PÁGINAS VIEJAS

“Abolid las cárceles, abolid los gendarmes y los hombres se matarán unos a otros!” Vieja fábula, coco para los niños: Abolid cárceles y policías y la humanidad continuará su evolución hacia el bien, hacia lo mejor; como la abolición de la pena de muerte en algunas naciones más adelantadas no ha dado incremento a los delitos de sangre, así el ocaso del derecho penal aportará una aurora de paz y de felicidad. Pero si a quemarropa preguntáis a nuestro interlocutor: “¿Si mañana no existieran ni reclusiones ni guardia civil usted, usted mismo mataría al primer hombre que se le pusiera por delante por un quítame allá esas pajas, por una nonada? La respuesta no se hará esperar. El sentimiento de solidaridad que podríamos llamar altruista es quien nos empuja al respeto recíproco de nuestra integridad personal y halla apoyo y refuerzo al mismo tiempo en el sentimiento egoista de la propia conservación. Abolid las cárceles, abolid la guardia civil, y un hombre se guardará siempre de agredir a su compañero por temor de sucumbir a su vez en la lucha. La legítima defensa, alguna vez reconocida por las mismas leyes penales, puede llevar a consecuencias fatales, y, por consiguiente, nadie querrá exponerse a que le maten sin motivos de máxima gravedad. No tiemblen, pues, los positivistas, los deterministas, los materialistas, no tiemblen de miedo... ante la muerte del derecho penal. Su muerte no nos traerá la barbarie, ni el derecho del más fuerte como se figuran. Demasiado bárbaros somos aún y lo seremos quién sabe por cuántos siglos, y no será ciertamente en virtud de una balumba de leyes penales que nos vamos a mejorar. Que un rayo de civilización venga a iluminar esta corriente de seres que famélica y sedienta sube por el Calvario del dolor y de la muerte; falta al proletario la ciencia y la conciencia de la solidaridad, que debería reinar como única soberana entre todos los trabajadores del mundo.

L. MOLINARI.