El DOGMATISMO del ESTADO

En los tiempos que atravesamos, ser empleado público es equivalente a un renunciamiento total de la personalidad. Para servir al Estado, en Chile, es cuestión previa despojarse de los atributos esenciales de la individualidad humana, para convertirse en un ente que piensa y siente con el sentir y el pensar hechos en los moldes oficiales. El Estado es un lecho de Procusto, al cual debe adaptarse el empleado público, estirándose o encogiéndose, dislocándose, según la medida de sus capacidades espirituales. Para ser buen empleado fiscal, en el moderno concepto de los moralistas de la hora de ahora, es necesario pensar con las normas impuestas por el pensamiento oficial, elaborado, dosificado y etiquetado en la Casa de Gobierno... El empleado debe, así, rendir culto a un neo-dogmatismo, creado exprofeso para el mundo burocrático. Este dogmatismo debe estar basado en la creencia de que el dictamen oficial sobre cualesquiera clase de materias es infalible, como diz que lo es el del Gran Payaso de Roma...

El contagio dogmático recibido por el Estado, deriva de su maridaje con la Iglesia. Como ésta, el Estado se cree ahora poseedor de la Verdad Absoluta! Y como fuera de la iglesia Católica no puede haber salvación, fuera del dogmatismo estatal no caben otras normas de pensamiento que las moldeadas por el criterio de los pontífices del oficialismo, ¡Anatema al rebelde! Pero esta pretensión del Estado es tan absurda como la pretensión de la Iglesia. Ambos se creen infalibles en sus dogmas, y caen en el ridículo, porque los hechos se encargan de desmentirlos, sin necesidad de forzar la erudición de teólogos y exegetas. Veamos si el neo-teologismo del Estado no es pura y ridícula pedantería. ¿En cuál orden de problemas ha encontrado el Estado la solución justa, siquiera aproximada? En el orden económico, todo el mundo sabe, porque todo el mundo lo sufre, la solución que han tenido los postulados más sencillos. Para probar que el Estado, por ignorancia o mala fe de sus dirigentes, no ha dejado disparate por cometer, basta con el siguiente enunciado: –si tenemos la caja fiscal en bancarrota y el cambio a tres peniques, ¿es posible creer que tales resultados deban atribuirse a la sabiduría oficial?... Como en la cuestión económica ocurre en todas las demás. Unas veces por maldad, las más veces por ignorancia, en ocasiones por hostilidad sistemática contra el pueblo, los dirigentes del gobierno están dando cada día muestras de su incapacidad. Pero puntualicemos el dogmatismo sobre las relaciones exteriores, que hace días está de actualidad. Aquí los errores cometidos por la gente oficial son de tal magnitud que sobrepasan a los otros, que con ser tan numerosos y tan graves, resultan pequeños al lado de éstos. A través de las nubes de humo producidas por el incienso quemado en las cancillerías de Argentina, Uruguay y Brasil, ante la embajada chilena, de hace poco, nuestros estadistas no han podido ver la realidad. Tras la cortesía mentirosa y afectada del oficialismo internacional, está la verdadera conciencia americana, que condena rotundamente la política chilena de absorción respecto del Perú. No hay hombre independiente, no hay hombre de algún valer intelectual o moral, de Argentina, Uruguay, Brasil o Estados Unidos que no esté en contra de Chile en los asuntos del Pacífico. En Argentina, sobre todo, es axiomático el pensamiento de sus hombres más prominentes: que “la victoria no da derechos”.

Se cuenta o se cree contar con el apoyo de las cancillerías para dar soluciones de fuerza al problema de Tacna y Arica. Pero ha de saberse que las cancillerías no representan el sentimiento americano. Como en Chile, los otros países del Continente aguantan gobiernos divorciados de la opinión independiente; más que eso, se mantienen en el poder en contra de la opinión. Chile, por más que duela a los burgueses, está solo en el Continente. La opinión americana –la opinión honrada y consciente– le es absolutamente contraria. El imperialismo de zarzuela de nuestros huasos adinerados del Parlamento y del Gobierno, ha tenido la virtud negativa de levantar odios y recelos en todas partes. El huaso legislador quisiera tratar a las naciones con que estuvo el país en guerra, como trata a sus inquilinos: con el látigo y el palo!

Volviendo sobre este dogmatismo del Estado, diremos que lo grave no es solo que se haya fundado sobre el error, sobre una serie de errores, sino que estos errores se pretenda imponerlos como verdades a los empleados públicos, y por extensión a todos los demás ciudadanos. En el caso de la litis con el Perú, dicen los miopes del dogmatismo estatal que el patriotismo aconseja incorporar Tacna y Arica al territorio nacional. ¡Como si fuese patriótico; mantener suspendida sobre el país y sobre América, y a perpetuidad, la amenaza de una guerra, con todo su cortejo de calamidades! Esa guerra vendrá inevitablemente, inexorablemente, si se lleva adelante aquel criminal empeño. Es necesario no conocer la psicología de los pueblos para suponer que el Perú se conformará algún día con la amputación de sus provincias del sur. Es necesario no conocer la filosofía de la Historia, y olvidarse de las lecciones de la reciente guerra, para pensar que es hacedero aquello de incorporar violentamente una porción de territorio, etnográfica e históricamente peruano, so pretexto de que la victoria crea derechos sobre el vencido. Créanlo los fanáticos del dogmatismo estatal: Este dogma que ha llegado a cristalizarse en soluciones de fuerza, será fatal para el país. La guerra será al fin su dolorosa consecuencia.

M. J. MONTENEGRO.