital no es nada más que un hurto de trabajo, en su último análisis. Sabiendo estas cosas, practicando estas cosas, y resuelto a poner fin a la secular rapacidad del capital, el obrero moderno está exigiendo su intervención en la administración y beneficio de la industria. De aquí el movimiento obrero que ahora sostiene tan tremenda lucha para arrebatarle al capital sus mal habidos títulos sobre la maquinaria de la producción moderna. El resultado es la agitación social (3). Basando su filosofía en los incontrovertibles hechos de la historia y la experiencia, el movimiento obrero ha alcanzado una conciencia internacional. El trabajo está resuelto a entregar a la sociedad lo que había sido robado a los que lo produjeron. La Revolución Rusa es un esfuerzo para devolver a los herederos de los defraudados trabajadores, de las generaciones pasadas, los bienes hurtados por una astuta clase de la edad pasada. El bolschevikismo es sólo la resolución, por parte de los obreros de terminar la, injusticia y la explotación. La agitación social de los días que corren es el fruto legítimo de siglo de inconsciente explotación. Los trabajadores están cansados de producir más de lo que les está permitido consumir por un injusto y arbitrario sistema de salarios. La rebelión contra el mantenimiento de miles de holgazanes sociales entre comodidades y lujos, está inspirando a los que producen, a romper sus antiguos grillos, para entregar a la sociedad lo que es de ellos por derecho de creación y uso... El obrero sabe al fin, y sabe que sabe. Bajo cualquier nombre que adopten las huestes obreras en marcha, su fin o propósito es el mismo: dar término al robo, de la predatoria, riqueza y devolver a los desheredados de la tierra su antiguo patrimonio. ¿Hay algo de inmoral en esto? La agitación de los días presentes se parece a la del hombre nervioso que descubre por primera vez que alguien ha estado hurgando su bolsillo, y que protesta inmediatamente. La protesta en sí no puede asustar al ladrón; pero la determinación de la víctima de no permitirlo otra vez, es un mal augurio para el señor ligero de manos que piensa repetir la operación. Así, el obrero está resuelto a continuar su marcha defendiendo lo ya adquirido, y a impedir ulteriores depredaciones del capital, hasta que llegue el momento en que la tierra quede asegurada para los hombres de trabajo.

P.H.D.

(3) Según el senador chileno Enrique Zañartu y el sociólogo Alberto Valdivieso, la agitación social, o sea el hambre de las clases trabajadoras, se debe a los agitadores extranjeros.