ATAVISMO

Usted dice que mi vida es mala. Que no vivo todo lo que debía vivir. Es decir, que no vivo como mi patrón, por ejemplo. Talvez. Pero yo nunca había pensado esto. Siempre he trabajado tenaz y silenciosamente sin preguntar si podría trabajar menos y comer más. ¡Qué quiere usted! Esto, así estaba ya cuando yo nací. Mi padre tenía un patrón como yo y como yo trabajaba y tenía la cara amarilla y los ademanes flojos de los bueyes cansados. Mi madre, haraposa y triste, decía que así tenía que ser. Ricos y Pobres. Hambrientos y no hambrientos. Y usted me dice que esto está mal. Y usted me cita libros de hombres con nombres raros, que han dicho estas mismas cosas. Yo también, ahora, creo que esto está mal. Pero estaba tan acostumbrado a ser el autómata resignado y humilde, que no puedo con este pensamiento. Es demasiado para mi cerebro que ninguna idea rara había procreado. Además, hay tanta maldad en esto... Yo no estoy acostumbrado. Más, no puedo estarme quieto y sufro. Esta idea es como una aguja en el cerebro. ¿Cómo hacer para librarme de ella? Pero, ¿cómo es que la gente no se había dado cuenta antes de lo malo que estaba el mundo? ¡Qué lástima de vida perdida! ¿Así que también puedo vivir bien? Y sin embargo hemos trabajado como las bestias. Yo, mi padre, mis hijos. El hambre muchas veces nos puso un temblor en los músculos y opacos los ojos. Las enfermedades se llevaron en jirones nuestra salud. Pero nada sabía. Creía que debía de ser así. Ahora usted me habla de algo nuevo. A mí también se me había ocurrido. Pero no sabía que era esto precisamente. Mi cerebro era como un pájaro con las alas cortadas. Pero yo no tenía la culpa, usted sabe. Es tan hondo este mal y hace tanto tiempo que lo tenemos infiltrado hasta la médula de nuestros huesos, que ha sido preciso que alguien me lo dijera para que lo notase yo. Sin embargo, todavía me parece que esto no es cierto. Es un mal sueño. Una cosa absurda. Una mala jugada. Y miro con más atención la gente. Y me horrorizo. Mi alma tiene miedo de exaltarse. Y aunque hay algo oscuro y amenazante dentro de mí que se rebela y se retuerce, yo no me atrevo a hacerle caso y procuro ahogarlo como una víbora venenosa. Mi alma todavía es débil para rebelarse. Quien sabe que será, pero no puede.

RENATO MONESTIER.