Crónica de Patrioterópolis De cómo el presidente de patrioterópolis fue proclamada Maestro de la Juventud

Amorápalos era un hombre inteligentísimo. Sin embargo sus enemigos aseguraban que carecía de toda inteligencia, y que en su vida política había triunfado sólo porque un infalible instinto utilitarista lo lleva invariablemente de Oriente a Occidente, como amarrado a la marcha del sol. Estos pelambres no eran escuchados en Patrioterópolis. Las masas, analfabetas, alcohólicas y crédulas estaban convencidas del gran talento del presidente. Cuando este era solamente candidato, hizo muchos discursos; y habló tan copiosamente en ellos de su amor a las chusmas, que el pueblo concluyó por creerlo un nuevo Mesías. En Patrioterópolis se hizo famoso su aforismo: Solo el amor engendra, lo que a pesar de no ser teológicamente exacto, reemplazó por mucho tiempo al evangelio en las misas patrioteropolitanas. Pero aconteció que, a los pocos meses de presidir el banquete nacional Amorápalos, comenzó a demostrar cierto paralogizamiento extraordinariamente significativo. Entonces la parte menos tonta de la masa obrera lo abandonó. Precisamente en esa época fué cuando el primer ministro descubrió, e hizo suyo, el juego de los arcaicos partidos católicos. Este juego, de una gran simplicidad, consistía en mezclar el patriotismo con todo. La ocasión de utilizar el descubrimiento se presentó luego. Amorápalos, que sufría de impulsividad progresiva, agredió un día a bofetadas a ciertos enemigos políticos. El escándalo trascendió y un ridículo enorme principió a cernirse sobre la testa presidencial. Inmediatamente el ministro envió a todos los periódicos el párrafo siguiente: «impulsado por un alto sentimiento de patriotismo Su Excelencia abofeteó ayer a ciertos desalmados que se espresaron irrespetuosamente de la Santísima Virgen de los Milagros, paterna jurada del ejército nacional». Pocas horas después de aparecidos los diarios, todos los jefes del partido católico corrieron a palacio a felicitar a Amorápalos; y ese día sólo se habló en Patrioterópolis de la patriótica devoción o del devoto patriotismo del presidente. Pero, ¡estraño caso! los admiradores de Su Excelencia disminuyeron. Por esos mismos días Amorápalos quiso vender a una sociedad extranjera un importante puerto de la región de los abonos. El partido católico que sólo aplaudía a S. E. cuando este servía sus intereses, interpeló al Ministerio. Se habló de negociado. Y el presidente perdió las últimas simpatías del pueblo. En estas condiciones su espíritu comenzó a sentir las angustias de la asfixia. La adulación, el aplauso de las pobladas eran el exígeno de su alma. Sin ellas moriría. De pronto recordó que la presidencia la debía más que nada al esfuerzo y a la tenacidad de los estudiantes. Pero los estudiantes que, como en todas partes, eran malas personas y creían en ingenuidades como la justicia y la paz, habían sido los primeros en abandonarlo. ¡Y él que soñara, en sus ilusionadas noches de candidato, con ser proclamado maestro de la juventud! Amorápalos se puso triste; perdió el sueño y el apetito. Su proveedor de Whisky amenazó con retirarle el crédito. Los oficiales de la guardia pretoriana dudaron de su patriotismo. Dos veces había pasado ante ellos sin hablarles de las tradiciones gloriosas del invicto uniforme nacional. En Patrioterópolis se dijo en voz baja, tan baja que casi no se oía: «Amorápalos se está volviendo loco». Por serte para Patrioterópolis nada de esto era cierto. Un buen día, después de 73 horas de ayuno y meditación, el presidente se dió tres palmadas en la frente, reunió a la guardia de palacio, mandó izar la bandera, y radiante y sonrosado se fué a ver a su secretario. Conferenció cinco horas secretamente con él; y en seguida ordenó que todos los edecanes y todos los automóviles presidenciales y ministeriales se pusieron a sus órdenes. Esa misma tarde el secretario presentó a S. E. una lista con trescientas firmas, correspondientes a trescientos empleados fiscales. Al día siguiente estos trescientos empleados se reunie­ron en la sala del Ministro de la Guerra y acordaron: «Por cuanto la llamada Organización de Estudiantes ha inferido grave ofensa a la Patria, negándose a rendir homenage a Nuestra Señora de las Victorias, nosotros, hijos fíeles dé esta tierra heroica, y celosos guardadores de la tradición, acordarnos: l.º Separarnos de la susodicha mala asociación. 2.º Fundar la Unión Fiscal de Estudiantes, patrocinada y financiada por los tesoros nacionales; y 3.º Proclamar maestro de la juventud al ilustre Amorápalos, encarnación genuina de los ideales del patriótico y venerable partido católico» . Patrioterópolis tuvo varios días de fiesta. Todos los estudiantes que se negaron a ingresar en la Unión Fiscal fueron degollados por antipatriotas. Y algunos meses más tarde. Amorápalos fué solemnemente proclamado maestro de la juventud por más de clamado500,000 ciudadanos libres y espontáneos. Pero como nunca faltan ingratos, descontentos y antipatriotas, algunos estudiantes patrioteropolitanos, no pudiendo, debido al exceso de libertad, manifestar en público sus ideas, le contaban de noche, silenciosamente, a la almohada: -¿Sabes almohada? Amorápalos es un comediante sin pizca de originalidad.. Hasta en el modo de bostezar imita al presidente de Negrópolis»... Y afortunadamente para los ingratos, descontentos y antipatriotas de Patrioterópolis, las almohadas guardaban religiosamente el secreto.

CLAUDIO ROLLAND.